Mil horas
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Opinión

Carpe Diem

Mil horas

 


Bueno no, tal vez menos, como mil cincuenta, diría Peña Nieto.

De acuerdo con el estilo personal de este sexenio en que las cosas deben ser simples y sin ciencia, basta multiplicar las 2 horas diarias que el señor pontifica todos los días por todas las semanas que lleva en la silla para obtener mil horas, en apenas dos años.

Mil horas, ¿Para qué nos alcanzan mil horas? Para muchas cosas de provecho, por ejemplo, en esas mil horas se podría cursar una maestría completa, o la mitad de una carrera en línea en alguna universidad seria. Mil horas son 125 jornadas de trabajo de ocho horas, ¿Qué podríamos construir en 125 días?

Si a las mil horas de transmisión le agregamos las miles de horas de retransmisiones en los medios y plataformas digitales podríamos darnos una idea del desperdicio de tiempo y recursos para la mayoría de nosotros, no para él y sus seguidores, por supuesto. El tiempo es un recurso escaso y no hay forma de recuperarlo. Personalmente, no he visto una sola de sus conferencias y, espero, continuar así por lo que resta del sexenio. Como lo dicen las encuestas, prefiero enterarme a través de un resumen en algún medio.

Las mañaneras, un eficiente ejercicio de propaganda, son el opio del pueblo. A través de palabras simples, ademanes exagerados, dichos simpáticos y los recursos y poder que le proporciona el Estado, nos dice que la elite que él encabeza es la voz y representación del pueblo bueno.

Pero esas conferencias son mucho más que eso, son el escaparate de la ideología antiintelectual de este personaje, una ideología que hoy recorre el mundo y la comparte con Trump, Bolsonaro, Putin y otros mandatarios.

Es peligroso porque su caja de resonancia son las emociones y no la razón. ¿Ha tomado usted alguna decisión estando enfurecido? ¿Y qué piensa cuando las cosas bajan a su nivel? Ese es el peligro de actuar emocionalmente.

Vulgaridad y bajeza son los invitados frecuentes al discurso mañanero; la sensatez, la madurez, la verdad y la justicia pocas veces son defendidas. Pensar y razonar cuesta trabajo; reaccionar por instintos e intuiciones es más fácil.

La llegada de AMLO, un personaje que tardó 14 años en concluir una licenciatura y con bajísimo promedio, representa todo lo contrario a lo que son los intelectuales y académicos, es un acto simbólico de lucha contra las elites. El problema es que la gran masa confunde las cosas: una cosa son las elites económicas privilegiadas y otras las intelectuales. Pueden darse casos en que en una persona se unan las dos condiciones, pero normalmente los altos académicos viven en una decorosa medianía y, algunos, en una precaria situación.

En este mundo de la posverdad los políticos populacheros, en su afán de conectar con las mayorías, cuestionan el conocimiento, la ciencia y atacan el orden racional. Pero no con fines de progreso sino exclusivamente con fines políticos para permanecer en el poder, por el poder mismo. Provocar un colapso social y económico, como Venezuela o Cuba, solo benefician a la clase burocrática que se apropió del poder y se mantiene en él corrompiendo al ejército.

Buscar soluciones simples a complejos problemas no es el camino. Eliminar las políticas de protección al medio y promover la vuelta al uso masivo de energías sucias es atentar no solo contra nosotros, sino contra el mundo en general. Pagarán en el futuro, como lo pagamos nosotros después de Echeverría y Portillo, la toma de decisiones a la ligera, el desprecio por la ciencia, la economía y el conocimiento.

El “pueblo” se siente excluido de los avances en el conocimiento porque, con justa razón, está excluido por las elites económicas. Pero, repito, elites intelectuales no son lo mismo que las económicas. Esa es una de las razones por las que muchas gente se identifica con un presidente que dice luchar contra los privilegiados. Aprovecha la confusión en el uso del lenguaje, como lo hace el magisterio oaxaqueño para siempre ser la víctima, para manipular. ¿A quién le conviene devaluar la realidad y manipularla en beneficio propio?

Hay algo que mucha gente no quiere ver, la mayoría de quienes forman el gabinete actual forman parte de la elite económica. Muchos de ellos tienen lujosos departamentos en el extranjero y, por supuesto, suficiente dinero para pagar los altos impuestos prediales y mantenimiento. Pero también muchos de ellos poseen altos grados académicos obtenidos en exclusivas universidades del extranjero. La gente no lo quiere ver porque se han creído que son los verdaderos representantes del pueblo, pero no, la mayoría de ellos provienen de la dividida familia revolucionaria que tuvo, y ha tenido, el poder en México.

Hasta hoy, van mil horas de descalificaciones, nada más.

@nestoryuri