En las calles del centro histórico las filas se hacían en torno a los templos, las oficinas de gobierno o en los alrededores de los negocios que desde temprana hora habían elaborado las aguas frescas de sabores varios y en donde se adornaron las mesas para la ocasión.
A la bendición de las aguas frescas en el templo del Carmen Alto se sumaron las súplicas porque no falte el agua potable en las comunidades que sufren por ella, porque haya lluvias y porque aprendamos a cuidar este recurso o bien común.
En las últimas décadas, la tradición católica del Viernes de Samaritana, que era única de la ciudad de Oaxaca, no solo se ha popularizado y extendido a otros municipios, también se ha convertido en la ocasión para que la feligresía invite a la reflexión sobre sus creencias y las necesidades de la humanidad. Esto especialmente en un municipio y estado en los que las reservas de agua han disminuido en los últimos años y en los que la demanda del mismo aumenta con el crecimiento poblacional o la llegada de miles de turistas.
Las filas de feligreses y visitantes daban cuenta de la tradición anual que ha permanecido en este templo y otros de lo que era el casco principal de la antes Villa de Antequera y después Oaxaca de Juárez.
También mostraban la sed generalizada en un caluroso cuarto viernes de Cuaresma y del interés turístico que ha cobrado lo que solamente era una actividad religiosa y de evangelización.

Bajo la sombra de los laureles estaban los puestos de aguas frescas de jamaica, zapote negro, maracuyá, horchata, chilacayota y otros sabores tradicionales o de temporada, también algunos dulces regionales y un tejate que decenas esperaban para ser repartidos desde antes del mediodía.
Los manteles de telar de cintura, las flores de bugambilia, un pozo hecho para la ocasión, los cántaros de barro y otros recipientes eran parte de la representación del encuentro de Jesús con la mujer de Samaria en el pozo, y a la cual el judío pedía agua y le hablaba sobre la sed y Dios.
“Hay de todos los sabores y colores, así como es Oaxaca”, eran las palabras del padre Héctor Zavala Balboa cerca de las 13:00 horas. Las decenas de personas prontos se habían convertido en más de 200 y la fila para el tejate, la bebida más demandada, rodeaba las jardineras.
“A veces como que nos quedamos con la idea de que aquí (en la ciudad) todo se vende, pero ya vemos que no. Hoy es gratis, solo por hoy”. El comentario del párroco desató las risas entre la feligresía y visitantes luego de escuchar el pasaje bíblico sobre el Viernes de Samaritana. No sin antes ser testigos de la bendición de las aguas de cada puesto, parte esencial de la tradición inscrita en la cuaresma.
Agustín García y Rocío Baños, dos feligreses del Carmen Alto, contaba a este medio que aunque es complicado saber exactamente cuándo inició esta tradición, sí era propia de la ciudad de Oaxaca y ha sido motivo de unión familiar o de la comunidad católica. También, que poco a poco, por factores como el intercambio cultural, la migración y otros, se ha extendido a otros municipios.
Lo que era únicamente de los templos pasó a popularizarse a través de las casas particulares, las escuelas, negocios y oficinas gubernamentales que, como este viernes, volvieron a vivir la tradición del Viernes de Samaritana.