LA ENTREGA DE LA BANDA  PRESIDENCIAL FRENTE A  LA DEL BASTÓN DE MANDO
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LA ENTREGA DE LA BANDA  PRESIDENCIAL FRENTE A  LA DEL BASTÓN DE MANDO

 


La ruta política del país, de acuerdo a los resultados en las dos tendencias representativas a del oficialismo, es el banderazo de inicio de la contienda constitucional por la presidencia, sujeta a los vaivenes de un electorado inmerso aun en el liderazgo del presidente López Obrador, que es aún un factor de influencia relevante en este proceso sujeto a los tropiezos propios de la capa terminal de su discutido encargo.     

Se introdujo, por parte del presidente, la entrega alegórica del bastón de mando, considerado como un insignia de autoridad suprema que, políticamente, simboliza la autoridad de quien la ejerce en la organización comunitaria, tanto de orden espiritual como político; como tal cuando se entrega lleva consigo, según los estudios sobre el tema, la confianza que la comunidad deposita en quien ha sido elegido por la asamblea y, sobre todo, que quien lo recibe acatará la voluntad de la comunidad de acuerdo con los usos y costumbres.

Por su parte, Xóchilt Gálvez, al referirse a este evento aseguró que a ella, el presidente le entregará la banda presidencial que, como tal,  representa en nuestro país la entrega del poder político civil del pueblo de México y de quien la recibe que, en este caso seguramente será una mujer, fue electa por el voto ciudadano de los mexicanos que asumirá como imperativo de la voluntad de quien lo designa, el pueblo, el “que acatará la Constitución y las  leyes que de ella emanen, mirando siempre por el bienestar del pueblo”.

Las diferencias de los objetivos de los que simbolizan dos actos de entrega del poder comunitario, entre el de usos y costumbres con la entrega del bastón de mando y el sistema constitucional de entrega de la banda presidencial, resaltan desde luego, la primera comprende lo espiritual y lo político, en las comunidades se traduce en la participación que tiene en actos religiosos y las órdenes o sanciones que imponen en asambleas o comités de notables por hechos nocivos a miembros de la comunidad o al colectivo; En cambio en el segundo caso, el poder que se ejerce es laico y ajeno a cualquier cuestión espiritual religiosa, conforme a la orden jurídico mexicano.

Otro elemento esencial que las distingue es el relacionado con el compromiso que implican esos actos que ahora se patentizan con intensidad, en lo que se refiere a la entrega del bastón de mando que llevó a cabo el presidente con un mero objetivo, el político mediático, con doble efecto, por una parte, justifica sus acciones bajo el supuesto de los usos y costumbres y el compromiso de quien lo recibió de continuarlo bajo esa visión de resultar electa.  

Los usos y costumbres hoy llamados sistemas normativos están previstos en la constitución como propios de los pueblos, comunidades indígenas y afromexicanas, en cuanto a su observancia al interior de las mismas en todo aquello que no atente  en contra de los derechos humanos o de la propia constitución, es decir su observancia está sujeta a esos lineamientos constitucionales y desglosados en la ley reglamentaria que comprende, los derechos individuales de sus miembros, los colectivos, culturales y de servicios y aspectos de procedimiento en cuanto a conflictos.

Por otra parte, la Constitución establece que el presidente, al tomar posesión de su cargo, prestará ante el Congreso de la Unión o ante la Comisión Permanente, en los recesos de aquél, la siguiente protesta: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión, y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande”.

De estos elementos se desprenden consecuencias de lo que es el quehacer del presidente de la República desde el punto de vista formal, es decir, lo que debe hacer como tal durante su desempeño como tal una vez que ha tomado posesión y le es impuesta la vadera nacional que es el elemento esencial para ejercer la autoridad en los términos comprometidos con el orden jurídico nacional.

El presidente de la República no puede estar sujeto en el ejercicio de su mandato a usos o costumbres, pues su compromiso es velar que las comunidades y pueblos indígenas los conserven y apliquen a su interior, pero la constitución no le faculta para ejercer su mandato bajo un sistema normativo interno, sino a la Constitución, pues no reconoce la Carta Fundamental ningún sistema de usos y costumbres nacional.

De ahí que prevalezca la Constitución sobre los usos y costumbres y sobre cualquier otro compromiso ajeno, pues gobernar bajo esa visión, implica en sí una violación al sistema federal republicano democrático que tiene México y de ahí se derivan las constantes violaciones y atentados contra las institucionales que garantizan y tutelan ese sistema Republicano, como sucede con los poderes judiciales, el INE, el organismo de transparencia, la educación, inseguridad, manejados bajo los usos y costumbres de un gobernante y erosionando lo que se le opone.

Esas son las opciones en que transita la ciudadanía de México en el próximo proceso electoral, la voluntad sin límite del presidente o el mandato constitucional.

 

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