La casa y la escuela representaron para niñas, niños y adolescentes los lugares más recurrentes de la violencia con un incremento a partir de la pandemia por Covid-19, de acuerdo al último informe sobre esta problemática en Oaxaca por la organización “World Vision”.
Mientras que las niñas y las adolescentes señalaron la casa como el espacio de mayor violencia con un 70%, a diferencia de los niños y los adolescentes con el 65%, la escuela representó en el sector masculino un 30% en comparación con el 15% en el femenino.
En la calle y otros espacios, las niñas y adolescentes señalaron un 10 y 5% de frecuencia de la violencia, respectivamente, a diferencia del 5 y 0% en los niños durante 2021, superior a los registros previos a la emergencia sanitaria.
En el informe sobre la violencia contra niñas, niños y adolescentes en Oaxaca 2021, World Vision México señaló que durante la llegada de la pandemia por Covid-19 se incrementaron los tiempos de convivencia en espacios muy concretos, al mismo tiempo que la violencia.
En este estudio, 57.67% de las personas encuestadas consideraron que la frecuencia de la violencia se ha incrementado, “lo cual revela un panorama abrumador si se considera que muchas manifestaciones de violencia no son consideradas como tal o no son reportadas por diversas circunstancias”.
Ante ello, la organización consideró necesario pensar en la violencia como un elemento complejo que se conforma a partir de la articulación de diversos factores que posibilitan su ocurrencia. “Esta siempre requiere un lugar que provea el entorno adecuado para favorecer su existencia”.
“Con la llegada de la pandemia, la cual confinó a la gente y redujo sus posibilidades de movilidad, se evidenció que no son los sitios públicos y las personas desconocidas quienes representan el mayor o único peligro para las niñas, niños y adolescentes, sino que la violencia se encontró en sitios en los que tradicionalmente se consideraba que estarían a salvo: la casa y la escuela”.
El que se haya mencionado el hogar y la escuela, señaló la organización, implica la pérdida de confianza de niñas, niños y adolescentes en dos de los lugares e instituciones más cercanas a su quehacer cotidiano, lo cual “revela no sólo el cisma que se ha gestado al interior de las sociedades, el discurso, las normas y las personas, sino también la decadencia de un sistema adultocentrista que ya no puede ocultar su existencia ni su ineficacia”.
