En una tradición arraigada en lo más profundo del corazón juchiteco, el panteón “Domingo de Ramos” se convierte en el epicentro de una celebración única, donde los vivos y los muertos se encuentran en un emotivo encuentro que marca el inicio de la Semana Santa en Juchitán.
CONVIVENCIA CON LOS MUERTOS
Este domingo, las familias juchitecas abandonan temporalmente sus hogares para trasladarse al camposanto, donde los recuerdos y las memorias se entrelazan en un tapiz de colores y emociones. Bajo el cálido sol del Domingo de Ramos, el panteón se transforma en un lugar de encuentro y confraternización, donde las lápidas se adornan con flores multicolores y las veladoras iluminan el camino de los seres queridos que ya han partido.
Por lo que, entre risas, lágrimas y anécdotas compartidas, los juchitecos pasan el día entero entre las tumbas de sus seres amados, recordando sus vidas y celebrando su legado. La música tradicional resuena en el aire, mientras se comparten comidas y bebidas en un festín que rinde homenaje a la memoria de quienes han marcado el camino de la comunidad juchiteca.
CELEBRACIÓN ANCESTRAL
Esta celebración ancestral, heredada de los antiguos zapotecas, es mucho más que una simple tradición. Es un acto de amor y respeto hacia los que ya no están físicamente, pero que siguen vivos en el corazón y la memoria de sus seres queridos. Es una forma de mantener viva la identidad juchiteca, honrando las raíces y la historia que define a este pueblo valiente y orgulloso.
En un mundo que cambia rápidamente, el Domingo de Ramos en Juchitán es un recordatorio poderoso de la importancia de mantener vivas las tradiciones y los lazos familiares, y de la necesidad de valorar cada momento con aquellos que amamos. En este día sagrado, la comunidad juchiteca se une en un abrazo colectivo con sus muertos, recordándoles que nunca serán olvidados.
