Elisa Ramírez aboga por la oralidad y diversidad cultural de Oaxaca
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Elisa Ramírez aboga por la oralidad y diversidad cultural de Oaxaca

La socióloga y traductora considera esencial un cambio de paradigma en cuanto a las políticas culturales y el reconocimiento a los otros


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La vida de la socióloga y traductora Elisa Ramírez Castañeda (Ciudad de México, 1947) no sería la misma sin la lectura. Lo sabe y lo reconoce, como también reconoce que sobre la palabra escrita, sobre los libros, hay un fetichismo, una admiración exagerada y el otorgamiento de virtudes extraordinarias.

“Sí son un don los libros y la palabra escrita, pero no son la panacea de todo”, señala la autora sobre las virtudes exageradas que han hecho de lo escrito lo oficial, lo hegemónico y lo verdadero, como si se trata de “la palabra de Dios”, pero que en realidad es solo “una de las maneras de nombrar a Dios”, en un mundo donde “hay muchos dioses”.

Ramírez Castañeda, que en su quehacer ha dedicado varios esfuerzos por la recopilación de la tradición oral de pueblos otomíes, tzeltales, mixes, mixtecos, zapotecos, nahuas, mayas, entre otros, pide cambiar el paradigma, llama a revalorar a la oralidad, tanto en lenguas indígenas como en no indígenas.

“Hemos olvidado cómo se narra, cómo se cuenta y cómo se dan testimonios en cualquier lugar”, especialmente en un mundo donde con tan solo un clic se puede encontrar casi todo en Google o Wikipedia.

“Si ya la lectura, la escritura, la televisión y los medios nos han quitado un poco la posibilidad de hablar y de narrar y de decir, (hay que) volver a la oralidad primaria, de contar, del gusto de sentarte, de chismear”. Consciente de que ello también puede llevar a una trampa, pide no caer en el fetichismo, ahora de lo oral. “No todo tampoco es palabra; los movimientos, las creencias, la manera de mover tu cuerpo, todo esto que tiene que ver con lenguajes no escritos y que no pasa por la palabra, es totalmente olvidado”.

ABOGA POR LA ORALIDAD

Así como aboga por la oralidad, Elisa lo hace por la diversidad de las lenguas y pueblos. En este, el Año Internacional de las Lenguas Indígenas (declarado como tal por la Organización de las Naciones Unidas), reflexiona sobre la idea de un país que se piensa homogéneo:

“Mientras pensemos que este país es uno solo, con una sola lengua, un solo himno, una sola bandera y una sola lengua, estamos perdidos. Mientras pensemos que las lenguas se rescatan, estamos perdidos. Las lenguas no se rescatan, se defienden, se hablan”, subraya la también investigadora, quien explica que a estas se les mata. Para ella, decir que los idiomas se rescatan es como creer que los granaderos rescatan a la misma gente que están pateando o que los soldados rescatan a quienes están matando.

Para la autora del El fin de los montioc; tradición oral de los huaves de San Mateo del Mar, Oaxaca, la defensa y preservación de las lenguas originarias sería posible si entre los pueblos se volvieran a aprender las lenguas de los ancestros y si se retomaran los conocimientos de los abuelos. “A lo mejor podemos salvar la naturaleza, a lo mejor las lenguas se salvan, pero mientras todo sea una mercancía, un paternalismo, lo único que estamos haciendo es permanecer en racismos absolutamente decadentes, de no reconocimiento”.

Cambiar la dirección, propone la autora sobre la necesidad que han visto algunos en publicar libros en lenguas indígenas, pero cuyos esfuerzos comienzan de lado contrario al que deberían iniciar.

“Hay que empezar por la voz allá para traer la palabra escrita acá, si lo hacemos acá (y tomando al idioma español como intermediario), estamos llevando la nueva luz del evangelio como los primeros misioneros, que ahora están de moda las misiones, para llevarle la verdad de la palabra y el don de los libros”.

Para Elisa, “si empezamos a hacer las cosas al revés, de no pensar qué vamos a llevar, sino qué nos pueden enseñar las gentes de allá o qué podemos escuchar de lo que sucede allá, vamos a empezar un poco a tener archivos orales para de ahí sacar material para hacer libros. Está súper visto que al derecho no sirvió, a ver si al revés tal vez”.

EL ERROR DE LAS MISIONES CULTURALES

El pasado 25 de febrero, en Tlaxcala, el gobierno federal presentó su programa de cultura comunitaria, que abarcará 720 municipios y cuenta con un presupuesto de 400 millones de pesos. Entre sus ejes, contempla misiones culturales (que recuerdan a las hechas en el siglo pasado por el entonces secretario de Educación Pública, José Vasconcelos) y actividades en “comunidades que tradicionalmente han estado excluidas de los circuitos culturales”, en donde “las periferias serán las nuevas centralidades”.

Pero, “mientras pensemos que hay una cultura que se lleva a un lugar donde no hay cultura, en donde no hay civilización, mientras se piense que llevamos la educación a un lugar en donde no están educados, mientras se piense que llevamos el arte a un lugar donde nada más hay artesanías y la ciencia a un lugar en donde nada más hay usos y costumbres, estamos perdidos”, expresa la socióloga sobre esta política que ya se desarrolla en estados como Guerrero y Michoacán.

LA CUARTA TRANSFORMACIÓN YA SE DIO

En este país, explica Elisa, solo existe demagogia, ya que se firman tratados y se generan leyes para las cuales no hay infraestructura, posibilidades o recursos, como tampoco personas entrenadas para ejecutarlas o con la voluntad para reconocer “al otro”.

“Una cosa es la investidura de la Presidencia y pedirle a los cuatro rumbos y con copal”, señala. Pero lo importante, explica es que el país tenga menos minas y más defensa de la tierra, más defensa del agua y menos defensores de la naturaleza asesinados.

“Voté por él (por Andrés Manuel López Obrador) y pienso que puede haber una transformación, pero para empezar la cuarta transformación ya se dio allá (en Chiapas), y no por decretos o por votación, se dio con sangre y se llama zapatista”.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional es uno con un discurso propio, “con el que puedes o no estar de acuerdo, pero ya hay esa experiencia, no tienes que llevar una cuarta transformación ni salvar a los pobrecitos”, apunta la socióloga sobre las concepciones en torno a las comunidades indígenas, a las que se ha tratado como si fueran homogéneas, pero que requieren de una mirada y trato distinto.

“Las leyes, la educación, la salud y todo los tratan como si un juchiteco que vive junto al Walmart de Juchitán fuera igual al tarahumara que vive junto a la barranca del cobre, al kiliwa, al seri. Hay una incomprensión y hay un hueco en la cabeza, disfrazado por el racismo, el colonialismo y por la historia”.