Despilfarro
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Carpe Diem

Despilfarro

 


Quedarse callado puede interpretarse como una aprobación tácita. Y no, no debemos permanecer ajenos e indiferentes. La demolición del Teatro Álvaro Carrillo, inaugurado apenas en 1992 es un despilfarro absoluto. Si quieren justificarlo con la existencia de supuestas fallas estructurales deberían hacer público el expediente que, en su caso, debería tener Sinfra con todos los estudios y detalles técnicos.

Ha sido eliminado de la faz de la tierra a un costo de $9 millones de pesos, según datos oficiales, no sabemos en realidad si así fue y qué se hizo con todo el material como vidrios, butacas, puertas y demás partes del edificio que pueden reciclarse.

El edificio fue un proyecto del afamado arquitecto Abraham Zabludovsky, hermano de Jacobo, el periodista. Fue uno de los más destacados arquitectos de su tiempo y ganador de múltiples premios nacionales e internacionales, gozaba de una gran fama al momento de su muerte, en 2003.

Algunas de sus obras más conocidas son el Auditorio Nacional, el Museo Rufino Tamayo, el Colegio Nacional y uno que conoce muy bien el gobernador Murat, las oficinas centrales del Infonavit en la CDMX.

De acuerdo con una reseña de Zabludovsky en un portal de arquitectura, el hecho de haber crecido entre cines y teatros del área de La Merced y el centro histórico de la CDMX lo hizo amar y especializarse en este tipo de construcciones, por tanto, es de suponer que el proyecto del Teatro Álvaro Carrillo debió haber tomado en cuenta todo lo necesario para su diseño.

Los que lo vimos recordamos que, en aquellos terrenos propiedad de Pemex, estuvieron los tanques de almacenamiento de gasolina para nuestra ciudad que tenía, además, hasta su propia espuela de ferrocarril para recibir los carros tanque que venían de Puebla o Veracruz. A un lado estuvo la embotelladora de Coca Cola y, contra esquina, estuvieron las enormes salchichas que almacenaban el gas de la única empresa gasera que había en Oaxaca.

Este contexto, con toda seguridad, lo debió haber tomado en cuenta para el proyecto que, suponemos, costó una millonada dado el prestigio del arquitecto. Se debieron hacer estudios de los suelos, tomado en cuenta el factor sísmico, la iluminación, la adaptación al entorno, los vientos, las entradas y salidas, las normas de protección civil y un largo etcétera.

¿Cómo es posible que apenas 28 años después de su construcción se haya tomado la decisión de demolerlo? Una sencilla comparación nos ilustra muy bien: es como si el Teatro Macedonio Alcalá hubiera sido demolido en 1930.

El teatro fue inaugurado por Heladio Ramírez que, en caso de haber responsabilidades por fallas estructurales se le debe llamar a cuentas puesto que él era el gobernador y, por tanto, responsable.

Al teatro le fueron añadiendo construcciones alrededor. Le arrimaron el Canal 9 de la televisión del gobierno, las oficinas de la Secretaría de Cultura y, Murat papá tuvo la ocurrencia de quitarle el estacionamiento, un área de servicio indispensable para una obra como ésta, para construir un dizque centro de convenciones, que no pasó de ser más que un techado para celebrar eventos sociales y terminar siendo oficinas de canje de placas de autos.

El hecho de estar siendo demolido ahora quiere decir que el proyecto tiene varios años porque la burocracia hacendaria tarda mucho en autorizar un proyecto como éste. No sé si fue plan de Gabino o del actual gobernador.

Se demuele este teatro para construir otro, dos salas de cine, una biblioteca y crear una serie de áreas verdes, proyecto con el que los vecinos no están de acuerdo. Los vecinos y el sentido común se preguntan si no era más barato “reparar” el edificio, quitarle las construcciones de los lados y adaptarlo al supuesto corredor cultural que pretenden construir.

Los “renders” del proyecto, que solo son imágenes digitales, lucen muy bonitos porque su papel es ilusionarnos al igual que las ventas por catálogo, que nos enamoran con imágenes que no corresponden a la realidad. Un render es una utopía.

El Teatro Álvaro Carrillo corrió con la misma suerte que el estadio de futbol construido en Ixcotel que, por cierto, también fue demolido por la existencia de supuestas fallas estructurales. Ambas obras fueron construidas en el gobierno de Heladio Ramírez, así como el inútil libramiento norte de nuestra capital. Todas esas obras fueron dinero tirado a la basura y no hay nadie en la cárcel.

En donde estuvo el estadio está ahora el Centro de Convenciones, un edificio que nos vendieron con utopías y que hoy está en pésimas condiciones, a medio terminar, no está abierto al barrio que lo rodea y tiene un desgastante uso político en lugar de glamorosas convenciones. Con estos antecedentes, ¿qué nos garantiza que lo que construirán lo terminarán y tendrá las funciones que prometen? Es probable que esta obra también quede a medias.

Twitter @nestoryuri