De la Mixteca a la comunidad científica mundial
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Los Municipios

De la Mixteca a la comunidad científica mundial

Científicos en el mundo hay muy pocos, en México son contaditos, uno de ellos, oaxaqueño, estuvo en la redacción de El Imparcial


De la Mixteca a la comunidad científica mundial | El Imparcial de Oaxaca

Romeo Pérez Ortiz, originario de San Pedro Siniyuvi, Putla Villa de Guerrero, en la región Mixteca, con apenas 36 años, es ya un aporte al mundo de las ciencias exactas, pues el 16 de junio de 2017 obtuvo su grado de doctor físico-matemático por la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, Rusia.

El maestro Francisco, “Panchito”, de Concepción del Progreso, docente que le dio matemáticas desde cuarto grado de primaria hasta tercero de secundaria en su natal Putla (seis años completitos), fue el responsable de que a él le haya gustado la materia “coco” de los estudiantes mexicanos -según datos de la prueba PISA, solamente 0.3 por ciento del alumnado nacional tiene nivel de excelencia en esta asignatura.

“No es difícil, es muy fácil estudiar matemáticas, yo siempre se lo he dicho a los alumnos, es más fácil estudiar matemáticas que historia, que derecho, nada más que el problema es que de 300 alumnos a uno le gustan las matemáticas”.

Lo dice con una naturalidad que hace dudar a sus interlocutores de haber tomado una opción educativa distinta a la que él tomó, de carreras que elegimos porque no tienen nada que ver con las matemáticas, y que son más de ciencias sociales que de fórmulas, ecuaciones, derivados, problemas inversos, operaciones de Jacobi, etcétera, cosas que solamente él y los adoradores de Baldor entienden.

La vida en ruso

Los mismos seis años que le dio clases de matemáticas el maestro “Panchito”, fueron los que ocupó en Moscú para obtener su grado de eminencia científica, en las grandes ligas de esta área educativa, pues el 80 por ciento de la bibliografía que usaba en la Facultad de Ciencias de la UNAM no estaba en inglés ni en alemán ni en francés, como pudiera pensarse, ¡estaba en ruso y no en chino!, por eso decidió irse a este país y no a Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o Francia.

“Mandé solicitud a dos universidades, a la Universidad Politécnica de San Petesburgo y a la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, en la cual me aceptaron”.

A los 30 años se fue a donde algún día se imaginó, porque sabía que allá estaba su futuro, su destino, su vida, que lo impulsó a “cruzar el charco” del éxito.

Una carta invitación que le costó 300 euros, 4 mil pesos por la visa, enviar la propuesta, aprender ruso y comprar un vuelo de 28 mil pesos, fue lo más complicado para él, pues lo demás es innato del originario de San Pedro Siniyuvi, Putla Villa de Guerrero. Orgullo oaxaqueño para el mundo.

Lo supo desde que estudiaba bachillerato en Tecomatlán, Puebla, en el Cebeta 110, pues todo lo que le enseñaban ya se lo sabía.

Incluso, tiene una deuda muy grande con esta escuela, a la que quedó de regresar para inculcar sus conocimientos adquiridos, pero con su maestría en Ciencias de la UNAM y su doctorado físico-matemático otorgado por la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, Rusia, Romeo Pérez Ortiz ya está en otro nivel, no para dar clases en un bachillerato.

Está para asesorar a instituciones educativas públicas y privadas y mejorar los planes de estudio desde la primaria, “porque en México enseñan a los niños a memorizar y no a razonar; (primero) hay que comprender porque surgen las fórmulas”.

Está para realizar aportes al mundo científico de la física y de las matemáticas, pues además de su español, ruso y mixteco, domina el francés y el inglés.

Lo mueve crear academia

Por lo pronto, sin aspavientos, con humildad lo dice, lo que quiere lograr en el corto plazo es la creación de una academia mexicana de matemáticas, al considerar que no existe algo similar en el país; y después de ello, construir el edificio donde se asiente. Y así como decidió irse a Rusia y conquistar a las eminencias mundiales en la materia, seguramente conseguirá abrir la academia, aunque antes tiene que convencer a instituciones educativas de nivel superior públicas y privadas, al Conacyt, a la SEP, al Cinvestav.

¿Y para que quiere la academia? Amplía el aporte de las matemáticas al mundo y a lo que se deben dedicar los científicos e investigadores mexicanos. “Que no solamente hagan ciencia abstracta, que no solamente se dediquen a hacer artículos abstractos, que haya laboratorios para que se investigue, en donde se aplique esta ciencia, necesitamos de gente que cree aviones, que cree refinerías, necesitamos gente que estudie la velocidad de la luz, del choque de fotones, etcétera”.

Esta tarea le va a resultar más difícil, porque aquí ya no todo depende de él, porque si bien en los seis años en Rusia se gastó entre 7 y 8 millones de pesos (otorgados por una organización política nacional), la academia y el edificio requieren que esta cantidad se multiplique a la décima potencia (igual y no existe el concepto, pero la entrevista imbuye).