Circo maroma y teatro en cruceros para sobrevivir
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Circo maroma y teatro en cruceros para sobrevivir

Pandemia y autoridades impiden laborar y vender golosinas en vialidades para alimentarse


Circo maroma y teatro en cruceros para sobrevivir | El Imparcial de Oaxaca

Fue entre enero y febrero cuando las carpas se levantaron nuevamente y el motor de los auto caravanas emprendió la marcha hacia un nuevo sitio. Aunque corto, el viaje resultó complicado. Sin moverse por más de un año, las llantas perdieron el aire y la fuerza, casi como ocurrió con los alrededor de 50 integrantes que quedan del circo Daniel Atayde. En sus ojos no se percibe la felicidad o la alegría, solo un rostro amable que accede a conversar en un campo desolado.

Entre la polvareda quedan los recuerdos de aquellos días de malabares, de chistes y demás actos con que arrancaban las risas y el asombro del público, principalmente de infantes que con una paleta, palomitas o algodones de azúcar disfrutaban del espectáculo. El plan era quedarse solo un par de meses en un terreno de San Agustín Yatareni, a orillas de la carretera 190, y de ahí seguir el viaje por el estado hasta llegar a una nueva entidad, quizá Puebla, Chiapas o Guerrero. 

“Desafortunadamente, aquí nos tocó la pandemia”, cuenta Miguel Rodríguez mientras entrelaza y cierra sus manos como muestra de angustia y desesperación. Las autoridades no les obligaron a cerrar, pero no fue necesario, pues la pandemia provocó la disminución de sus espectadores.

OTRA ACTIVIDAD PARA SOBREVIVIR

Junto con sus compañeros payasos, trapecistas y malabaristas, Miguel tuvo que cambiar los actos circenses y el maquillaje por una nueva labor para sobrevivir: la venta de manzanas caramelizadas y algodones de azúcar junto al monumento a Benito Juárez y la carretera que conduce a la Sierra Norte. 

La ayuda de la gente de Oaxaca ha sido esencial, reconoce Miguel sobre la donación de despensas en los primeros meses de la pandemia y la adquisición de productos ahora. Pero sobrevivir entre autos y semáforos, o en un nuevo predio lejos de la vista de las personas, es un reto y acto para el que no estaban preparados en más de 25 años de trayectoria. “Es muy difícil dar con la ubicación en que estamos y creo que se ha complicado bastante para nosotros”, agrega Rodríguez.

PERSONAL, A LA MITAD

Son ya casi 15 meses de pandemia y cerca de año y medio en que los auto caravanas y sus ocupantes quedaron varados en Oaxaca. De los más de 100 artistas, personal técnico o de apoyo quedan alrededor de 50, principalmente artistas que cada día venden menos manzanas o algodones. Y que al margen de los ingresos por el espectáculo, no viven más de los aplausos o las risas.

“Nosotros dependemos del público, de ser ambulantes. Mucha gente nos dice: es que nos pegó a todos. Es verdad, pero a la gente de circo no ha pegado más porque no tenemos un trabajo fijo en una ciudad, no nos dedicamos a otra cosa”, apunta.

El mayor deseo de quienes integran el circo es salir a una pista: tener la oportunidad de mostrar su talento, de trabajar. Aun con el cubrebocas, Miguel habla de ese anhelo con un dejo de alegría y emoción: “hace mucha falta el aplauso del público, el ver a los niños, las risas… es algo que da vida a nuestro ambiente”.

SIN PERMISO TODAVÍA

Aunque Oaxaca pasó hace poco al color verde en el semáforo epidemiológico y en diversos municipios de Valles Centrales se han levantado varias restricciones, el circo sigue sin condiciones o permisos para alzar las carpas y montar el escenario. 

“No nos dan una respuesta o nos dan la oportunidad de trabajar, pero sin un terreno. Aunque nos den el permiso, pero si no tenemos un terreno para instalar el equipo de circo, las carpas, no podemos trabajar”, explica.

Por ahora, y mientras siguen vendiendo manzanas y algodones de azúcar en el crucero, no queda más que lidiar con el cuestionamiento de la gente sobre “¿por qué no trabajan?” O esperar a que alguna autoridad les permita trabajar en su municipio, pero con un área apta para rentar. 

“Lo que queremos es ya volver a nuestro ambiente, a nuestro trabajo para salir adelante y mantener a nuestras familias: hijos, sobrinos…”, apunta Miguel, quien recuerda que como artistas circenses su trabajo depende de viajar todo el tiempo. 

Algunos artistas ya consiguieron vacunarse contra el coronavirus y Miguel sigue en la lista de espera. Afortunadamente, dice, nadie se ha contagiado. Sin embargo, sigue el temor por la crisis, por la imposibilidad de actuar y de llevar un espectáculo que considera necesario en medio de la pandemia: “para divertir al público, para distraerse”.