En el corazón de la vida campesina, en medio de un paisaje que ya no responde a la fertilidad de antaño, se encuentra Don Guillermo Ruiz Solano, cuya mirada y voz reflejan el pesar de un hombre cuyas manos conocen los surcos de la tierra como su propia piel. La tristeza y desesperación se dibujan en su rostro, marcado por los años de labor en el campo, mientras la falta de agua arroja sombras sobre el futuro de su actividad.
PREOCUPACIÓN EVIDENTE
La reducción drástica de la actividad agrícola se cierne sobre el horizonte, con el agua escaseando y amenazando con llevarse consigo las esperanzas de cosechas prósperas en el corto y mediano plazo. Don Guillermo, originario de Cuilápam de Guerrero, quien ha dedicado su vida a la tierra, ve con preocupación cómo apenas puede sembrar sandías en un área mínima, en un contraste doloroso con los años pasados de abundancia y trabajo fecundo.
“Ruego a Dios que nos envíe el agua”, se escucha la voz entrecortada del trabajador del campo, cuyas palabras destilan la fe de todo un pueblo que depende de la generosidad del cielo para sobrevivir. Maíz, frijol, calabaza: cultivos esenciales que penden de un hilo, esperando el milagro de la lluvia que traiga consigo la promesa de una nueva siembra y cosecha.
Mientras Don Guillermo comparte sus temores, el canto de las cigarras se alza en el ambiente, una sinfonía de esperanza que implora al cielo que se apiade de la tierra sedienta. Pero el Dios Cocijo parece renuente, y el panorama se oscurece con la incertidumbre que trae consigo la sequía persistente.
CONSECUENCIAS DRÁSTICAS
El problema de la falta de lluvias y la sequía en el estado se agudiza con cada día que pasa, y las consecuencias son inminentes. Si las nubes continúan esquivando la llamada de la tierra, el encarecimiento de los productos agrícolas será inevitable, dejando un amargo sabor en los labios de quienes dependen de la tierra para subsistir.
Ante esta crisis que amenaza con sumir al campo en la oscuridad, se hace urgente un llamado a la acción. La solidaridad y el apoyo de todos se vuelven indispensables para enfrentar este desafío que no reconoce límites ni fronteras. Es momento de unir fuerzas, de buscar soluciones creativas y sostenibles que protejan la vida y el sustento de quienes labran la tierra con amor y dedicación.
Porque solo juntos, con el compromiso de todos, podremos hacer frente a esta crisis y cultivar un futuro de prosperidad y bienestar para todos.
Con información de Adrián Gaytán
