Para ella, el mundo son sombras o siluetas. Para él, algo que definitivamente no puede ver sino solamente escuchar o tocar. Son esposos y han tenido que aprender a caminar apoyados uno del otro y con bastones. A veces tropezando o cayendo, también golpeándose los tobillos al subir al transporte urbano donde los choferes arrancan sin esperar a que sus pasajeros hayan subido bien.
Ella, de 50 años de edad, y él, de 59, son dos oaxaqueños con discapacidad visual a los que su condición de salud y las desigualdades sociales han orillado a trabajar en la vía pública. Vivir sin poder ver, con carencias económicas y problemas de salud, así es el día a día de Sandra Sánchez Martínez y Julián González Martínez.
Cantar se ha convertido en su manera de sobrevivir desde el 2008, cuenta Sandra, quien señala que también tiene una discapacidad intelectual y desde el 2011 empezó a perder considerablemente su vista hasta prácticamente perderla.
“Cantamos por la necesidad, para tener dinero para la despensa”, comparte mientras ambos descansan un momento de la cantada en la calle Macedonio Alcalá, una de las más concurridas de la ciudad, donde otros músicos o cantantes invidentes también buscan un ingreso para sobrellevar su situación y porque aun cuando algunos tienen apoyos federales estos son insuficientes. Sin embargo, la autoridad municipal no siempre les permite tocar y cantar, al ser parte de la actividad comercial en vía pública que deben regular constantemente.
“Luego no nos dejan (los inspectores) porque hay compañeros que no acatan las reglas del volumen. A nosotros ya no nos han llamado la atención porque el inspector checa que tenemos un volumen que no molesta a la gente, pero hace unos meses no nos querían dejar cantar”, dice Sandra.
Según el Censo Nacional del 2020, en la ciudad de Oaxaca la discapacidad visual es la segunda con mayor número de personas afectadas, superada por las que padecen alguna de tipo físico. En ese registro del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de los más de 270 mil habitantes de la capital, 5 mil 976 personas tienen discapacidad visual y de cada 100 con esta condición, casi 58 son mujeres y 42, hombres. Cada 3 de diciembre, desde 1992, se conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
Antes de dedicarse a la música, Sandra fue empleada doméstica en casa de una amiga. Aunque para entonces ya comenzaba a presentar problemas de visión debido al glaucoma.
“Gracias a ella tuve trabajo, pero después me salí porque me casé… Yo veo sombras, pero lo que pasa es que me empezó a lastimar mucho el sol y las luces de los carros. Ahí me di cuenta que ya estaba bajando mi visión. Tengo glaucoma y a veces me duelen los ojos”, narra.
Como con la autoridad, la relación con las demás personas no siempre es positiva.
“Hay algunos que nos dan unas monedas, nos hablan bonito y es natural que algunos nos avergüenzan”, expresa Sandra sobre la discriminación a la que también se enfrentan.
Aun así, tratan de ofrecer chilenas, canciones norteñas, románticas, “de todo un poco”, a quienes pasan por las calles de la ciudad, en donde generalmente están unas horas y siempre cambiando de lugar para evitar problemas.
Apoyos: nulos insuficientes
Los apoyos gubernamentales son insuficientes para que las personas con discapacidad tengan una vida digna y de calidad. Durante la pandemia de Covid-19, Sandra recuerda que tuvieron apoyo con despensas, pero solo por un tiempo. “Me gustaría que mi esposo tuviera algún apoyo para no pagar consultas”, dice mientras explica que los apoyos gubernamentales se agotan pronto en la compra de medicinas y consultas. Además de ser poco comparado con el precio de los alimentos.
Calles, un riesgo constante
Julián nació en Pochutla, pero radica en la ciudad de Oaxaca desde 1986. La vista del ojo izquierdo la perdió a los seis años por un golpe de su padrastro. La del derecho, a los 16, tras caer, explica quien ha pasado la mayor parte de su vida a ciegas.
Él considera que comparado con hace años, las banquetas o calles “están un poquito mejor”, pero siguen representando varios riesgos. “Yo estuve en el deporte y eso me ayudó mucho para ubicarme, para conocer las calles. Al principio me costó, pero me ayudaron enseñando las calles y para subirme a los carros”, dice quien antes de cantar vendía cigarros y gelatinas en las noches en el centro de la ciudad y durante el día entrenaba.
Julián practicaba atletismo y golbol, deportes a los que se dedicó aproximadamente 15 años. “No logré salir muy lejos, fui a Acapulco y otros estados. De ahí me casé y ya no seguí”, cuenta.
Para él, uno de los peligros en las calles son los teléfonos públicos, que a pesar de ser obsoletos no son retirados.
A finales del 2022, el Grupo Salvando Vidas Oaxaca y personas con discapacidad se manifestaron afuera de las oficinas de Teléfonos de México, en la capital oaxaqueña, para exigir el retiro de las casetas telefónicas que hace varios años se encuentran en las banquetas del centro y otras partes de la ciudad, pues afectan la movilidad de los peatones, especialmente personas adultas mayores o con discapacidad.
El llamado llegó al cabildo de Oaxaca de Juárez, el que llevó a análisis la propuesta para pedir a la empresa su retiro. Sin embargo, no hay avances y la infraestructura sigue en las banquetas.
Al igual que estos teléfonos públicos obsoletos, otros obstáculos para personas como Sandra y Julián son los registros en mal estado, los puestos en vía pública, también las luminarias del alumbrado público. Igualmente, las puertas y rejas abiertas de los negocios y otros inmuebles, por lo que piden a estos que las abran y peguen a las paredes para evitar que personas como ellos se golpeen.
Los medidores de energía eléctrica se convierten también en riesgos, especialmente cuando están a la altura de las personas o sobresalen de los muros. “Uno se va guiando por las paredes y luego se anda uno pegando”, comenta Julián.
A las autoridades, ambos les piden tener en buen estado los registros y demás infraestructura. En tanto, a los choferes de los camiones, ser empáticos con las personas con discapacidad.
Placas para invidentes, sin mantenimiento
En el año 2012, con aportaciones federales del Programa Hábitat (en un 70 por ciento) y del municipio capitalino (30 por ciento), la autoridad municipal informó de la colocación de placas de ubicación para personas invidentes. Sin embargo, aquella iniciativa de inclusión que consistía en colocar dos mil placas y una inversión de aproximadamente 4 millones 200 mil pesos, según la nota disponible en el portal Libertad Oaxaca, se encuentra deteriorada.
En recorridos por el centro histórico, donde se localizan varias de las placas en sistema Braille y en idioma español, El Imparcial ha observado que estas están rayadas, pintadas o han desaparecido. Incluso, como señaló en su momento el activista Manuel Chávez, del Grupo Salvando Vidas Oaxaca, hubo o hay placas mal hechas, ya sea porque marcan otro nombre de la calle o un sentido distinto al que debería de ser.
En 2021, durante la pandemia de COVID-19, la 64 legislatura local exhortó al municipio a rehabilitar tales placas y colocar señalética adecuada para las personas invidentes, pero hasta la fecha varias están en mal estado.
Además, en casos como el matrimonio de Sandra y Julián, usarlas es complicado o casi imposible, pues desconocen el sistema Braille. “Como yo sí logré estudiar para escribir, cuando toco siento las letras y por eso logro saber dónde estoy”, dice Sandra, quien solamente se puede guiar con el nombre escrito en español.