Jardín Labastida: un intento por recuperar el espacio público desde el arte
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Jardín Labastida: un intento por recuperar el espacio público desde el arte

Este espacio fue retomado por un grupo de artistas plásticos, quienes basados en un añejo proyecto de arte han tratado de embellecerlo


Jardín Labastida: un intento por recuperar el espacio público desde el arte | El Imparcial de Oaxaca

Desde 2018, el Jardín Antonia Labastida, el único de la ciudad que lleva el nombre de una mujer, fue retomado por un grupo de artistas plásticos, quienes basados en un añejo proyecto de arte han tratado de recuperar este espacio público. Antes de ello, eran más constantes los usos del sitio por parte de personas adictas o ebrias, así como por quienes cometen robos. 

Fuera de los intentos de artistas por mantener en el mejor estado posible las plantas o el haber sembrado más, hay cosas que los autores no pueden cambiar. En el jardín que antes se llamó plazuela de la Sangre de Cristo hay árboles, palmeras y una caja de agua del siglo XVII muy deteriorada; esta –según señala una placa– fue reconstruida por el ayuntamiento en 1994.

Sobre la calle de Abasolo, entre 5 de Mayo y Macedonio Alcalá, este jardín recuerda a Antonia Labastida de la Lanza, quien participó en la Batalla de la Carbonera durante la Intervención Francesa, en el siglo XIX.

Desde marzo de 2018, cuando un grupo de artistas lo convirtió en la galería al aire libre, las labores de mantenimiento han sido más frecuentes, pero siempre por parte de estos ocupantes. 

Con la epidemia de Covid-19, y a diferencia de otros parques y jardines de la capital, los mismos creadores colocaron un filtro sanitario, en el que dotan de gel antibacterial a los visitantes y cubrebocas para los que omiten el uso de esta prenda.

La limpieza de la fuente, que cuenta con poca agua, también está a su cargo, así como el barrido, al menos durante los fines de semana, cuando el jardín se convierte en una especie de galería.

Los grafitis, antes más constantes en él, han sido borrados, aunque hay quienes vuelven a hacerlos. Pedro Olivera Reyes, artista plástico y representante del también llamado Jardín del Arte, señala que hasta antes de la llegada del grupo de artistas, el que en el jardín fuera habitual la presencia de personas ebrias o adictas generaba un clima de temor.

“Había como una inseguridad, y desde que llegamos, en apoyo con el municipio, los estamos invitando de buena manera a que se retiren a otros lugares”, cuenta sobre la presencia, aunque menor, de este tipo de personas.

Para Olivera Reyes, el que el jardín sea una galería al aire libre no solo ha ayudado a reducir el clima de inseguridad en él sino que al mismo tiempo impulsa la obra de autores de diversas partes del estado y con trayectorias varias. Especialmente, dice, para quienes no tienen tantas oportunidades de llevar su trabajo a otros foros como las galerías o museos. Asimismo, ha propiciado el diálogo entre creadores y público.