Seculta, extravío y “austeridad”
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BARATARIA

Seculta, extravío y “austeridad”

 


Desde el inicio de la presente administración de la Primavera Oaxaqueña, la cultura no ha sido asunto prioritario o de especial interés para el gobierno jarista que la tiene en un rincón dentro de su agenda y, al menos en los primeros 9 meses de mandato, Víctor Cata no ha conseguido su propósito de que la cultura sea “tratada con respeto y dignidad”.

Al dar a conocer a los integrantes del primer círculo de la administración jarista la Secretaría de Cultura cayó en el limbo; no quedó muy claro si la cartera se la habían ofrecido a la cantante Lila Downs, si declinó la posición, si ella propuso a Víctor Cata, si tenía poder de veto en el asunto o, como se señaló, su voz fue clave para la designación del juchiteco. El nombramiento le llegó al cuarto para las doce y lo conocimos casi al tiempo de tomar posesión el 1 de diciembre.

Creímos, suponíamos una acertada elección a partir de las cartas credenciales del juchiteco como impulsor y difusor cultural.

En una entidad viva, con tal riqueza de expresiones artística y ante el alud de actividades, la Secretaría de Cultura ha adolecido de difusión de acciones, no digamos ya de su organización o impulso; ha sido presa de las pequeñas grandes cofradías ligadas, por ejemplo, al maestro Francisco Toledo con sus múltiples disidencias o bajo el amparo de la fundación Harp, que en ambos casos llegaron a tener poder de veto o han llevado la mano no solo en la designación de secretarios de Cultura.

Ese peso es extendido a las direcciones de institutos, instituciones y el manejo de acervos, escenarios o espacios públicos, además de designación o distribución de recursos “el que parte y recomparte…”, hoy Cata parece, lo menos, extraviado.

Desafiante se propuso como primera tarea de gobierno la revitalización de la Guelaguetza y, literal, se deshizo del Comité de Autenticidad para sustituirlo por una Comisión Cultural Comunitaria, además, integró a personas consejeras interculturales que fueron postuladas por sus propias comunidades y el Comité Organizador Interinstitucional, en donde todo mundo metió mano, desde Turismo hasta comunicación social y así nos fue.

Acusaron al Comité de Autenticidad de falta de representatividad, integrado por personales ligados a partidos o gobiernos pasados y con un tamiz poco transparente para designar delegaciones. Poco claro quedó la manera de cómo se eligieron a las delegaciones, la confección del programa y el poco o nulo respeto hacia su participación, recordemos el asunto de la intoxicación con alimentos y las quejas del mal trato de algunas de las delegaciones. Ahí, nada cambió.

Pero, además, si lo hubo, fue mínimo el avance del “rescate de tradiciones” dejándose ganar por el protagonismo de una funcionaria inculta, protagonista como Saymi Pineda, relegando a Seculta al rincón en las festividades.

Al menos en este primer año pagó la novatada, no basta con ser muy buen poeta o e impulsor cultural, eso no da credenciales para un buen administrador y la Guelaguetza dio otro pasito hacia atrás y se ha convertido “un poquito” más comercial a un año o lustro anterior.

En el asunto de la disputa en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) es la Consejería Jurídica, de Geovany Vázquez Sagrero la que ha llevado la voz cantante. Compañeros han señalado que cuando se cuestiona a Cata sobre el asunto comienza a titubear, a voltear hacia cualquier lado y, de plano, poner pies en polvorosa. ¿Qué sabe del asunto? ¿Lo estarán consultando?

Hoy mismo ha encendido otra hoguerita con el Taller Rufino Tamayo con el presunto cese de los profesores o el hacerles firmar contratos temporales. Los inconformes acusan intento de “privatizar” el espacio con las cuotas que proponen cobrar. Pero quizá lo que más duele es la falta de tacto y manejo de la comunicación social con esa acusación de “emisarios del pasado” a personas y personajes con reconocidas inclinaciones hacia la izquierda.

Un error para Víctor Cata es asumir como suyo ese discurso que baja de Palacio Nacional de que nada del pasado sirve y desaparecer de manera inmisericorde los fundamentos de las instituciones.  Así nos fue con el Insabi, con los aeropuertos, con las guarderías.

Hoy Cata blande ese discurso para golpear al Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo y arguye que se está en contra de las medidas de austeridad y “transparencia” (sic) del gobierno estatal y Morena. Dejar de invertir en la cultura NO es ahorro ni “medida de austeridad”. Tampoco se está inmerso en la desinformación, que por cierto Cata trajo un séquito de istmeños para manejar ese sector: la información.

Nada cambió en la Guelaguetza para que siguiera rampante el camino a la comercialización. Un espacio cultural manejado de manera patrimonialista como el MACO está en el ámbito jurídico, sin plan de rescate, recuperación, reapertura. No todo ha sido malo en lo realizado en el sector cultural, no todo bueno, claro que es fundamental dar un giro al sector. No es llevar la discusión al ámbito de la arena política o politiqueras como mejorará el manejo de la cultura.

Por cierto, nada sabemos aún de cómo Seculta otorga o ha otorgado apoyos a artistas, a emprendedores, a difusores. Nada de los proyectos de rescate a espacios culturas; menos aún del análisis de cómo, quién y por cuánto tiempo ha recibido o recibirá becas. Quizá ahí descubramos una cloaca. No es invitando a representantes de medios a velas istmeñas como se logrará mejor difusión cultural, es necesaria una profunda limpieza, no el “talar” pues con ello desapareces lo malo y…lo bueno.