La maternidad desde el feminismo
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Opinión

La maternidad desde el feminismo

 


Hoy es día de las madres, hace 96 años que en nuestro país lo festejamos cada 10 de mayo, una fecha muy importante en el calendario de festejos de mexicanas y mexicanos, que en estos días de cambio social resulta impostergable re significar en un sentido más amplio, que abone a relaciones familiares más sanas y respetuosas. Desmitificar la figura de las madres, para re significar el valor social de la maternidad.

A lo largo de la historia, las mujeres hemos demostrado el tesón desempeñándonos en cualquier disciplina, labor o materia de estudio. Y sin embargo, cuesta todavía escuchar comentarios como “ser madre es lo más maravilloso que le puede pasar a una mujer”, lo que se traduce en que ninguno de nuestros otros esfuerzos alcanza el mérito de la plenitud, mientras no cumplamos con el rol social que nos ha sido impuesto. Simplemente, lo más maravilloso en la vida de cada mujer es vivir y disfrutar su existencia. Esto es lo que deberíamos fomentar en las niñas.

Hemos tardado demasiado tiempo en develar el maltrato detrás de esa “santificación” que se ha hecho de las madres al estilo Marga López, que promueve el sacrificio y el olvido de la propia persona como cualidades de una “buena madre”. Las madres somos mujeres de carne y hueso, con días mejores que otros, con tropiezos, dudas y anhelos personales, y ese es justamente el arte: aprender a cuidar y amar, sin dejar de ser.

Pero para llegar a ello se requiere tener cierta madurez. Qué importante es darse la oportunidad de planear la maternidad, no sólo en términos económicos, sino también psico-emocionales, porque sencillamente las niñas no pueden ni deben hacerse cargo de otras niñas.

Paradójicamente, las madres somos una figura clave para eliminar estereotipos y roles de género, que muchas de ellas han padecido en forma de violencia familiar y que parecería ser un mal heredado de generación en generación. ¿Por qué? Porque la violencia fue normalizada, y aún muchas de sus víctimas han decidido (inconscientemente) replicarla educando bajo los valores del patriarcado.

Las palabras enseñan pero el ejemplo arrastra, dice el sabio proverbio. La repartición de las tareas domésticas es un ejercicio fundamental que ilustra relaciones familiares horizontales, donde nadie es sirviente de nadie, y donde todas y todos pueden desarrollarse en cualquier ámbito.

Es más, el mismo auto cuidado que las madres tomen con su cuerpo y sus emociones, re significa su valor ante hijas, hijos y pareja. Esto es como en los aviones, nadie puede salvar a otro, si antes no se salva así mismo.

En definitiva, las madres podemos generar desde nuestro hogar el cambio que queremos ver afuera, pues a fin de cuentas realizamos quizá la labor más humanitaria que pueda existir: ser canal de vida y formar seres humanos íntegros. Deseo que aún en la sana distancia, cada madre reciba el cariño y reconocimiento de los suyos, y que cada hija e hijo profese su amor desde el respeto y la responsabilidad.