Viven entre malabares y hostigamiento policiaco en las calles de Oaxaca
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Viven entre malabares y hostigamiento policiaco en las calles de Oaxaca

La crisis por el Covid-19 ha reducido los ingresos y aumentado las horas de trabajo de quienes laboran en cruceros


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Jatnael y Mónica son dos trabajadores que se ganan la vida en un crucero de la ciudad de Oaxaca. El primero lleva casi cinco años y con la limpieza de parabrisas se juega la suerte; no todas las personas le pagan, aunque algunos “clientes” ya lo ubican y le dan unas monedas. 

Mónica lleva dos décadas en esta parte de la ciudad, donde lo mismo hay quien vende pelotas, juegos de lotería o aquellos voluntarios de servicios médicos que piden cooperación. 

El que solo ella y su madre dependan de los ingresos por la venta de periódicos le resulta un tanto ligero, comparado con las situaciones que observa en otros compañeros, o en quienes hacen malabares y son hostigados por la Policía Municipal. En ambos casos, la crisis por el Covid-19 ha reducido los ingresos y aumentado las horas de trabajo.

Vendiendo diarios, dulces y aguas o pidiendo algo a cambio de la música que sale de un viejo acordeón, a veces arriesgando la integridad, esas son las maneras en que muchas personas viven al día en la capital oaxaqueña. Ya sea en los cruceros, en las “orillas” de la ciudad o en las céntricas calles de esta.

Conseguir una moneda no es el único reto a enfrentar en esta ciudad patrimonio mundial. Lo es también el librarse del hostigamiento policiaco, como cuenta Mónica, la vendedora de diarios que ha visto de todo en los 20 años en el crucero de la calzada de la República y el bulevar Eduardo Vasconcelos.

“La policía viene y según por orden del municipio no los quieren acá”, relata Mónica mientras carga varios ejemplares sobre sus manos. Y recuerda que incluso algunos artistas del malabar son arrestados por 36 horas, bajo el argumento de faltas administrativas. 

“Vienen a correr a los limpiaparabrisas y a los de los malabares; se los llevan, los encierran”, explica al tiempo de cuestionar el por qué no se actúa de la misma manera con quienes se dedican a ilícitos en inmediaciones del Mercado de Abasto.

Pero hacer malabares o limpiar parabrisas no es la única acción por la que se siente el hostigamiento policiaco. En los primeros meses de la emergencia sanitaria, Mónica también fue “invitada” a retirarse del crucero, aunque se mantuvo debido a la defensa de otros compañeros. No obstante, se ha tenido que enfrentar al temor de la gente al momento de adquirir los periódicos, y a la reducción de ingresos hasta por la mitad o debajo de ella.

Mónica dice que no teme tanto al Covid-19, aunque no por ello deja de cuidarse en esta zona de trabajo o en su casa. Con un cubrebocas y algo que la protege del sol, aprovecha cada alto para vender los periódicos.

Al igual que ella, Jatnael sigue la rutina de hace cinco años. La limpia de parabrisas se había vuelto una manera de vivir y mantener a su esposa e hijos. Pero también un oficio en el que ha sorteado a la policía. “Pero nada más están corriendo (a quienes trabajan) porque en Comisión de Luz, Parque del Amor o la Central  no los corren”.

“A nosotros nos corren”, ahonda el joven que a raíz de la emergencia por Covid también se siente presionado por la necesidad económica. En un horario más extendido, apenas logra la mitad de lo que obtenía hace unos meses. Es prácticamente cuestión de suerte; hay quien no rechaza la limpieza del parabrisas, pero tampoco le otorga una moneda por ello.