María Eugenia Zúñiga, una mujer de 33 años y madre de dos niñas, destaca como ejemplo de esfuerzo, valentía y amor incondicional.
Desde hace año y medio, María Eugenia se gana la vida conduciendo un taxi en las calles de Oaxaca, desafiando los estigmas de género en un oficio históricamente dominado por hombres.
“Fue una necesidad, pero también una oportunidad”, dice con determinación. Viuda y sin el complemento económico de una pareja, encontró en el volante no solo un sustento diario, sino también un medio para equilibrar su rol como madre. “El taxi me da la posibilidad de ir a dejarlas a la escuela, darles de comer y volver a trabajar. No es fácil, pero puedo estar para ellas”.
El camino no ha sido sencillo. Entre jornadas que inician a las tres de la mañana y se extienden hasta las cinco de la tarde, o trabajar de tarde y terminar de madrugada, María Eugenia enfrenta no solo el cansancio físico, sino también el riesgo constante.
“Afortunadamente nunca me ha pasado algo grave, pero sí hay acoso. Algunos te chiflan o te hacen comentarios incómodos. Y claro, siempre existe el miedo. Pero tengo que salir a buscar el sustento, con miedo y todo”.

Para protegerse, ha tejido una red de compañerismo dentro del gremio. “Cuando hago viajes largos, siempre comparto mi ubicación en tiempo real. Nos cuidamos entre todos. Saber que alguien te está vigilando hace la diferencia”.
A pesar de los retos, sus hijas son su motor. “Una vez una de mis niñas le contó a su maestro que soy taxista. Él le dijo que era un trabajo peligroso, pero que estaba bien que hiciera lo que me gusta. Eso me llenó de orgullo”. Con una sonrisa, agrega que sus pequeñas incluso la ayudan a repartir tarjetas para conseguir más servicios.
Este 10 de mayo, no espera grandes festejos. “Solo con poder llegar a casa y abrazar a mis hijas, ya es un gran día”, afirma. Su mensaje para otras madres que, como ella, luchan solas por salir adelante, es claro: “cuando uno voltea a ver a sus hijos, encuentra la fuerza. Ellos son la mayor motivación”.
Así, entre el rugir del motor y los abrazos al final de cada jornada, María Eugenia conduce su destino con valentía, construyendo un futuro digno para sus hijas y dejando huella en el camino.