En el corazón de Acapulco, sobre la ladera norte del Cerro de La Bola, se encuentra un lugar fascinante que entrelaza historia, naturaleza y cultura: la Zona Arqueológica de 5 de Mayo-La Sabana. Este sitio, abierto al público desde 1997, es un santuario de petrograbados y vestigios de asentamientos prehispánicos, protegido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
UN LEGADO MILENARIO
Habitado desde el Clásico Temprano (400-600 d.C.) hasta el Posclásico Temprano (900-1200 d.C.), este sitio alcanzó su apogeo en el Epiclásico (600-900 d.C.). Durante sus últimos años prehispánicos, fue reocupado por grupos como los tezcatecos, tuztecos y yopes. Quienes dejaron una huella imborrable en este espacio.
Entre los elementos más llamativos destacan las terrazas habitacionales, delimitadas por muros de contención aún visibles, y un conjunto de 38 petrograbados realizados con técnicas de cincelado y abrasión sobre rocas graníticas.
UN LIENZO EN PIEDRA
Los petrograbados en La Sabana revelan una conexión profunda con la naturaleza y la espiritualidad. Representan figuras zoomorfas como serpientes y monos araña, fauna local que ya no habita la región, junto con motivos antropomorfos relacionados con deidades, como Tláloc, el dios de la lluvia.
Especialmente intrigante es un grupo de siete figuras humanas con los brazos alzados en lo que parece ser una actitud ritual, además de diseños asociados con cuentas calendáricas. Estas inscripciones sugieren que el sitio tuvo un rol clave en el cómputo del tiempo, vinculando el calendario agrícola con festividades rituales y observaciones astronómicas.
UNA RIQUEZA ESTRATÉGICA
La ubicación del sitio proporcionaba a sus habitantes acceso a recursos esenciales: pesca en la costa, recolección en áreas costeras y tierras fértiles para la agricultura. Este equilibrio aseguraba la subsistencia de la población y consolidaba el lugar como un centro ritual y de comercio.
UNA HISTORIA REDESCUBIERTA
Aunque su importancia se reconoció desde 1948, gracias al arqueólogo Pedro Armillas, la Zona Arqueológica de La Sabana no fue registrada formalmente hasta la década de 1960 por Román Piña Chan. Desde entonces, el INAH y arqueólogos como Martha Cabrera y Héctor de la O Castañeda han documentado las manifestaciones gráfico-rupestres. Además, han descubierto nuevos grabados, enriqueciendo el conocimiento sobre este enclave.
UN PATRIMONIO INVALUABLE
La Sabana no solo es un testimonio de la creatividad y espiritualidad de las culturas prehispánicas, sino también un refugio de flora y fauna autóctona. Su preservación es crucial para entender la historia de la región y apreciar la interacción entre el hombre y la naturaleza en tiempos antiguos.
En resumen, visitar este rincón de México es una oportunidad única para conectar con el pasado. Así como admirar la grandeza de un legado que continúa asombrando a quienes lo descubren.