2021, el año que nos llama a la transformación
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Opinión

2021, el año que nos llama a la transformación

 


Les saludo con mis mejores deseos de salud, bendiciones y posibilidades buenas para ustedes y sus familias en este primer domingo de 2021, un año esperado por muchas personas para dejar atrás las dificultades que el 2020 nos impuso, con retos impensables a nivel global, que acentuaron debilidades y crisis a nivel familiar y personal.

Lo cierto es que los retos siguen ahí, la pandemia sigue expandiéndose y sus efectos colaterales también, pese a la esperanza de la vacuna ya aplicándose en el personal de salud. Creo que muchas personas ya no somos las mismas. Este fin de año se sintió más el agradecimiento por aquello que antes dábamos por hecho: por la vida y la salud propia y de las personas queridas, por el sustento y por cada momento de alegría.

Y con este agradecimiento, también viene la conciencia de que el mundo sigue cambiando y lo mejor que podemos hacer es, de corto plazo adaptarnos y de mediano y largo plazo transformarlo y transformarnos con un nuevo orden más justo. Más allá de continuar extremando las medidas sanitarias para preservar la salud, se trata de hacer un nuevo pacto con nosotras, con nosotros mismos, para hacer que cada día sembremos una semilla de paz y de cambio en positivo.

Se trata de un “reseteo” con el que dejemos atrás creencias, costumbres e inercias, pesos muertos, relaciones tóxicas, consumo innecesario, que hoy sabemos que ya no funcionan ni en nuestro crecimiento personal, ni están en armonía con el entorno, y que por tanto tampoco abonan a construir un mundo mejor, que necesariamente deberá tener la igualdad entre todas las personas, como bandera.

La pandemia y el confinamiento recrudecieron la violencia familiar para millones de mujeres, niños y niñas en todo el mundo; impuso sobre sus hombros de la mayoría de mamás largas jornadas de tareas de cuidados, sin consideración alguna, mucho menos remuneración; y a tantas otras les privó de sus fuentes de ingreso. Paradójicamente, hoy existe una mayor conciencia social de lo que las mujeres aportamos a nuestras familias, comunidades y al mundo, y los gobiernos saben que sus economías y paz social dependen en buena medida de ellas. La gran pregunta es ¿Lograremos ser congruentes y hacer de la igualdad un modo de estar y de ser en el mundo?

Como yo lo veo, el 2021 nos plantea una hoja en blanco en la que tenemos dos opciones: 1) aceptar que la transformación es inminente y elegir conscientemente sumarnos a ella en nuestra mejor versión, siendo personas más justas, empáticas, igualitarias y eliminando la violencia de nuestras vidas; o 2) pagar las consecuencias de no hacerlo, porque va de por medio la salud física y mental de nuestras familias, el crecimiento económico del país y su paz social.

Particularmente en 2021, en los albores de la jornada electoral más grande en la historia de México, con más de 21 mil cargos de elección en disputa, destaca el ímpetu político de las mujeres de trabajar por sus municipios y entidades federativas, y después de años de lucha feminista y varios reveses patriarcales, al fin se consiguió sentar las bases legales para promover plenamente la paridad política. Así que muchas mujeres van con todo, para ocupar el lugar que paritariamente les corresponde en la representación política de este país, 50/50.

Muchas vamos también porque el derecho a decidir sea una realidad en todo el territorio, no solo en Ciudad de México y Oaxaca, porque la vida es preciosa y preciada, pero debe ser fruto de decisiones conscientes, libres e informadas, porque las niñas madres no deben existir (niñas violadas y forzadas en su maternidad) y porque el embarazo precoz, o el embarazo de mujeres pobres (una de cada siete personas pobres son mujeres) condena a miles de mujeres anualmente a más pobreza y violencia, traduciéndose en una vida con condiciones generalmente muy por debajo de las que vivirán su vida los propios hombres que aportaron el otro 50% de material genético en la concepción, pero muchas veces no aportan una paternidad corresponsable (recordemos que más de un tercio de las familias en México tienen a un padre ausente, en lo material y en lo emocional) y que nuestro país la tasa de incumplimiento de pensiones alimenticias es de las más altas del mundo.

Pese a este panorama complejo y retador, confío que 2021 sea un año de inflexión para el país, y en el ámbito más personal también, en la medida en que cada persona esté dispuesta a tomar conciencia y acción comprometida y corresponsable. Nuestros retos como humanidad son globales, nuestras acciones también deben trascender al beneficio personal para abonar al colectivo, y esto sólo lo podemos conseguir las anheladas justicia, libertad e igualdad sustantiva. ¡Feliz año nuevo!

*Presidente del Foro Permanente de Abogados A.C.