Oaxaca, la ciudad que (nunca) se quedó en casa
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Oaxaca, la ciudad que (nunca) se quedó en casa

La urbe ha registrado en esta semana un incremento en la movilidad peatonal y vehicular, como se observa en el centro histórico


Oaxaca, la ciudad que (nunca) se quedó en casa | El Imparcial de Oaxaca

“¡A 10, el cubre bocas, de a 10! ¡Chiles de agua de a 10! ¡Chiles, plátano dominico, mango ataulfo, piña! ¡10, el cubre bocas de a 10!”. Las ofertas parecen las de un mercado, pero son apenas las de una esquina del Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca. En ellas, el sonido de una motocicleta, el del motor de un autor y el del semáforo que indica un alto o que permite avanzar, se funden en una especie de melodía improvisada. La que se acompaña del llanto de un bebé y el prácticamente imperceptible golpe del bastón con la cantera del piso. 

En la mañana del martes, la ciudad parece vivir un día cualquiera con largas filas en los bancos y constante paso de camiones urbanos y autos particulares. La escena podría parecer la habitual de hace dos meses. Pero no lo es. A diferencia de febrero o marzo, casi todas las personas sólo muestran sus ojos. Un cubre bocas impide ver la mitad de los rostros, no así la afluencia en vialidades donde se supone no debería transitar nadie a expensas de que tenga la necesidad de ir a una farmacia, comprar la despensa o cumplir con una labor esencial.

La ciudad de Oaxaca dista mucho de aquella que en los primeros días de abril parecía quedarse más en casa, luego de que se declarara la Emergencia Sanitaria por Covid-19. Por entonces, sólo se notaban calles con algunos perros callejeros o en las que tocaba el músico que se aferraba a conseguir unas monedas para pasar el día.

Hoy, tras un par de semanas con el uso obligatorio de cubre bocas en espacios públicos y en el transporte urbano, parece haber obtenido el permiso de salir sin más sugerencias que el portar tal prenda. Y aunque las filas en los bancos se habían mantenido como constante en la Jornada Nacional de Sana Distancia, hoy éstas se suman a las de quienes acuden a las oficinas del ayuntamiento capitalino.

Las familias vuelven a pisar las calles del centro y los comercios ambulantes de la Alameda de León reabren en mayor cantidad. 

La sana distancia se ha olvidado y aunque un empleado del gobierno federal pida a los usuarios separarse, estos vuelven a juntarse tan pronto aquel avanza para hablar con las demás personas que van por las tandas para el bienestar. Policías estatales y municipales, que por semanas han recorrido las calles para pedir que las personas se retiren a sus casas y eviten aglomeraciones, prefieren no hablar, aunque coinciden cuando se les señala que la afluencia ha aumentado en esta semana, en una ciudad que (nunca) se quedó en casa.


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