A sus 50 años, Sergio Navarro es un rostro familiar en el zócalo de Oaxaca. Durante 33 años ha trabajado como aseador de calzado, oficio que inició a los 17 años tras dejar su comunidad en San Pedro Tiozoacualco, distrito de Asunción Nochixtlán, en la región Mixteca de Oaxaca, para establecerse en la capital del estado. Desde entonces, Navarro ha mantenido con orgullo y dedicación este noble trabajo que aprendió observando a sus paisanos en la Alameda de León.
Al llegar a la ciudad, sin un ingreso seguro, Sergio se inspiró al ver cómo otros trabajadores del zócalo conseguían ingresos lustrando zapatos. Compró sus instrumentos y comenzó a ofrecer sus servicios frente al hotel Monte Albán, hasta que un año después se estableció en la Plaza de la Constitución, donde ha trabajado desde entonces.
“Años atrás había un poquito más de trabajo, pero ha disminuido porque el material del calzado ha cambiado; ahora es puro material sintético”, comenta Navarro sobre los desafíos que enfrenta hoy su oficio. A pesar de los cambios y de la disminución en la demanda, continúa dedicando su tiempo a este trabajo que le ha permitido sacar adelante a su familia.

Durante su trayectoria, ha sido testigo de siete administraciones gubernamentales. Desde Heladio Ramírez hasta José Murat y, más recientemente, Alejandro Murat Hinojosa, Sergio no solo ha atendido a figuras políticas como clientes, sino también ha compartido con ellos el sentir ciudadano, convirtiéndose en una especie de puente entre el pueblo y sus líderes.
Hoy en día, una boleada cuesta 30 pesos, un contraste notable con los 2 pesos que cobraba cuando comenzó. “Los insumos han subido, son caros y el trabajo es escaso, pero hay que buscarle para mantener a la familia”, añade Navarro, quien se enorgullece de haber sostenido a su familia con su oficio. Actualmente, uno de sus hijos estudia a nivel profesional y el otro cursa el bachillerato.
A pesar de que en el centro de Oaxaca hay alrededor de 25 boleros, Sergio asegura que su técnica y estilo le han ganado una clientela fiel que sigue buscándolo. De domingo a domingo, de 8 a.m. a 8 p.m., Navarro llega con gusto a su lugar de trabajo, convencido de que el amor por su oficio ha sido recíproco y le ha permitido construir un futuro digno para su familia.