Comer carne es un lujo durante contingencia: comerciantes
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Comer carne es un lujo durante contingencia: comerciantes

En medio de la emergencia sanitaria, dos comerciantes observan que las familias han dejado de adquirir algunos productos


Comer carne es un lujo durante contingencia: comerciantes | El Imparcial de Oaxaca

Aunque se apresura a aplanar las pechugas de pollo que le han solicitado para un restaurante, Gaby Matías dice que las ventas no son las que tenía hasta hace dos meses. Antes de que el Covid-19 llegara a México y Oaxaca, en su carnicería era habitual ver que alguien más le apoyaba en las labores. 

La crisis económica derivada de la enfermedad, ella la percibe desde detrás del mostrador. Sin salir de este espacio, nota cómo cada día en las últimas semanas han venido menos clientes y los pedidos han bajado aunque sean estos mismos los que la mantienen ocupada.

Con dos décadas en el negocio, ubicado en la calle Panorámica del Fortín, en la ciudad de Oaxaca, Gaby dice que la carne se ha convertido en producto con pocos consumidores en tiempos del Covid-19.

ES UN LUJO COMPRAR CARNE

“Es un lujo para muchas familias”, dice, pues la gente no tiene el recurso para adquirirlo y opta por comprar cosas más esenciales o necesarias como los huevos, frijoles, arroz o las verduras. La carne es un lujo que no se pueden dar, subraya.

Y aunque sus vecinos siguen comprando, las ventas entre ellos las estima en un 30 por ciento si se compara con las que lograba hasta hace casi dos meses. En el caso de restaurantes, a los que también surte, la demanda ha disminuido hasta el 20 por ciento. “Son el primer sector más dañado”, considera.

Todo ello ha implicado que Gaby deje de comprar a sus proveedores. “Como es un producto perecedero no puedo tener carne rezagada porque se me echa a perder”.

BAJAS VENTAS EN LA TIENDITA DE LA ESQUINA

Al igual que ella, una situación similar la percibe Catalina López Cruz. La propietaria de una tienda de abarrotes que por más de 26 años ha operado en la misma calle, aunque en el otro extremo, cuenta que las ventas se han desplomado y eso aplica tanto para producto de primera necesidad como huevos, tomates y otras frutas y verduras como en los que no son tan necesarios como las galletas o panes industrializados. 

“Yo compraba 4 mil pesos de Marinela o 2 mil de Bimbo y ahorita son como unos 300 o ya no les compro”.

Los productos básicos han tardado más tiempo en terminarse en su tienda. Si antes una caja de huevos se agotaba en un par de días; ahora han pasado casi tres y aún tiene producto. Ella piensa que en un primer momento la venta de este alimento se debió al aumento en el precio; lo mismo que en los casos del chile serrano y el jitomate. Pero ahora que han disminuido sigue sin vender lo que hasta hace varias semanas.

La situación, considera, se debe en parte porque los vecinos han dejado de comprar con la misma frecuencia que antes y porque muchos estudiantes foráneos que solían ser sus clientes han dejado la ciudad.


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