¡Cuánto estamos cambiando!
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Carpe Diem

¡Cuánto estamos cambiando!

 


Nuestro comportamiento construye la cultura; la pandemia está cambiando muchos de nuestros hábitos, por tanto, nuestra cultura está cambiando de forma acelerada.

No será el cambio lento y natural que se da con el paso de los años y que se limita a una región determinada. Este cambio es repentino y global gracias a la facilidad de poder viajar de un extremo a otro del globo en unas cuantas horas y la inmediatez de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Nuestro hablar está cambiando, estamos aprendiendo y añadiendo palabras y significados a nuestro lenguaje. La más usada es la odiosa castellanización del verbo inglés “sanitize” en lugar del apropiado verbo “desinfectar”.

Hoy todo se “sanitiza”, todo el mundo lo repite sin saber qué significa. Lo dicen los locutores, los periodistas, los taxistas, los gobernantes y hasta el más humilde cargador de La Merced. El verbo “sanitizar” ha quedado legitimado y es parte, ahora, de la cultura popular y gubernamental.

Contingencia, coronavirus, distanciamiento social, covidiotas, infodemia, aplanar la curva, asintomático, confinamiento, intubar y algunas más que, sin saber exactamente qué significan ya son de uso generalizado. Para algunos estamos en proceso de empobrecimiento de nuestra lengua y, para otros, solo se trata de aceptar la realidad de un cambio que es inevitable en nuestra cultura.

Los oaxaqueños no nos distinguimos mucho por ser ordenados, pero la pandemia nos está obligando a serlo. Hacer filas en los bancos o las tiendas, saludarnos a distancia, no abrazarnos, limpiarnos los pies al entrar, lavarnos y desinfectarnos las manos con mucha frecuencia, checarnos la temperatura, y otros hábitos que se quedarán aun cuando la pandemia termine.

El uso de la mascarilla, ese pequeño accesorio que tanto odian el compañero presidente y el compañero doctor Gatell se quedará entre nosotros.

Pero como a todo le buscamos la forma de hacer negocio, los cubrebocas, además de ser obligatorios, son también un vehículo publicitario y propagandístico. Políticos y gobernantes los usan como propaganda, las empresas como medio publicitario. Presumirlos como accesorios de “marca” está permitido y, para algunas personas, es obligatorio que combine con sus zapatos, su bolsa o su vestido.

Si la tecnología nos daba miedo o flojera eso se acabó. Hoy es obligatorio saber cómo hacer las cosas desde lejos. La inteligencia artificial, el internet de las cosas y las redes 5G de la telefonía no tardan en apoderarse del mundo.

No tuvimos celebraciones masivas de Semana Santa, la Samaritana, la Guelaguetza y, ahora, El Grito. Lo que hubo fueron eventos “virtuales” a los que no estamos acostumbrados y, por tanto, nos resultaron totalmente desabridos y lejanos. En unos años se reirán de nuestras soluciones improvisadas porque la tecnología algo inventará, pero hoy nos ha tocado ser protagonistas de un choque cultural de estas dimensiones. La forma en que lo estamos afrontando y resolviendo será motivo de estudio y formará parte de la historia.

El trabajo desde casa, el estudio en casa, el cine en casa, el comer en casa; Obligados por el virus hemos aceptado no velar a los muertos e incinerarlos de inmediato. No aceptamos la muerte a pesar de que la miramos de frente. Y no, la honestidad no es un antídoto efectivo, como lo afirma AMLO.

No solo en Oaxaca, en el mundo entero no se le tiene respeto al virus, un fenómeno objetivo, independiente, que es ajeno totalmente a nuestra conciencia, o falta de ella. Este pequeño enemigo, a pesar de todo, nos está cambiando y obligándonos a revisar muchas de nuestras normas y valores e inventar nuevas mañas y trampas.

Nos toca vivir esta desgracia sanitaria y económica, pero también somos testigos del inicio de una nueva época en que el conocimiento será el activo más importante del mundo.

Mandar al olvido los meses perdidos, o vividos, en esta pandemia no será tan fácil, ni debemos hacerlo.

Vienen cambios de conducta y cultura por la entrada masiva de tecnologías nuevas, como la robótica, la física cuántica, la genética y las ciencias en general. Sin embargo, no hay que restar importancia a la forma en que cambiará la vida de la gente de a pie, la que viaja en transporte público, la gran masa que es la que define la cultura popular. ¿Qué cambiará en estos meses? Lo veremos en el modo de hablar, de comer o de entretenernos porque, aunque la pandemia se vaya, los cambios son inevitables. De la incredulidad hemos llegado al pánico, pero también a una naciente solidaridad.

(Publicado previamente en el ejemplar No. 10 de Cuadernos de la Pandemia, de Carteles Editores.)

Twitter @nestoryuri