La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) expresó su “profunda preocupación” tras las redadas migratorias realizadas ayer por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en varias ciudades de Estados Unidos, principalmente en Los Ángeles, California. Los operativos dejaron como saldo la detención de numerosos migrantes, entre ellos un número no determinado de mexicanos.
La respuesta del gobierno mexicano fue inmediata y firme. A través de un comunicado oficial, la SRE hizo un “llamado respetuoso, pero enérgico” al gobierno estadounidense para que las acciones migratorias se conduzcan en apego a la legalidad y, sobre todo, al respeto de la dignidad humana.
Protección a connacionales, la prioridad de México
En su mensaje, la cancillería destacó que se han activado de manera inmediata los mecanismos de asistencia y protección consular en las ciudades afectadas. Los consulados mexicanos intensificaron la asesoría legal a los connacionales detenidos, independientemente de su situación migratoria.
“La red consular ha reforzado sus acciones para informar a la comunidad mexicana sobre sus derechos y los pasos a seguir si son objeto de operativos migratorios”, informó la SRE.
Este compromiso, según la institución, se sustenta en la defensa irrestricta de los derechos humanos de los mexicanos en el exterior y la garantía de un trato justo, sin importar su estatus legal.
Estados santuario bajo la lupa
Una de las mayores contradicciones de estos operativos se evidenció en California, estado conocido por su política de “ciudad santuario”. Estas jurisdicciones se caracterizan por implementar medidas que limitan la cooperación con las autoridades federales de inmigración, como no compartir información migratoria o negarse a detener inmigrantes por solicitud del ICE.
Los Ángeles, donde se concentró buena parte de las redadas, es uno de los epicentros del movimiento santuario. Sin embargo, la realidad en las calles parece distar de esa promesa: las detenciones demuestran la fragilidad de estas políticas ante la presión federal y reavivan el debate sobre su efectividad y alcance.
El dilema de la política migratoria en EE.UU.
Las redadas ocurren en un contexto de creciente tensión política en torno a la inmigración en Estados Unidos. Mientras las ciudades santuario intentan ofrecer un escudo legal y social a los migrantes, las autoridades federales refuerzan las acciones de control y deportación.
Los defensores de las políticas santuario sostienen que estas fomentan relaciones de confianza entre las comunidades migrantes y las autoridades locales, esenciales para la seguridad pública. Sus críticos, sin embargo, las acusan de entorpecer la aplicación de las leyes federales y de crear “zonas grises” que dificultan la gobernabilidad.
Diplomacia y derechos humanos en juego
Ante esta situación, el gobierno mexicano reiteró su disposición a colaborar con Estados Unidos en la búsqueda de soluciones que integren el respeto a los derechos humanos, la legalidad y un desarrollo conjunto.
“La migración no debe ser criminalizada, sino entendida desde una perspectiva humana, integral y corresponsable”, subrayó la SRE, en lo que parece una crítica velada al enfoque punitivo de las autoridades estadounidenses.
Una cuestión de fondo: ¿cómo se protege a quienes huyen?
Las redadas como las de esta semana exponen una fractura no solo política, sino también humanitaria, en la forma en que se aborda la migración. Mientras miles de personas continúan cruzando la frontera norte huyendo de la violencia, la pobreza o en busca de mejores oportunidades, la respuesta oficial —tanto en Estados Unidos como en otros países receptores— sigue centrada en el control más que en la comprensión.
El dilema persiste: ¿puede hablarse de justicia sin humanidad? ¿Puede haber legalidad sin garantías para los más vulnerables?
Lo que está en juego no es solo la situación de cientos de mexicanos detenidos, sino el rumbo ético de las políticas migratorias en América del Norte.