En Oaxaca, las festividades de Día de Muertos no se limitan a los primeros días de noviembre. Semanas antes, en diversas comunidades sus habitantes comienzan a prepararse; una de las tradiciones más llamativas es la pinta de murales en barrios y municipios, especialmente en los Valles Centrales. Artistas urbanos y grupos vecinales llenan de vida las calles con coloridas obras que reflejan la identidad y el sentir de los deudos hacia sus seres queridos fallecidos.
Con la temporada de Fieles Difuntos llegan la muerteadas y comparsas y, con ellos, los murales, manifestaciones artísticas se han convertido en el anuncio visual y cultural de la celebración. Las bandas, los fuegos artificiales y el entusiasmo popular acompañan la creación de estos murales, que más allá de ser piezas decorativas, representan un homenaje a los fieles difuntos y una manifestación de la memoria colectiva.
El corazón de los Valles Centrales

Las principales obras se concentran en municipios como San Agustín, Soledad y Nazareno Etla, donde el recuerdo y los dias de muertos se convierten en una gran celebración comunitaria. A través de expresiones artísticas, se hace un llamado a participar en las mega comparsas que recorren las calles en noviembre. Estos desfiles festivos, conocidos como muerteadas, son recorridos donde los participantes se disfrazan y bailan al ritmo de la música de banda, recreando el peregrinaje de las almas hacia sus altares.
En la capital oaxaqueña, barrios emblemáticos como Xochimilco, Jalatlaco, la agencia de Cinco Señores y Candiani, así como Santa Lucía del Camino, rivalizan entre sí. Sus calles también cobran vida con murales vibrantes que evocan la esencia de esta festividad tan arraigada. Inspirados en el legado del muralismo mexicano de figuras como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, los murales oaxaqueños adaptan estas influencias a la rica cultura local.
Arte, tradición e identidad

Los murales de Día de Muertos en Oaxaca destacan por sus escenas típicas de la festividad. Calaveras danzantes, catrinas, músicos tocando la tuba o el tambor, y altares con elementos tradicionales como velas, flores de cempasúchil, pan de muerto y fotografías de los difuntos, son imágenes recurrentes en estas obras que unen lo artístico con lo espiritual.
Más allá de embellecer las calles, esta tradición conecta a las comunidades con su historia y sus costumbres, siendo un recordatorio del ciclo de la vida y la muerte. Así, Oaxaca se prepara, una vez más, para recibir a sus difuntos con una explosión de color, música y celebración.
Las muerteadas, un peregrinaje festivo

Las comparsas o muerteadas, que recorren las principales calles de los municipios, son otro aspecto central de estas festividades. Los participantes, disfrazados de personajes ancestrales, míticos o inspirados en la cultura popular, bailan al compás de la música de banda, mientras los fuegos artificiales iluminan el cielo. Estos recorridos, que pueden durar más de 12 horas, recrean el peregrinaje de las almas hacia los altares que han sido preparados por sus seres queridos.
Con estas tradiciones, Oaxaca reafirma su profunda conexión con el ciclo de la vida y la muerte, ofreciendo a propios y extraños un vistazo a la riqueza cultural y espiritual de la región.