En la comunidad indígena de Pinotepa de Don Luis, en Oaxaca, viven los “tintoreros”; ellos resguardan un conocimiento ancestral que les permite aprovechar en forma sustentable el tinte que produce un caracol marino.
En el pasado, otros grupos indígenas también utilizaban el tinte natural del caracol para teñir hilos. Hoy ese conocimiento sólo se preserva en Pinotepa de Don Luis.
Las poblaciones del caracol púrpura disminuyeron en forma drástica en la década de los 80, cuando una empresa japonesa llegó a Oaxaca y, durante casi cinco años, realizó un uso indiscriminado de la tinta del molusco. Ahora ya no es la compañía asiática la que golpea a la especie, sino una práctica cada vez más recurrente: la recolección de caracoles púrpura y de otros moluscos para venderlos como coctel en la zona turística de Huatulco.
RESPETO AL CARACOL PÚRPURA
Eso sí, no cualquiera sabe cómo ordeñar a los caracoles. En la actualidad, ese conocimiento sólo lo resguardan los mixtecos de Pinotepa de Don Luis. “Los tintoreros tienen mucho respeto por la especie, la conocen muy bien”, enfatiza Domínguez. La investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, el maestro en ciencias, Javier Acevedo y la antropóloga Marta Turok son los científicos que más tiempo llevan estudiando a las poblaciones de caracol púrpura. Comenzaron esa travesía como consecuencia del llamado de auxilio que mixtecos, entre ellos Avendaño, lanzaron a principios de la década de los ochenta.
Fue en Puerto Ángel donde Habacuc Avendaño tuvo su primer encuentro con el Plicopurpura pansa. Los tintoreros improvisaban un pequeño campamento, ahí pasaban las noches. Durante las mañanas caminaban hacía el área de la playa donde las rocas reciben el golpeteo de las olas, la “zona intermareal rocosa”, como los científicos la conocen, y en donde es posible encontrar diversas especies marinas, entre ellas los caracoles púrpura.
EL EXTERMINIO DEL CARACOL
En 1981, los tintoreros de Pinotepa de Don Luis realizaron su viaje anual para encontrarse con el caracol púrpura. Ese año, hallaron algo nuevo: pescadores habían sido contratados por empresarios japoneses para buscar al caracol y teñir grandes cantidades de seda.
Resulta que un hombre japonés, interesado en los tintes naturales, viajó por el mundo para identificar lugares donde aún había caracol púrpura. Sus hallazgos los publicó en un libro y eso impulsó la llegada a México de los asiáticos que crearon una empresa local. En 1983, la compañía logró que la entonces Secretaría de Pesca les entregara una autorización para la explotación del tinte de caracol.
Los pescadores contratados por los japoneses teñían los hilos de seda o recolectaban la tinta en frascos. Eso lo hacían los 12 meses del año. “Nosotros no hacemos eso. Tenemos un rol para poder ordeñar al caracol, esperamos 28 días para que se recupere. Y ellos no, cada vez que podían lo ordeñaban. Además, como no sabían cómo hacerlo, mataban a los caracoles, porque los dejaban en el sol o los aventaban al mar. Querían ganar mucho dinero”, explica Rafael Avendaño, hijo de Habacuc.
SE VAN LOS JAPONESES, PERO DEJARON EL DAÑO
Gracias a las denuncias de tintoreros y científicos, en 1985, las autoridades mexicanas ya no renovaron el permiso a la empresa japonesa. La compañía dejó México, pero el daño ya estaba hecho: en Oaxaca, la población del Plicopurpura pansa decayó.
Esa lucha terminó el 23 de marzo de 1988. Ese día, el Estado mexicano estableció que el aprovechamiento del tinte del caracol púrpura sólo podían hacerlo indígenas que histórica y tradicionalmente realizaban esta práctica, siempre y cuando, contaran con un permiso y entregaran a la autoridad ambiental informes anuales sobre el estado de las poblaciones.
“Todo el trabajo que hicimos, junto con los tintoreros, fue para detener la depredación”
EL PERIODO PRODUCTIVO
En agosto y septiembre, las larvas de caracol salen de las cápsulas y se posan en las algas marinas que, en esos meses, se forman sobre las rocas. Tienen que pasar varias semanas para que las larvas formen su concha y se adhieran a una roca.
Para no interferir en ese proceso de reproducción, los tintoreros dejan de teñir de marzo a octubre. “Así lo han hecho desde siempre”, menciona Acevedo. “Antes de que nosotros llegáramos a investigar, los tintoreros ya sabían cuándo los caracoles copulaban, cuándo depositaban los huevos y cuándo empezaba la eclosión.
Buena parte de la investigación que realizaron los científicos con la guía de los tintoreros quedó plasmada en artículos científicos, tesis y en el libro El caracol púrpura: una tradición milenaria en Oaxaca, cuya primera edición es de 1988. Acevedo resalta que aprendieron a realizar ciencia en beneficio de las comunidades.
Los tintoreros sólo ordeñan caracoles de más de tres centímetros, saben que todos los ejemplares que están debajo de ese tamaño son juveniles y, por lo tanto, no producen mucha tinta.
DECAE LA POBLACIÓN DE CARACOL PÚRPURA
Han pasado casi tres décadas desde que Rafael Avendaño abrazó el conocimiento que su papá le heredó. Durante ese tiempo, padre e hijo han visto cómo cada vez hay menos caracoles púrpura en la costa de Oaxaca.
HUATULCO, EL ECOCIDIO
Después de que la empresa japonesa cerró, más poblaciones de caracol desaparecieron por la expansión de proyectos inmobiliarios y hoteleros en Huatulco. “Cuando construyeron esos complejos, vaciaban todo el cascajo (residuos de los trabajos de construcción) en la orilla de las playas, eso tapó el hábitat del caracol y mató todo lo que había ahí”, recuerda el biólogo Acevedo.
En la costa oaxaqueña ya son contadas las playas en donde aún se puede encontrar caracol púrpura, varias de ellas están dentro del Parque Nacional Huatulco.
Durante 2024 se llevaron a cabo varias mesas de trabajo para elaborar el Plan de Manejo para la conservación y aprovechamiento sustentable del caracol púrpura en la costa de Oaxaca. Ahí se acordó que los recorridos de vigilancia estarán a cargo del personal del Parque Nacional Huatulco, en colaboración con inspectores de Profepa y Comités de Vigilancia Ambiental Participativa.
EL CONOCIMIENTO ANCESTRAL
Hasta ahora, los científicos siguen preguntándose cómo es que campesinos mixtecos, que viven a 300 kilómetros de la zona en donde habita el caracol púrpura, conocen tan bien a esta especie. Marta Turok comenta que hay una hipótesis: registros históricos indican que Pinotepa de Don Luis fue fundada por indígenas que llegaron de una región más cercana a la costa. Era gente que sabía del mar y sus especies. Ese conocimiento lo llevaron consigo y sus descendientes lo han mantenido vivo.
El reportaje completo y más extenso se puede leer en https://es.mongabay.com/2025/06/mexico-indigenas-oaxaca-salvar-caracol-purpura/?utm_source=spotim&utm_medium=spotim_recirculation&spot_im_redirect_source=pitc