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Opinión

Gobernar desde los medios

 


Una de las principales reglas que todo consultor en comunicación debe respetar, sobre todo quien se encuentra dedicado al ámbito político, es la de respetar el ideario de la persona a quien asesora.  

El consultor debe mostrar esas ideas bajo una línea estratégica que permita a las y los ciudadanos identificar un proyecto que al menos intente hacer frente a los principales problemas que aquejan al país. 

A propósito de lo anterior, el presidente López Obrador tiene ideas sobre lo que el país necesita para hacerlo un mejor lugar. Un país en el que, para el bien de todos, deben ser primero los pobres, que en materia energética produzca los combustibles que se requieren, que el turismo sea una de sus principales vocaciones y que norte, centro y sur del país estén conectados vía terrestre. También sueña con convertir a México en la zona comercial que conecte al Pacífico con el Atlántico, y que en tanto esto se logra, el desempleo disminuya sembrando árboles para reforestar al país y las comunidades marginadas construyan caminos comunitarios para comercializar sus principales productos agrícolas y artesanales. 

¿Quién se podría oponer a estos proyectos? Es el propio presidente el que responde que son los enemigos de su gobierno, quienes identificados como conservadores y neoliberales del pasado reciente se resisten a aceptar que sus ideas son las mejores para cambiar al país. 

Ser conservador o neoliberal, no es más que otra postura ideológica que también ha aportado ideas para resolver los principales problemas que aquejan al país. Sin embargo, esta confrontación ha estado presente en muchos episodios de la historia de México. El problema radica en que la ideología se ha convertido en un elemento para generar una confrontación de cúpulas y no en una verdadera conciliación que tenga como utilidad definir las prioridades para el país.  

En ambos bloques no existe una propuesta para elevar el nivel de ciudadanía y ello genera que no mejore la calidad del debate, no se reconoce que hay ideas viables que sirven para construir políticas públicas que son eficaces y otras; que fracasan y que es necesario modificarlas. Para lograrlo, no es necesario un adoctrinamiento ideológico, sólo con aportar elementos que sirvan para realizar un análisis razonable es suficiente. 

En su conjunto, han sido la mayoría de los gobernantes quienes han recurrido a algún tipo de estrategia comunicacional, publicitaria o de mercadotecnia para mostrar que sus ideas son las mejores. Lo han hecho a través de frases, spots comerciales o con elaboradas combinaciones tácticas y ahora; con la incorporación de las redes sociales, solo aparentan que las y los ciudadanos abonan a la solución de los principales problemas, sólo con emitir sus opiniones, como lo establece el ideal democrático, aunque no existan receptores que quieran escuchar.  

Los políticos articulan planes y proyectos, y está claro que el problema radica en su ejecución, una muestra de ello ocurre cuando se difunden los errores de una obra que pretendió ser emblemática en el gobierno de Enrique Peña Nieto, la construcción del Tren Suburbano México-Toluca, que pasó de un costo original de 38 mil millones a 103 mil millones de pesos y de la que aún no se puede definir su fecha de conclusión. Casos similares también ocurren en los proyectos estratégicos de esta administración, al menos eso se percibe cuando se muestran las constantes inundaciones en el proyecto de la refinería de Dos Bocas o cuando se anuncia que debe cambiar el trazo original del Tren Maya o simplemente cuando se conocen los sobrecostos de estas obras. 

El argumento regular ante estos anuncios, sería que son consecuencia de la corrupción que aqueja al país, pero paradójicamente son planes de obras de ambos bloques, de los neoliberales que ya se fueron y de los liberales que llegaron.