Las manos que por generaciones han dado forma y alma a las guitarras mexicanas enfrentan hoy una crisis sin precedentes. En pueblos como Paracho, conocido mundialmente por su tradición laudera, los talleres han comenzado a silenciarse frente a una invasión silenciosa pero contundente: guitarras de fabricación china que dominan el mercado nacional con precios imposibles de igualar.
Mientras un instrumento artesanal puede costar entre 3,000 y 7,000 pesos, las guitarras importadas, producidas en masa, se venden por menos de 1,000. Esa diferencia, más allá de lo económico, representa un desequilibrio cultural. “Nosotros no solo vendemos instrumentos, vendemos historia, identidad y sonido auténtico”, señala una artesana local.
El auge de plataformas digitales y tiendas en línea ha facilitado el acceso a estos productos asiáticos, empujando fuera del mercado a los fabricantes mexicanos. Según datos de asociaciones artesanales, la producción nacional ha caído en más de un 40% en la última década. Muchos jóvenes han abandonado el oficio ante la falta de demanda, apoyo institucional y una competencia desleal.
A pesar de los esfuerzos por preservar la tradición, con festivales y ferias artesanales, los productores denuncian que no existen políticas efectivas de protección o incentivos reales para competir en condiciones más justas. “Lo que está en riesgo no es solo el sustento de cientos de familias, sino el alma musical de una región entera”, advierten.
En Paracho, aún quedan manos tercas que resisten. El olor a madera, el canto de una cuerda recién templada y el sonido hueco de una caja en construcción siguen presentes. Pero si no se revalora lo hecho en México, el país podría perder una de sus expresiones artesanales más emblemáticas.