La vida sin Toledo
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Arte y Cultura

La vida sin Toledo

El maestro se fue despidiendo de a poquitos durante toda su vida, fue esparciendo fragmentos de él con su legado como promotor cultural. Con su partida solo emerge una pregunta, ¿cómo entenderemos a Oaxaca sin él?


La vida sin Toledo | El Imparcial de Oaxaca

“Me queda tan poquito que me voy a dedicar a pintar”. Francisco Toledo lo decía y advertía en febrero pasado, mientras compartía una de sus últimas exposiciones en Oaxaca, la de su obra reciente. Dedicó varios de sus años al activismo, a la gestión cultural y a la promoción y difusión de las lenguas originarias, describía que no se trataba solo del esfuerzo propio, sino de un trabajo en equipo, con los colaboradores que se unían y llevaban a cabo sus iniciativas.

“Todos trabajamos un poco y [eso] me ayuda mucho porque ya puedo dedicarme un poco más a mi trabajo, estar en casa y solo cuando hay que aparecer, aparezco”. Francisco Benjamín López Toledo no apareció más. Este jueves, murió a sus 79 años. Dos antes, cuando iba a llegar a los 77, decía que las vueltas al sol ya se le estaban acabando.

También hablaba que si algo quería cambiar eran las canas, pues no veía posibilidades en otras cosas. “Uno llega como llega a esta edad y no hay nada que hacer. Ojalá fuera uno más sabio, pero aprende uno a través del tiempo con los errores y en la pintura creo que es un mundo muy cerrado. Entonces no tengo ni veo muchas salidas. Sí hay repetición, un poco de variantes, pero lo veo con sus límites”.

Desde aquella plática, quien solía mostrarse reticente a la exposición mediática contaba que todo le había “llovido: bueno y malo”. Y, desde entonces, se refería al panorama que le esperaría la cultura tras su ausencia. Quería y confiaba en que lo realizado perdure.

“A lo mejor hay que hacer algo para organizarlo mejor o para organizarlo con la Federación porque mover la cultura cuesta, y no estando yo… Por eso nos acercamos al INBA y estamos ligados a instituciones porque hay que prepararse para dejar lo que se ha ido formando”, explicaba Toledo, quien pese a describirse como un hombre sin voluntad llegó a crear varias instituciones e iniciativas vinculadas con las artes y cultura de Oaxaca.

Como ejemplo, se refería a la que fuera una de sus casas, frente al exconvento de Santo Domingo de Guzmán, en la capital del estado. “Se quedó sola y vino alguien y dijo por qué no hacemos un museo”. Al final, esa propuesta se convirtió en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO).

Toledo (Juchitán, 1940) fue creador de otros recintos aparte del IAGO (que donó en 2015 al Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA): el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, la Casa de la Cultura de Juchitán, la Fonoteca Eduardo Mata y el Patronato para la Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca, A.C (Pro-Oax). Además de impulsar, en alianza con otros artistas, del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca o del Jardín Etnobotánico.

Las lenguas originarias ocuparon gran parte de la atención y esfuerzos del artista plástico, coleccionista y gestor cultural. En este año, al galardón que comenzó para promover la creación literaria en zapoteco y luego el mixteco, se sumaron los respectivos para los idiomas mixe, triqui y huave.

Esa preocupación por la extinción de los idiomas tenía que ver con la historia familiar y su migración constante, pero también con el racismo vivido en carne propia.

“¿Quién no ha sufrido discriminación o racismo?” se preguntaba y respondía hace meses quien se identificaba con aquellas personas de piel “humilde”. “Es un sentimiento muy profundo en todas las culturas, un rechazo a los otros”.

Hijo de padres zapotecos del Istmo, el artista plástico señalaba que incluso ese racismo afecta la educación y legado de los pueblos originarios. “Nosotros fuimos migrantes, mis padres salieron de la zona zapoteca del Istmo hacia Chiapas, primero a Arriaga, ahí trabajaron un tiempo, después fueron al sur de Veracruz. Nos desligamos, digamos, de la lengua de los abuelos y de mis padres, por un fenómeno que se da de negar la lengua materna en la familia, en la casa”.

“Soy yo, con mi arte de caca”

Francisco Toledo comenzó su andar en la plástica a los 14 años de edad, en el taller de grabado de Arturo García Bustos, quien incluso le aconsejó dedicarse a la fotografía, al ver que tenía mejores resultados en esta que en la gráfica. Pero Toledo no tomó en cuenta esa recomendación y siguió por el taller de grabado de la Escuela de Diseño y Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en la Ciudad de México.

Posteriormente, continuó el camino por el extranjero. Su primera exposición fue en 1959 en Texas. Tras ella reunió dinero y salió del país en 1960 con destino a Roma. Después se trasladó a Francia donde estudió en el taller de grabado de Stanley Hayter. En ese periodo, fue apoyado por Rufino Tamayo.

“Fue muy generoso conmigo. Cuando empecé a mejorar, cuando mi trabajo era más interesante, me pidió que yo le dejara mis cuadros. Me los vendía cuando iban sus coleccionistas. También me llevó a varias galerías para ver si me aceptaban. Pero nunca pudimos convencerlos”, contó el artista en el texto que acompañó una muestra de la colección Toledo/INBA y que tras su estadía en Europa volvió en 1965 a su país.

En su obra, Francisco Toledo recreaba a mujeres que se transformaban en animales o que tienen amoríos con estos. También a él mismo como aquel escarabajo de África que mueve una pelota de caca, y con el que se identificaba el artista suizo Pau Klee. Esa misma comparación la hizo el autor de raíces zapotecas, nacido el 17 de julio en el seno de la familia conformada por Francisco López Orozco y Florencia Toledo Nolasco. El cuarto de los siete hijos del matrimonio se refería a su trabajo como una de sus últimas piezas.

“Soy yo, con mi arte de caca”. Toledo se comparó con Klee en esa descripción de su quehacer, en el que la transformación aparece como una constante, ya sea por los relatos de la tradición oral que toma de sus raíces zapotecas o por su gusto en la literatura de escritores como Franz Kafka.

Como si se tratara de cosas inseparables, Francisco Toledo decía que en su trabajo siempre ha habido imágenes de la tradición oral y de la escrita, al principio motivada por la añoranza, como la vivida en sus años en Europa. “Tenía cierta nostalgia por la casa, de Juchitán, de los abuelos, entonces me dedicaba mucho a recordar las imágenes del abuelo matando cochinos y eso lo dibujaba. Literatura y pintura, pero juntas; (como una) amistad o algo así”, contaba en febrero el artista que este jueves se vio como aquel trompo al que se le habían acabado sus vueltas al sol.

 

 

Fragmentos

Francisco Toledo (Francisco Benjamín López Toledo) nació el 17 de julio de 1940. Es el cuarto de siete hijos de Francisco López Orozco y Florencia Toledo Nolasco.

Fue considerado el artista plástico vivo contemporáneo más importante de México.

Fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en área de Bellas Artes el 15 de diciembre de 1998.

Fue fundador del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca.

Promovió, junto a otros artistas de la época, la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO).

También impulsó la creación del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.

Creó el Centro de la Artes de San Agustín, en el año 2006, en un edificio que antes fue una fábrica de hilados.

Fundó el Patronato para la Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca, A.C (Pro-Oax).