Feminismo islámico
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Opinión

Feminismo islámico

 


Por Nofret Berenice Hernández Vilchis

¿Pueden ser compatibles el feminismo y el islam? La respuesta corta es sí. La respuesta larga requiere explicar por qué, incluso para una buena parte de las feministas que practican el islam, el concepto de feminismo islámico es incompatible, un oxímoron.

El feminismo tuvo sus inicios junto con los albores de la Revolución francesa. Olympe de Gouges, una de las precursoras de este movimiento, escribió en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en reacción a la evidente indiferencia de los hombres de su época que al escribir la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano no tomaron en cuenta a las mujeres, sólo por ser mujeres.

De esta manera la mitad de la población quedó fuera de cualquier ley que protegiera sus derechos en lo público como en lo privado. En consecuencia, el feminismo es una lucha que comenzó en un contexto occidental, una lucha para que las mujeres pudieran votar, trabajar, estudiar, divorciarse, manejar sus finanzas, decidir cómo heredar su patrimonio y obtener la custodia de sus hijos.

Para algunas de estas feministas “occidentalizadas” es inconcebible que una mujer utilice velo y se diga feminista. Sin embargo, las feministas -y las mujeres- musulmanas responden atinadamente que es igual de violento, machista y patriarcal obligar a una mujer a usar una prenda como obligarla a deshacerse de ella. Una mujer musulmana que se piensa y define como feminista tiene un problema con el concepto y con la etiqueta de feminismo islámico porque lo considera una importación extranjera, una imposición colonial, un corsé que le exige occidentalizarse para ser aceptada como una “verdadera feminista”.

Algunas de las feministas musulmanas, al igual que algunas de las feministas latinoamericanas, comprenden que la lucha va más allá de la igualdad de salario y de las cuotas de género. La lucha debe incluir visibilizar la interseccionalidad en la que múltiples discriminaciones tienen lugar. Las mujeres mexicanas son sexualizadas y exotizadas por ser “hot latinas”, las mujeres musulmanas son consideradas sumisas por el simple hecho de portar un velo sobre su cabeza. A ambas se les despoja de cualquier tipo de agencia sólo por ser mujeres “no blancas”, “no occidentales”. A ambas se les encasilla provenientes de una “cultura menor y subdesarrollada” que les impide liberarse de la opresión patriarcal por sí mismas.

Suponer que la cultura latina o que la cultura árabe o que la religión islámica o la cultura africana o la religión hinduista son “más machistas”, resulta racista. El feminismo es una lucha no sólo por la igualdad de los derechos de las mujeres, sino también una lucha por acabar con la marginalización de las minorías, una lucha contra el racismo y la incomprensión de las diferencias. El feminismo es una lucha incluyente que busca la construcción de espacios interculturales de respeto.

Es un error encorsetar al feminismo en sus orígenes. Sí, fueron mujeres blancas occidentales las que iniciaron la lucha, pero ahora toca comprender las realidades de las mujeres de la periferia cultural. Comprender la cotidianidad de la mujer afroamericana, de la indígena, de la musulmana, de la árabe, la asiática, la lesbiana, la transexual, la migrante, la afroamericana, nos ayudará a combatir las raíces de un sistema que oprime todo aquello que no encuadre con el modelo de ciudadano: el hombre blanco burgués.

 

Profesora de cátedra del Tecnológico de Monterrey, región Centro-Sur

La opinión expresada en este artículo es responsabilidad de la autora y no refleja el punto de vista del Tecnológico de Monterrey.