La violencia de género en los penales mixtos del país
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Opinión

La violencia de género en los penales mixtos del país

 


Estampas de la descomposición. Botones de muestra de la realidad del sistema penitenciario

Sonó mi celular. No eran ni las siete de la mañana. “Saskia por favor ayúdame. Me pasaron aquí adentro tu teléfono, yo sé que no me conoces, pero necesito tu ayuda”, escuché. Era la voz era de una mujer dentro del reclusorio. Una mujer joven. No más de veinticinco, quizá treinta años de edad, calculé. Llevaba poco de haber llegado al penal y la habían iniciado en la red de prostitución que los custodios, con algunos internos, encabezan. Ellos cobran y las mujeres privadas de la libertad “trabajan”. Fácil y cobarde.
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Me llegó un video por whatsapp de un niño de no más de dos años asfixiándose de la pulmonía que tenía. El mensaje decía: “estoy en la cárcel y mi hijo se está muriendo. No tengo acceso a médicos para él. Por favor ayúdame”.
El área médica era exclusiva para los hombres, por lo que no contaban con un doctor para atender a todos los niños viviendo en ese reclusorio. El doctor general tenía mucho trabajo en un penal que tiene más de 200% de sobrepoblación.
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Cuando llegué al penal, el director me dejó en la entrada. Ahí el que mandaba no era él, sino el jefe de plaza del cártel que controlaba ese estado. Al ingresar al área de mujeres tuve que hablar con el interno –sí, un interno- encargado de la seguridad de las mujeres privadas de la libertad. Sin quitarme los ojos de encima me dejó pasar. La conversación con Amelia, una de las chicas, duró dos horas. Cuando llegó al centro venia como esposa de un hombre del cártel rival. Dentro del reclusorio la violaron entre nueve distintos hombres. Estaban “marcando territorio”.
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Su nombre es Juana y está en la cárcel por un delito que no cometió. Llegó con ocho meses de embarazo. Cuando tenía que parir, los custodios no la llevaron a tiempo al hospital. Su bebé nació con estrés fetal y la falta de oxígeno lo llevó a ser diagnosticado con retraso mental. Al no contar con las atenciones para un menor con discapacidad dentro del centro ella tuvo que entregarle a un familiar a su chiquito.
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En México existen reclusorios que no deberían de existir y abolirlos hoy más que nunca debe ser prioridad en materia de derechos humanos y seguridad: los penales mixtos.
Los penales que albergan mujeres y hombres en un mismo espacio son centros originalmente hechos para varones, en lo que ahora también viven mujeres. Debido al crecimiento de la criminalidad femenina en los últimos años (en los últimos 18 años se ha incrementado 125%) las autoridades encuentran “solución” en esta práctica. Dentro de los centros de reinserción social varoniles se asigna un dormitorio para las mujeres, donde se levanta una división hechiza y listo, una solución mediocre que solo genera problemas y revictimiza a la población privada de la libertad sin permitir un acceso a su debida reinserción.
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Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador del Estado de México Alfredo del Mazo anunciaron la construcción dos nuevos penales en dicho estado porque hay más internos que espacios para ellos. La sobrepoblación es uno de los mayores problemas del sistema penitenciario en nuestro país.
En el Edomex, por ejemplo, hay unos 29 mil internos y capacidad para albergar solo a 13 mil de ellos. Es una buena noticia que se anuncie la construcción de nuevos penales. Es una mala que otro centro ya terminado hace más de un año, el penal de Tenancingo –que podría recibir a más de mil internos-, siga cerrado. Es una buena noticia que se hable de nuevos reclusorios. Sería una pésima noticia que se construyeran sin escuchar voces de quienes pueden aportar para que no se replique lo que tiene al sistema penitenciario descompuesto. Es una buena noticia que se busque dignificar las prisiones y a quienes viven en su interior. Es una mala que no se termine de entender la urgencia de buscar los mínimos garantes de derechos humanos: penales exclusivos para hombres y mujeres.
De los 22 centros de reclusión que hay en la entidad, más una comunidad de adolescentes en conflicto con la ley, 15 son mixtos. Hay mil 771 mujeres privadas de la libertad y 52 niños viviendo con sus mamás en prisión en 7 centros. Si nada cambia, ellas seguirán olvidadas hasta por el propio sistema penitenciario. Y con ellas, sus hijos. Mientras no haya condiciones mínimas para ellas, hablar de reinserción, seguridad y derechos humanos –aun teniendo más penales-, es solo utopía.