¿Y ahora qué hacemos con la clase media?
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Opinión

¿Y ahora qué hacemos con la clase media?

 


Por Jesús Emilio de Leo

Hace unos días un grupo de ciudadanos convertidos en analistas reunidos en un café, se lamentaban del rumbo del país ocasionado por los discursos y dichos del presidente. Se cuestionaban sobre su forma de pensar e intentaban diseccionar el resultado electoral de las pasadas elecciones para encontrar sus causas y probables consecuencias. En sus proyecciones, un escenario catastrófico sustituía a otro negativo, en síntesis, no percibían ningún escenario alentador para el porvenir del país.
Muy a propósito de la fatalidad de las proyecciones, es necesario señalar que hoy se conmemoran 62 años de la muerte de Samuel Ramos, a quien se le considera el iniciador de la “filosofía de lo mexicano” y fundador de la cátedra de Historia de la filosofía en México en la Universidad Nacional Autónoma de México. Al igual que Daniel Cosío Villegas, fue promotor de la protección a los exiliados españoles, quienes a su llegada a México contribuyeron a conformar el Colegio Nacional y a incrementar el acervo editorial nacional al traducir textos fundamentales impresos por el Fondo de Cultura Económica.
Su texto más reconocido es “El perfil del hombre y la cultura en México”, en el cual realiza un análisis del mexicano y su cultura; e intenta desarrollar una caracterología del mexicano. Apoyado del psicoanálisis, afirma que el mexicano continuamente se desvaloriza, ya que se siente inferior frente a los principales retos que le presenta el porvenir. Las razones a esta autopercepción, las detalla en los capítulos de su obra, en los cuales diserta acerca de la imitación que México hizo de Europa durante el siglo XIX, la influencia que representó lo francés, la conformación de nuestra cultura criolla y la conformación de nuestro sistema educativo.
En una frase lapidaria y citando a Platón, Ramos sentencia que “el Estado es una imagen agrandada del individuo” y agrega que el mexicano se comporta en su mundo privado lo mismo que en la vida pública. Si lo anterior fuera cierto, entonces la respuesta a los constantes cuestionamientos realizados al presidente, es la propia sociedad, que Ramos secciona al ubicar en nuestro país a quienes han sido segregados de las grandes ciudades, a los habitantes de las ciudades y a quienes se ostentan como burgueses. Lo anterior, también es denotativo de una sociedad patriarcal y que en muchos casos se enfoca a una continua actividad práctica carente de planeación con una idea generalizada que el hacerse notar dentro de la sociedad radica en la valentía y en el poder que se puede ostentar. Incluso Ramos llega a afirmar que “la sociedad se aloja en un mundo ficticio por lo cual tiene una susceptibilidad a la crítica, anticipándose a la maledicencia contra el prójimo”, circunstancia a la que le atribuye el actuar individualista mexicano.
Coincidentemente con lo hasta aquí descrito, la semana pasada, diversos medios de comunicación reprodujeron que el presidente López Obrador afirmó en una conferencia mañanera que la clase media está compuesta por aspiracionistas sin escrúpulos morales y en complemento a lo anterior, precisó que era necesario implementar una doctrina humanista para promover una clase media fraterna y no individualizada. Esto último no es muy diferente a la propuesta que Ramos concibió en 1952, la cual sugiere que los países en desarrollo tienen que organizar primero su existencia material para promover posteriormente un desarrollo intelectual. Sesenta y nueve años después, México es una de las primeras veinte economías del mundo, aún con lo perfectible que puede ser nuestra política y las debilidades que presenta nuestro modelo educativo, sin embargo, es necesario trazar la ruta para definir el país que se pretende construir para los próximos años.