Los rostros de la pobreza en una cocina comunitaria
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Los rostros de la pobreza en una cocina comunitaria

Desde hace una semana, vecinas como Adela o Valentina acuden por la comida a una de las cuatro cocinas comunitarias de Santa Lucía del Camino


Los rostros de la pobreza en una cocina comunitaria | El Imparcial de Oaxaca

Hace casi un mes, Adela Pérez Cruz lavaba los trastes de una cocina económica en donde ganaba 700 pesos semanales. Con lo que reunía se las ingeniaba para pagar una renta de 2 mil pesos por dos cuartos en los que habita con sus cinco hijos. De ahí también compraba los útiles escolares de éstos, el agua, la electricidad y un sinfín de gastos que ve crecer cada día mientras sus ahorros se han esfumado. Si antes no lograba completar para la comida de la familia, ahora es prácticamente imposible sobrellevar esto. Como puede, busca el desayuno de ella y sus hijos. 

Este martes, Adela se ha vuelto a formar en una de las cuatro cocinas comunitarias de Santa Lucía del Camino, municipio de unos 50 mil habitantes en donde el rostro de la pobreza se observa y se ha agudizado en ella y varios de los vecinos de la colonia Aquiles Serdán. Los que, en su mayoría mujeres, empezaron a reunirse alrededor de las 13:30 horas. Antes de las 14, cuando se empiezan a servir las 80 porciones de comida en esta cocina, la fila es ya de algunas decenas. 

La crisis por Covid-19 hizo que personas como Adela perdieran su única fuente de empleo y, si tenían algún ahorro, también éste. Y si antes ya necesitaba del apoyo para la alimentación, ahora éste se ha vuelto una cuestión tan básica como respirar. En los primeros días tras perder su empleo de lavatrastes se decidió a vender dulces, bolis y tortas en la vía pública. Todo para sobrevivir. Pero las autoridades han pedido a la población quedarse en casa. Adela ha tenido que acatar las disposiciones, pues “en la calle está prohibido vender”. 

Aún no sabe cómo pagará el siguiente mes de renta ni de dónde obtener el dinero para comprar los cubrebocas que las autoridades han definido de uso obligatorio en espacios públicos. “Estamos tristes y desesperados”, narra quien tampoco sabe qué hacer para seguir el paso a las actividades escolares de sus hijos, a quienes les piden material para las tareas. “No tenemos apoyo de gobierno ni despensas. Ahorita en la cocina comunitaria nos anotamos y nos están dando para cuatro (personas)”.

En Santa Lucía del Camino operan cuatro cocinas comunitarias: una en la colonia Aquiles Serdán, otra en San Francisco, una más en Ixcotel y otra en Rancho Nuevo. Las 80 porciones de cada una se sirven de lunes a viernes, desde el martes pasado. Una de las encargadas dice que las familias beneficiarias son en su mayoría a quienes se ha atendido desde el año pasado en estos espacios.

EL CASO DE VALENTINA

Este martes, la fila que ha crecido a unas decenas tiene a Valentina Cruz, otra mujer cuya familia vive al día y ha tenido que acudir por alimentos a esta cocina. Hace aproximadamente un mes que su esposo, un ayudante de albañil, carece de trabajo. La obra en que laboraba se suspendió. No así los gastos del matrimonio que tiene un par de hijos y que también ha visto desaparecer sus ahorros. 

“Ahorita hay que pagar la luz y cositas”, cuenta la vecina de la colonia Aquiles Serdán que con la comida de la cocina comunitaria trata de vivir al día. Sin trabajo y en un contexto donde “no es mucho el dinero que se gana”, observa cómo la realidad la comparte con otras tantas familias del municipio conurbado a la ciudad de Oaxaca, en una región donde los casos por Covid-19 han rebasado el centenar. 

Santa Lucía se cuenta entre los poblados de Valles Centrales. La región acumula la mayor parte de los casos que hasta el 15 de abril, un mes después de sus primeros positivos, alcanzó 50 casos registrados. Pero en el estado bastó menos de dos semanas para que ese medio centenar llegara el lunes a los 117. Una cifra que, sin embargo, es mucho menor que las personas que como Adela o Valentina apenas logran obtener el alimento diario. Para quienes la sana distancia es algo que han tenido que practicar en una fila donde un funcionario les recuerda la indicación y les pregunta por qué no traen cubre bocas.


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