El camino de la democracia
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

El camino de la democracia

 


Por  Valentín Sosa*

 

El Primer Ministro británico y héroe de la Segunda Guerra Mundial Winston Churchill acusaba a la democracia de ser el peor sistema de gobierno pero exceptuando todos los demás. En este panorama pareciera justo entender a la democracia como un sistema de gobierno imperfecto, criticable e inclusive poco deseado en algunas ocasiones, sin embargo, aún con esto en contra no en vano la democracia cuenta con defensores que son capaces de privilegiar sus virtudes. Me explico:

 

En la década de los setenta el politólogo estadounidense Robert Dahl publicaba su obra La Poliarquía, la cual entre muchas cosas, servía como una reflexión necesaria para entender a las democracias contemporáneas. Entre otras cosas, Dahl proponía su concepto criticando de alguna manera el término de democracia al considerarlo demasiado ideal, aspiracional y hasta cierto punto, utópico; por lo que las poliarquías -para él pequeños grupos que peleaban por el poder- era un concepto que describía de mejor manera a las sociedades contemporáneas.

 

Dahl y posteriormente otros autores de la talla de Giovanni Sartori, Arend Lijphart entre muchos más, discutían en torno a la democracia y si bien todos ellos acusaban sus grandes problemas también concluían de alguna manera similar que sus virtudes, como la transición pacífica del poder, la tolerancia a la oposición y la preponderancia de los gobiernos civiles, la colocaban como el sistema de gobierno que habría que defender tanto en la teoría como en la práctica. Ante esto, la democracia va por delante con puntos a favor por encima de otras formas de gobierno.

 

El tema de la democracia en nuestro país es fundamental porque después del 2000 con la idea de cambio al sacar al partido hegemónico de la silla presidencial el ánimo de que el sistema mejoraría inundaba las calles, sin embargo, el descontento en la opinión pública (no sin justa razón) evidenciaba conforme avanzaban los años y las elecciones la decepción al sistema. Casos de corrupción, falta de representación y de resolución de problemas estructurales, entre más, acrecentaron las críticas a los partidos, y al sistema democrático mexicano en general.

 

Las críticas a la democracia, incluso desde las altas esferas de discusión académica se han hecho, a grandes problemas se han propuesto grandes soluciones que se trabajan a diario en nuestras prácticas ciudadanas, en el fortalecimiento de las instituciones y las prácticas de los actores políticos. Si bien nuestra democracia mexicana tiene muchos defectos y vicios, como el corporativismo, corrupción, clientelismo, no cabe duda que nuestra democracia venía madurando.

 

Sin embargo, los problemas que nos aquejan siguen siendo muchos: la corrupción, la falta de propuestas necesarias y justas para la ciudadanía mexicana, el tema actual del centralismo y la falta de una oposición clara desacreditan a la democracia y nos desaniman a participar, discutir, opinar. El tema de la violencia política hacia candidatos, como el asesinato de Ivonne Gallegos en Oaxaca hace unos días, recuerdan que las instituciones siguen siendo débiles y que el débil Estado de derecho mexicano acompaña los procesos electorales en nuestro país, que es peligroso ser una mujer candidata a un puesto de representación popular en nuestro país.

 

Sumado a lo anterior, los resultados que publicaban el INEGI y el INE hace unos días con relación a la Encuesta Nacional de Cultura Cívica ubicaban que en nuestro país un 40% aceptaría un gobierno militar, un dato preocupante sabiendo que la misma encuesta ilustraba que 8 de cada 10 mexicanos y mexicanas preferían un gobierno encabezado por un líder político fuerte, pero si algo nos ha enseñado la historia de la región latinoamericana es que los gobiernos militares, con sus violaciones sistemáticas a los DDHH y los gobiernos autoritarios, simplemente no son la solución a los problemas estructurales que se le asignan a las democracias.

 

En este panorama es necesario saber que pedirle y que no a la democracia, sabiendo que no todos los problemas que nos aquejan son consecuencias de ella, aún entendiéndola limitada y con grandes fallas y problemas. El tema de lo público no es para políticos fuertes ni gobiernos unipersonales, lo público corresponde a todos y todas, entendiendo que el camino de la democracia no está hecho ni mucho menos terminado, se construye todos los días.

 

Politóloga- UNAM

Contacto: [email protected]