A las mujeres les cuesta el doble
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Opinión

A las mujeres les cuesta el doble

 


En las últimas décadas las mujeres hemos puesto todo el ímpetu, no sólo para acceder al mercado laboral, sino para hacernos competitivas y elegibles a cargos directivos. Actualmente, en todas las regiones del mundo las mujeres están superando a los hombres en la obtención de estudios universitarios. Sin embargo, en la región latinoamericana, la segunda con mayor avance en el rubro de acuerdo con datos de la ONU, sólo el 34% de los puestos directivos es ocupado por mujeres, frente al 66% que ocupan los hombres. ¿A qué responde esta brecha?

Las estructuras jerárquicas patriarcales, tanto en la familia como en la educación y en los centros de trabajo, persisten. Las reglas del juego, es decir los requisitos de elegibilidad en cargos de liderazgo las han puesto los hombres, para hombres; y aún peor, las características de liderazgo que nos han vendido y que han quedado implantadas en el imaginario colectivo, son rasgos masculinos como el exceso de confianza en ellos mismos, la voz grave al hablar, el sentido del humor; que realmente no tienen trascendencia en el desempeño del trabajo pero que generan la subestimación de las mujeres.

Es algo tan profundo, que a las mujeres también nos cuesta deconstruir estas ideas en nosotras, para desarrollar nuestro propio liderazgo, no desde los patrones patriarcales, sino siendo nosotras mismas.

También hay que considerar que muchos de los acuerdos se toman fuera del ámbito laboral, como jugando algún deporte (mayoritariamente masculino) como fútbol, golf o algún otro. Los acuerdos de bares y cantinas, para los hombres, generan la lealtad necesaria para no contemplar otro tipo de aptitudes meramente laborales.

Aunado a ello la carga de las tareas domésticas impuestas a las mujeres, las pone en la disyuntiva entre su vida personal y su carrera profesional, pues la cultura organizacional requiere el tiempo completo y aún más, de las personas que aspiren a cargos directivos, pues además la educación tiene que ser continua.

Todos estos son impedimentos, más que los que se suman en la dinámica propia de cada centro de trabajo, detienen el ascenso de las mujeres a cargos directivos y se les conoce como “techo de cristal”, un límite en la realización profesional de las mujeres que no se ve, pero no deja pasar.

Si, a las mujeres les cuesta el doble alcanzar un puesto directivo… pero por lo general lo hacen mejor. No sabemos si motivadas por esa competencia que el sistema patriarcal nos obliga a asumir para poder desarrollarnos, o si es porque el liderazgo femenino ofrece alternativas de mayor eficiencia. Por ejemplo, hay evidencia científica de que las mujeres suelen trabajar mejor en equipo, comunican mejor y con mayor horizontalidad sus ideas, empoderan a sus subordinados, y suelen ser más creativas a la hora de resolver problemas.

Estoy convencida que, si las tendencias siguen como van y si logramos desarraigar la cultura patriarcal del ámbito laboral, los hombres tendrán que cambiar su exceso de confianza para adaptarse a un mundo donde las mujeres, lentamente van ganándose las direcciones, no por carisma o amiguismos, sino por capacidades y aptitudes.