Desastre sanitario
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BARATARIA

Desastre sanitario

 


Sin temor a exagerar, sin duda la ciudad de Oaxaca debate en los límites de un desastre ecológico y sanitario de alcances inimaginables. Se juega con fuego contra la salud de los habitantes y tanto la ciudadanía como los funcionarios no lo perciben o voltean para otro lado.

Por el territorio urbano cruzan los lechos de dos grandes ríos: el Atoyac y el Salado sobre los cuales arrojan sus aguas negras al menos 37 municipios metropolitanos sin el mayor tratamiento o recato. En el Diagnóstico de la subcuenca Atoyac-Salado de la Secretaría de Medio Ambiente, Biodiversidad, Energías y Sostenibilidad de 2021 se da cuenta de 378 sitios como fuente de contaminación y, en la mayoría, se observaron dos y hasta tres fuentes de contaminación en el mismo sitio, “intensificando los efectos negativos” de esa corrupción.

Ambientalistas han indicado en varios momentos a EL IMPARCIAL, El mejor diario de Oaxaca que ambos ríos reciben en promedio 250 litros por segundo de aguas negras. En la recomendación 19/2020 de noviembre de 2020 emitida por la CNDH se señala que la calidad de dicho cuerpo de agua (río Atoyac) “varía de aceptable a fuertemente contaminado, resaltando el mayor nivel de contaminación en la zona metropolitana de la ciudad de Oaxaca de Juárez”.

Además, basta hacer un recorrido por las riberas de ambos trazos y es posible observar los múltiples tiraderos de residuos sólidos y de producto de cascajo de construcción, dispuestos en las riberas de los ríos sin control alguno, destacando un aumento de evidente contaminación.

Por más de 8 meses permaneció un gran tiradero a cielo abierto en uno de los márgenes del Atoyac en plena zona urbana, con más de 3 mil 500 toneladas de desechos de todo tipo que originaba contaminación del aire, de la tierra y del río con los lixiviados que penetraban al lecho.

Ello obligó, por ejemplo, a limitar clases en escuelas cercanas; afectó las actividades comerciales de miles de locatarios y personas que llegaban a los tianguis, zona de madera y locales del Mercado de Abasto. Además, los automovilistas que habitualmente usan la vía aledaña debieron soportar olores nauseabundos, moscos, contaminación.

Con el retiro de basura, el problema no se ha terminado, los desechos han dejado su huella en la zona, más aún porque, sin control, con toda seguridad se llevaron ahí desechos que debieron haber obtenido un trato sanitario especial y por lo cual organizaciones sindicales cobraban a hospitales, unidades médicas, talleres automotrices, entre otros muchos.

Hoy está acéfala una de las instancias del gobierno estatal que deberían velar por la salud ambiental del estado y la ciudad. Desde el 5 de julio, hace 10 día, renunció José Ernesto Ruiz López a la Procuraduría de Protección al Ambiente del Estado de Oaxaca (Propaeo) y no corre prisa al gobierno jarista para hallar sustituto.

La Propaeo se creó como cuota política de Alejandro Murat para el que en ese entonces era su aliado: el Partido Verde Ecologista de México (PVEM); de hecho, Ruiz López es militante de ese partido y en el lapso de año y cuatro meses su puesto pasó de noche. La designación del funcionario se efectuó en marzo de 2022 y debió concluir en marzo de 2026. Pero nada dijo ni actuó en contra de los tiraderos que se han multiplicado en la ciudad por la crisis de basura ni en defensa de los ríos.

Sin embargo, tampoco nada han hecho, por ejemplo, las comisiones estatal y nacional del Agua para defender a ambos cuerpos. Menos funcionarios como los titulares o las delegaciones de la Secretaría de medio ambiente y recursos naturales, federal, o Karime Unda Harp, de la Secretaría de Medio Ambiente, Biodiversidad, Energías y Sostenibilidad.

Y van ejemplos: han transcurrido meses, en verdad meses, con una inmensa laguna en la calle Canal, detrás del encierro del ADO y el Sam’s Oaxaca, en el sur de la ciudad. Justo frente al cuartel municipal inconcluso, el cual también fue utilizado como basurero en octubre, noviembre del año pasado, al inicio de la crisis de basura.

En esa zona, además, en el cruce de La Campiña y Río Salado llegan a descargar cisternas que cobran por vaciar fosas sépticas que abundan por toda la ciudad. Impunemente, las 24 horas del día es factible testimoniar la descarga de desechos en ese lugar. Pipas sacan sus mangueras y, como tripas, inyectan los desechos hacia el drenaje citadino y que conecta con el Salado, por ello los naeseabundos olores en la zona.

Hasta donde sabemos, ninguna dependencia o autoridad ambiental supervisa el tipo de desechos que trasladan las cisternas, hacia dónde van a parar las descargas. Lo que es cierto, basta pararse en por la colonia Satélite, los límites de Ciudad Universitaria o, incluso los espacios deportivos de la UABJO o la Ex Hacienda de Candiani para percibir los olores y estimar el daño a la salud que los desechos están causando a los habitantes de esas colonias y para quienes acuden a los centros comerciales, distribuidoras de automóviles o el centro escolar que se ubica en ese perímetro.

La ciudad y el estado afrontan un peligroso repunte en casos de dengue; la entidad lidera en cifras de muertes por ese mal en el país. Tener agua estancada por los rumbos de CU y una pestilente laguna a un lado de donde descargan desechos orgánicos extraídos de fosas sépticas se constituye en un gran riesgo a la salud.

Pero parece que ese punto está en otro planeta, y no a kilómetro y medio del Auditorio Guelaguetza.

¿Sabrán esto los miles de visitantes?