La marcha ciudadana
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Opinión

La marcha ciudadana

 


Ruth Zavaleta Salgado / EXCELSIOR

La marcha del domingo 13 de noviembre fue un éxito por la presencia numérica, pero, sobre todo, por la reactivación de la alianza de los partidos opositores. Todo parece indicar que el PRI, PAN, PRD y MC van unidos contra la reforma constitucional para desaparecer al INE, entonces, Morena y sus aliados no tienen los votos suficientes para hacerlo.

La marcha también fue una señal de miles de ciudadanos: están dispuestos a ejercer su libertad para expresar su inconformidad, independientemente de que los partidos políticos se pongan de acuerdo o no. Es decir, la marcha no la organizó nadie, aunque sí la convocaron muchos. 

Como una buena marcha de ciudadanos libres,  se vio desordenada, jubilosa y retadora. De hecho, no fue una marcha, fueron varias marchas, pero las filas más numerosas fueron las de los jóvenes, ésos que no habían salido como lo hicieron los que eran estudiantes de CEU en 1986, o de los movimientos sindicales de 1987, o del movimiento político de 1988. Pero ese domingo 13 salieron llenos de energía a defender la causa que los convocó: “El INE no se toca”.

Sin lugar a dudas, esa juventud sin ataduras fue lo que más enojó al Presidente y a algunos miembros de su partido, pero no al senador Ricardo Monreal, quien, acertadamente opinó que no se puede aprobar ningún cambio que signifique un retroceso para la democracia. Para descalificar la marcha algunos actores políticos de Morena expresaron que “ni veían ni contaban” a los que asistieron, paradójicamente, algo muy parecido había dicho un expresidente de la República, cuando la oposición perredista se manifestó en contra del fraude de 1988: “Ni los veo ni los oigo”.

Sin embargo, eso no importa, lo que importa es que, por ahora, el INE se encuentra a salvo, pero, quizás, no por mucho tiempo. Dice el Presidente de la República que tiene un plan B. Quiere hacer lo mismo que realizó cuando no fue aprobada la reforma constitucional en materia eléctrica, quiere que se reformen las leyes secundarias en materia electoral a sabiendas de que son inconstitucionales. Recordemos que, en aquel entonces, el pleno de la Suprema Corte de Justicia fue sometido con el voto de cuatro ministros y ministras. 

Hoy, ¿quieren hacer lo mismo? No se ve tan sencillo. Ante la dificultad, el líder de Morena en la Cámara de Diputados, Ignacio Mier, ha declarado que no harán cambios por encima de la Constitución. Esperemos que así sea, sin embargo, aún no lo sabemos porque no han presentado las iniciativas de reformas a esas siete leyes que mencionó.

Pero también declaró que lo que ya tienen planeado es la sustitución de los cuatro consejeros que terminan su periodo en el Consejo, uno de ellos es el presidente, Lorenzo Córdova. Es decir, como sea, Morena pretende hacerse del consejo (aunque dicen que respetarán el proceso para los nuevos nombramientos, es difícil creerles).

Por lo pronto, bajo el pretexto de que “el pueblo se lo pide”, el presidente López Obrador ya convocó a su marcha. Nadie es propietario de la calle, se puede manifestar quien crea que tiene que hacerlo, pero como dice mi amigo Adrián Rueda en estos mismos espacios, regularmente, quienes utilizan ese mecanismo para manifestar alguna inconformidad, es la oposición y no el gobierno. 

Pero esto no debe extrañarnos, el Presidente sabe hacer más marchas que acciones de gobierno. Así quedó claro después de las filtraciones del hackeo Guacamaya, sobre la agenda del Presidente: sus actividades giran en torno a las conferencias de las mañanas y en pocas ocasiones tiene otras actividades. 

De esta forma, los temas que más afectan a los ciudadanos son sepultados bajo las coléricas reacciones del Presidente en contra de quienes no piensan igual que él. Precisamente, fue lo que hizo con la marcha del domingo, él fue el mejor promotor de la misma al insistir todos los días (durante toda la semana previa a la marcha) en descalificar, con apodos y burlas, a quienes señaló como los convocantes. Lamentablemente, para el Presidente, hoy pelea con una sombra que refleja miles de ciudadanos dispuestos a alzar la voz ante los riesgos de retroceso democrático.