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BARATARIA

Nubarrones

 


Inseguridad, pobreza, inmovilismo social, carencia de proyectos de obras de gran envergadura o conclusión de lo no terminado; sed en las ciudades y en el campo carentes de planes para abasto, conservación y manejo del agua; desastre ecológico, irresoluble problema de manejo de desechos sólidos y su contraparte, el creciente negocio con la basura, nulas oportunidades de empleo. Alta dependencia de las remesas y de recursos federales, así como de “apoyos” sociales que solo alivian un poco la penuria de los oaxaqueños.

Ingobernabilidad, desasosiego económico, ineptitud de los funcionarios que deberían ser encargados del “cambio”; gobierno plagado de militantes, de arrogantes incultos e impreparados personajes morenistas, tránsfugas, desleales y traidores priistas, panistas o de cualquier signo político y no de estadistas, administradores o, por lo menos, alguien o alguna que se encuentre en una curva de aprendizaje y dando resultados.

Ese es un somero balance del primer año de la fallida Primavera Oaxaqueña que bien a bien no sabemos a qué juega y bien a bien tampoco sabemos a dónde va. Y tenemos enfrente un convulso panorama electoral donde se prevé el “fuego amigo”, que arrecien las “campañas negras” incluso dentro del mismo partido gobernante y la intensificación y, ojalá y esto no suceda, la violencia política por la disputa de candidaturas, presidencias municipales, concejalías: tocamos madera; y, hay que reconocerlo, disputa de plazas por parte del crimen organizado.

Rescatable el ejercicio realizado en la redacción de EL IMPARCIAL con el resumen informativo del año y que se incluyó en la edición del último día de 2023, el 31 de diciembre. Papel en mano nos dimos a la tarea de revisar qué nota de transcendencia o rescatable para los oaxaqueños a partir de resultados del gobierno oaxaqueño, con magros o nulos resultados.

¿Qué prevaleció?: la inseguridad e ingobernabilidad. Primer dato a la mano: con mil 903 homicidios a noviembre de 2023, a falta de datos para diciembre que conoceremos hasta la siguiente semana, el año pasado fue el más violento para Oaxaca en toda la historia, sin contabilizar el último mes, ya se superaron los 1 mil 872 homicidios reconocidos en TODO 2022; se registraban una media superior a los 130 homicidios cada 30 días en los primeros 11 meses del año pasado; sin duda en diciembre se superó el reporte de más de 2 mil asesinatos en la entidad.

En promedio, entonces, en Oaxaca se cometieron 5.7 homicidios ¡en un día! más de uno cada cuatro horas cuando la media el año previo fue de 5.12 diariamente, un asesinato cada 4.6 horas. Un aumento de 11% en número y frecuencia de homicidios en territorio oaxaqueño. Esta cifra es incontrovertible, son datos oficiales y contrasta con el discurso de Jesús Romero López, secretario de Gobierno o del marino Iván García Álvarez, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.

En noviembre dos masacres en la Mixteca, una en San Miguel el Grande, distrito de Tlaxiaco y la segunda que revivió añejas disputas entre Santa Cruz y Santiago Mitlatongo dieron cuenta del fracaso en la política de contención o resolución de conflictos agrarios o inter comunitarios, responsabilidad directa de la dependencia de Romero López a quien, incluso, los pobladores de San Miguel Chimalapas lo mantuvieron en “arraigo domiciliario” ante la infantil actuación por inconformidad de la defensa de territorio oaxaqueño ante la invasión chiapaneca.

 

Fue la ingobernabilidad.

Apenas hace unos días le estalló a la Sego en la cara la disputa de Santa Catarina Juquila donde fue destituido el presidente municipal, Felipe Juárez Guzmán, retenido durante unas horas por un grupo de pobladores que mantenían tomado el Palacio Municipal por 15 días. La respuesta fue muy poco conciliadora “este grupo determinó hacerlo bajo la presión y el sometimiento a la autoridad, hecho que no vamos a avalar, ya no estamos en épocas de golpe de estado en este país”, al conflicto prestó oídos sordos y respondió con amenazas. Hasta ahora, evidentemente, sigue sin solución.

Otra arista está la dotación de agua en las diferentes colonias de la capital y en varias ciudades del interior del estado. Las protestas han ido escalando en zonas como La Cascada, el antiguo Aeropuerto, en la colonia Lindavista: el bloqueo del puente de Fierro, en Santo Domingo Tehuantepec, ante el desabasto en los barrios Vixhana y Guichivere; en la Noria, en Símbolos Patrios, la Reforma Agraria y Pueblo Nuevo, entre otros y la respuesta fue el inmovilismo de Soapa y nulos planes para intentar contener el descontento con obras para, literalmente, “acarrear” agua la ciudad.

Por desgracia, estos problemas domésticos que golpean a diario a los oaxaqueños serán opacados por las disputas políticas hacia el interior de la clase gobernante. Sin credenciales para pugnar por un puesto de elección popular, en los siguientes meses arreciarán los jaloneos políticos, los dimes y diretes, la guerra sucia e, incluso, la violencia política de las “fuerzas vivas” del morenismo que intentarán imponer a sus suspirantes quienes, ante la incapacidad política, apelarán a la violencia para subirse al barco del trasatlántico político del 2024.

Ha transcurrido la sexta parte del “gobierno del cambio” sin mínimos resultados, palpables, verificables. Sin obras para beneficio de los oaxaqueños, nulos proyectos para echar a andar a la economía; apelando a recursos federales para dar una falsa impresión de avance. Se ha puesto a andar el Tren Interoceánico pero los proyectos de inversión no se han hecho extensivos a toda la región, mucho menos para el resto del estado. Utilizando la frase del gobierno para minimizar alcances, el “desarrollo” realmente ha sido “focalizado” y eso no le sirve mucho a los oaxaqueños.

Pinta gris el panorama para 2024. Desconocemos planes de inversión, para combatir la inseguridad, para generar empleos. De hecho, estamos igual o peor que hace un año cuando, se supone, todo cambiaría y habría un giro para bien.

Aún lo estamos esperando, quedan 5 años.