5 de mayo: ‘Patria, antes que partido’
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Opinión

 5 de mayo: ‘Patria, antes que partido’

 


“Tenemos sobre los mexicanos tal superioridad de raza, organización, disciplina, moralidad y elevación de sentimientos, que os ruego digáis al emperador que a partir de este momento, y a la cabeza de seis mil soldados, soy el amo de México … Estoy convencido de que la monarquía, como yo lo he escrito, es el solo gobierno que conviene a México”.

Fue el mensaje que envió Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, a Napoleón III el 26 de abril de 1862, durante la intervención francesa, un día antes de su avance militar en contra de México y su gobierno, cuyo presidente era Benito Juárez García.

Por entonces todo el país contaba con 8.8 millones de habitantes. (Tras la invasión francesa en 1868 era de 8,396 millones).

Convencido el militar francés de que el Ejército Mexicano era débil y la población proclive a sus intenciones, avanzó con la intención de hacerse de México e imponer una monarquía como gobierno; pero también tenían ambiciones expansionistas y, sobre todo, neutralizar a Estados Unidos al apoyar desde México a los “rebeldes sureños” en su guerra interna.

Pero no. Luego de su fracaso militar el 5 de mayo en Puebla, el mismo general Lorencez escribiría a Napoleón III un punto y aparte de la intervención. Francia sufrió ese día uno de los más severos reveses de su historia militar en Puebla, México: El Ejército mexicano derrotó al ejército más poderoso del mundo.

Dramático, Lorencez escribió: “…Ahora más que nunca debemos convencernos de que aquí no tenemos a nadie de nuestra parte. El partido moderado no existe, el reaccionario se reduce a nada y es odioso. Los liberales se han distribuido los bienes del clero, los cuales constituyen la mayor parte de México…

“Nadie desea la monarquía, ni siquiera los reaccionarios. Todos los mexicanos están infatuados de las ideas liberales más extremas y estrechas. Serán absorbidos por los americanos y aceptarán ese destino prefiriéndolo a la monarquía”.

El conflicto internacional surgió como consecuencia de la grave crisis económica en que quedó el país, como consecuencia de la Guerra de Reforma de 1858 -1861, entre conservadores y liberales.

Los liberales, encabezados por Benito Juárez, preferían la ruta de las leyes: Las leyes de Reforma. La separación de la Iglesia y el Estado; la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la libertad de cultos y libertad de imprenta. Los conservadores no querían perder privilegios y haberes.

El país estaba en crisis económica. No había recursos para gobernar y mucho menos ingresos para crear una hacienda nacional.

Esto llevó a que en julio de 1861 el presidente Juárez solicitara un plazo de dos años para el pago de deudas. Francia, Inglaterra y España rechazaron esta petición y firmaron un acuerdo en la Convención de Londres: Que los tres países enviarían militares para intervenir en México.

Urgente, Juárez envió a Manuel Doblado, su secretario de Relaciones Exteriores, para dialogar con ellos. Éste consiguió, mediante los Tratados de la Soledad, que tanto España como Inglaterra desistieran del pacto de guerra y que el gobierno mexicano se comprometió a pagar en el tiempo acordado: dos años.

Pero el gobierno francés no desistió de su ambición expansionista, quiso aprovechar la situación del país y no cumplió con lo pactado en La Soledad y comenzó una invasión armada en México.

Juárez reunió a sus fuerzas militares con la instrucción de luchar en contra de los franceses que ya estaban cerca de la capital del país. Para enfrentarlos nombró como jefe del creado Ejército de Oriente a Ignacio Zaragoza, apoyado por los generales Porfirio Díaz, Miguel Negrete, Felipe Berriozábal, Antonio Álvarez, Félix Díaz…

En abril de 1862, desde Córdoba, Veracruz, los franceses emprendieron la campaña militar hacia el centro de la República. La primera batalla importante tuvo lugar el 28 de abril en las Cumbres de Acultzingo, Veracruz. Sin pena ni gloria para ninguna de las dos partes. Los franceses siguieron su ruta trazada: Puebla y luego la Ciudad de México.

Ignacio Zaragoza organizó a sus fuerzas militares y estratégicamente encumbró a gran parte de su ejército en las alturas de los fuertes de Loreto y Guadalupe. El general Lorencez calculó sus fuerzas de seis mil hombres y rodeó a los mexicanos.

A las 9 de la mañana del lunes 5 de mayo de 1862, con el disparo de un cañón mexicano dio inicio la batalla de Puebla. Lorencez y los Zuavos concentraron sus fuerzas hacia el Fuerte de Guadalupe y lanzaron un primer embate. A pesar de la superioridad en armamento de las fuerzas francesas, estas fueron contenidas por las tropas mexicanas.

‘El ataque francés hacia el Fuerte de Guadalupe se repitió dos veces más, sin embargo, los soldados mexicanos lograron rechazarlos en ambas ocasiones y provocar con ello la retirada francesa.

‘La primera carga de los franceses fue detenida por los indígenas voluntarios, originarios de Tetela del Río (hoy Tetela de Ocampo), que conformaban el grueso del batallón con 115 hombres, que junto con el coronel Juan Nepomuceno Méndez, fue el primer cuerpo del Ejército de Oriente en hacer frente a los franceses.

‘El General Zaragoza dispuso que la brigada de Porfirio Díaz constituida por los Batallones de Guardia Nacional de Oaxaca, Guerrero y Morelos cubrieron el acceso a la ciudad por el camino de Veracruz. Los generales Felipe Benicio Berriozábal, Francisco Lamadrid y Antonio Álvarez comandaron la defensa del flanco derecho del fuerte de Guadalupe con las tropas del Estado de México y San Luis Potosí…

‘El lado izquierdo, en el cerro de Acueyametepec en el norte de la ciudad y en cuya cumbre se ubicaban los Fuertes de Loreto y Guadalupe, con el general Miguel Negrete a la cabeza de la Segunda División de Infantería, el resto de artillería con el general Santiago Tapia dentro de Puebla, además del general Ignacio Mejía, el coronel José Solís, entre otros.

‘Estos militares mexicanos junto con grupos voluntarios de poblaciones indígenas como los zacapoaxtlas, xochiapulcos y los tetelenses, entre otros.

(El general Miguel Negrete acudió al llamado de Juárez a incorporarse a la defensa del país. Provenía del grupo conservador, pero estaba convencido de que el país estaba en peligro y había que salvarlo. Se puso a disposición de Zaragoza afirmando: “Yo tengo patria antes que partido”).

La batalla fue cruenta. Pero los mexicanos resistieron los embates y avanzaron siempre en contra del ejército francés.

En Palacio Nacional había tensión. Juárez quería saber el estado de la situación. Lo último que se sabía de Puebla fue el telegrama enviado por Zaragoza hacia las 12.30 del día, en el informaba que el fuego de artillería de ambos lados había iniciado; luego silencio, hasta las 4:15 de la tarde finalmente se recibieron noticias y a las 5:49 de la tarde el ministro de Guerra recibió otro parte, el que se recibió con júbilo: Era el aviso del retiro del ejército francés: “… Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión…

“Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase Vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente. [Firma] I. Zaragoza”.

Las armas nacionales se cubrieron de gloria en una lucha militar en la que las fuerzas de Francia no pudieron con el ánimo nacional. Ese día todos los mexicanos recuperaron la confianza en sí y en su gobierno.

Pero aún había que transitar un largo camino antes de concluir la ambición francesa. En 1864 envió Napoleón III a un emperador: Maximiliano y a su esposa Carlota Amalia… Pero ese es otro increíble y triste episodio en la historia mexicana.

“Al estallido del cañón mortífero corrían los zuavos en gran confusión y les gritaban todos los chinacos: ¡Vengan, traidores! ¡Tengan su Intervención! Con Tamariz y Márquez se entendieron, les ayudó el traidor de Miramón, y los chinacos, bravos, se batieron inundando de gloria la Nación. ¡Alto al fuego! Ya corren los traidores, ni vergüenza tuvieron ni pudor. ¡Toquen diana! clarines y tambores, un día de gloria, la patria que triunfó.” (Canción de la época, en Vicente T. Mendoza).