Dado que los agujeros negros no emiten ni reflejan luz, el único modo de detectarlos es a través de los efectos que provocan en su entorno inmediato. Cuando este entorno es el centro de una galaxia, abarrotado de estrellas, o cuando el agujero negro forma parte de un sistema binario en el que hay una estrella visible, la detección es relativamente fácil y por eso los agujeros negros conocidos son esencialmente de esa clase. Detectar a un agujero negro que no tiene ninguna estrella visible compañera y que circula por la periferia galáctica en vez de por el centro, resulta muchísimo más difícil.
Se estima que 100 millones de agujeros negros circulan entre las estrellas de nuestra Vía Láctea, pero nunca, hasta ahora, se había conseguido identificar de forma concluyente un agujero negro aislado. Tras seis años de meticulosas observaciones, el telescopio espacial Hubble de la NASA y la ESA (agencia espacial europea) ha proporcionado, por primera vez, pruebas directas de la existencia de un agujero negro solitario circulando por el espacio interestelar. Los científicos que han analizado los datos han calculado además la masa aproximada del objeto fantasma.
El agujero negro recién detectado se encuentra ahora a unos 5.000 años-luz de distancia, en el brazo espiral Carina-Sagitario de nuestra galaxia. Su descubrimiento permite a los astrónomos estimar, siguiendo criterios estadísticos, que el agujero negro de masa estelar aislado más cercano a la Tierra podría estar a tan solo 80 años-luz de distancia de la Tierra. La estrella más cercana a nuestro sistema solar, Próxima Centauri, está a poco más de 4 años-luz.
Los telescopios no pueden fotografiar un agujero negro porque no emite ni refleja luz alguna. Sin embargo, un agujero negro deforma el espacio, lo que desvía y amplifica la luz estelar de cualquier astro que se alinee momentáneamente justo detrás de él.
Para rastrear casos de esta clase, diversos telescopios terrestres que vigilan el brillo de millones de estrellas en la zona del bulbo central de nuestra Vía Láctea, buscan la señal delatadora de un repentino aumento de brillo en alguna de ellas cuando un objeto masivo pasa entre nosotros y la estrella. Ante una detección de ese tipo, el Hubble puede realizar a continuación un seguimiento del fenómeno. Si el aumento temporal de brillo no se debe a otras causas, puede ser la huella reveladora del paso de un agujero negro.
Dos equipos utilizaron los datos del Hubble en sus investigaciones: uno dirigido por Kailash Sahu, del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial en Baltimore (Maryland), y otro por Casey Lam, de la Universidad de California en Berkeley, ambas instituciones en Estados Unidos.
Los resultados de los equipos difieren ligeramente, pero ambos apuntan claramente a la presencia de un objeto con masa y densidad muy grandes, que no puede ser una estrella propiamente dicha.
El equipo de Sahu estima que el objeto tiene una masa de 7 veces la del Sol.
El equipo de Lam cree que la masa está en un rango inferior de masas. Lam y sus colegas estiman concretamente que la masa del objeto es de entre 1,6 y 4,4 veces la del Sol. Esto significa que el objeto puede ser una estrella de neutrones o un agujero negro. Si la masa del astro está lo bastante cerca del extremo superior de este rango, el objeto es un agujero negro. Si está en el extremo inferior, es una estrella de neutrones.
El equipo de Sahu calcula que el agujero negro se desplaza por la galaxia a 160,000 kilómetros por hora (velocidad suficiente para viajar de la Tierra a la Luna en menos de tres horas). Esa velocidad es más rápida que la típica en las otras estrellas vecinas en esa región de nuestra galaxia.