‘La vida mexicana se ha criminalizado’: Juan Villoro
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‘La vida mexicana se ha criminalizado’: Juan Villoro

El autor de ‘El vértigo horizontal’, advierte que falta una verdadera opción de izquierda en nuestro país


‘La vida mexicana se ha criminalizado’:  Juan  Villoro | El Imparcial de Oaxaca

‘Un país donde los cadáveres se pasean, es un país donde está todo descompuesto’, señala Juan Villoro. Es de mañana y en El Hijo del cuervo. La cita es so pretexto de El vértigo horizontal (Almadía/El Colegio Nacional), libro donde reúne veinte años de crónicas dedicadas a la sociedad.

Para argumentar sus ideas Villoro no habla de lo publicado sino del presente. En segundos dispara frases que apuntan a ser titulares: “La UNAM debe ser territorio de la autonomía no de la impunidad” o “Estamos tan mal que prácticamente cualquier cambio implica corrección”.

Difícil refutarlo cuando explica por qué la crónica vive tan buen momento en Latinoamérica, y particularmente en México: “Pensemos en las noticias de los últimos días: los mariachis asesinos, el camión con cadáveres deambulando por Guadalajara, el debut sorprendente de Diego Armando Maradona como entrenador de un equipo mexicano de segunda división en un territorio castigado por el narcotráfico. Todas estas noticias reclaman ser contadas por un cronista”.

Después de más de veinte años de escribir sobre la Ciudad de México, ¿ya la entiende mejor?

Ser ciudadano de la ciudad de México implica tener cierta desorientación e ignorancia respecto al paisaje urbano y a las costumbres. Me gusta el título de la primera parte de Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño: “Mexicanos perdidos en México”. Muchas veces nuestra condición en la ciudad es el desconcierto. Por más que uno escriba o viva la ciudad, persiste una sensación de carecer de brújula, lo cual es inquietante pero también estimulante porque te obliga a buscar respuestas.

¿No se volvió lugar común decir que la Ciudad de México es kafkiana o surrealista?

La ciudad está menos desorganizada y es menos irracional de lo que pensamos. El primer capítulo del libro se llama ‘El caos no se improvisa’. Se requiere de ciertos esfuerzos, costumbres y rigores, para ser caóticos como lo somos. Monsiváis expresó esto con el título de uno de sus libros, Los rituales del caos. Sí hay un desorden pero éste se somete al rito. Algunos antropólogos urbanos han trabajado el tema de las reglas del desorden y la Ciudad de México sí tiene sus maneras racionales de ser entendida, lo que pasa es que desde la percepción cotidiana hay muchas cosas que te resultan misteriosas o que te confunden.

¿Cambió algo con terremoto de 2017?

Para mal: hay una fuerte especulación inmobiliaria porque el fondo de reconstrucción no se ha aplicado bien. Más del cincuenta por ciento de los edificios que deben de ser demolidos ahí siguen. Al mismo tiempo sí se articuló una mirada crítica que proviene de las jornadas solidarias y de la inconformidad de la gente ante un gobierno que claramente fue rebasado por las iniciativas espontáneas de la ciudadanía. La votación de este año tuvo mucho que ver con el descontento generado por el terremoto.

¿Cree que López Obrador ganó en parte por el terremoto?

No fue una relación causa-efecto, pero sin duda fue uno de los ingredientes.

Hace un momento mencionó a los mariachis asesinos. La nota roja ya es parte de los titulares y de las columnas políticas…

La vida mexicana se ha criminalizado. Vivimos en un país en buena medida tomado por el narcotráfico. Parcialmente tenemos un narco Estado. Si no entendemos la criminalidad, no entendemos cómo nos estamos relacionando. La UNAM es pasto del narcomenudeo. Hay cárteles combatiendo de manera directa en la ciudad de México. Abres cualquier periódico y la sección nacional básicamente habla de crímenes. El camión con cadáveres que deambula por Guadalajara fue titular en casi todos los medios. Un país donde los cadáveres se pasean, es un país donde está todo descompuesto. El resultado final de las elecciones nos hizo pensar en un cuento de hadas porque todo mundo aceptó las cifras del INE y felicitó a López Obrador, pero no podemos olvidar que en el trayecto asesinaron a 48 candidatos a puestos de elección popular y a 130 militantes de partidos políticos. La nota roja es la vida diaria.

¿Será un cuento de hadas con final feliz?

No lo sabemos. Los mexicanos nos entusiasmamos y nos decepcionamos rápidamente. Veremos si López Obrador puede mantener las expectativas generadas una vez que esté en el poder. Ahora se espera que por arte de magia resuelva todo, pero será difícil.

Usted apoyó abiertamente a Marichuy…

Sí. Creo que falta una verdadera opción de izquierda en México. Falta escuchar a los más pobres, ese es uno de los grandes rezagos de este país. Desgraciadamente esas voces no se escucharon en las campañas y se prefirió optar por gente que hizo trampa como El Bronco. El mensaje es claro: para triunfar en la política mexicana tienes que ser deshonesto.

¿Cómo se ve usted al interior de las crónicas de su libro?

Las crónicas tienen varios registros. Por un lado son muy personales, quería hacer un recuento de una ciudad entrañable para mí. Hablar de temas de infancia, amigos y de la manera en qué he vivido. En otras aparezco como colado o metiche. Algunas son sobre la Semana Santa en Iztapalapa, Tepito, Paquita ‘La del Barrio’ –personaje único-, la lucha libre, en fin. En estricto sentido es un recuento personal.

¿Cómo enfoca una crónica?

Una crónica parte de la curiosidad y de ciertos elementos que ya sabes de esa realidad, pero siempre conserva un enigma. Las mejores crónicas las escribes no porque ya sepas todo de algo sino para averiguarlo. En el libro hay un largo pasaje sobre los niños de la calle, tema que a todos nos ha tocado. Desde hace muchos años he estado en contacto con la Fundación Pro Niños, pero no había hecho un reportaje sobre ellos. Aquí partí de un relativo conocimiento del tema y de una gran curiosidad por entender lo que sucede.

¿El auge de la crónica tiene que ver con que la realidad ya superó a la ficción?

La realidad mexicana y latinoamericana es torrencial e inesperada. Parece ocurrir para que un cronista la cuente. Pensemos en las noticias de los últimos días: los mariachis asesinos, el camión con cadáveres deambulando por Guadalajara, el debut sorprendente de Diego Armando Maradona como entrenador de un equipo mexicano de segunda división en un territorio castigado por el narcotráfico. Todas estas noticias reclaman ser contadas por un cronista.

Y también tienen público.

Sí, por un lado la crónica goza de cabal salud y hay muy buenos cronistas. Pero a la vez, el periodismo está en una crisis total como modelo de negocio. Cada vez es más difícil encontrar lugares para publicar. Internet está acabando con el periodismo como negocio. Encontrar otras formas de expresión es un desafío contemporáneo.

La crónica se está trasladando al libro…

Los libros siguen siendo un refugio importante. No sé si seguirá siendo una forma de comunicación válida, pero creo que por el momento todavía podemos confiar en ellos. Ha habido momentos en donde los libros han sido refugios de la crónica, pensemos en el 68. Ni los periódicos establecidos ni los medios electrónicos informaron sobre el tema, salvo la excepción solitaria de la revisa ¿Por qué? Entendimos y supimos lo que pasó por medio de libros como La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska o Los días y los años, de Luis González de Alba.

¿Confía en López Obrador?

Hay que esperar. Todo es un carnaval de declaraciones que no podemos valorar. Él ha estado trabajando con su nuevo equipo y nombrando gente. Sin embargo, me parece poco alentador el equipo tan mezclado y con personas tan ajenas a políticas progresistas; y tan ajenas a una independencia de las mafias del poder que tanto ha criticado, que está armando. Veremos hacia dónde va. Estamos tan mal que prácticamente cualquier cambio implica corrección.