• Al Momento
  • Opinión
  • Video
  • Al Momento
  • Opinión
  • Video
opinion

Duelo en los niños

El duelo habitualmente se relaciona con las condiciones emocionales que experimenta una persona, ante la muerte de un familiar u otra persona a la que se encontraba vinculada.

En primer lugar, la comprensión de la pérdida y el proceso de duelo están muy determinados por la edad o el desarrollo evolutivo de cada niño. Generalmente, se consideran cinco elementos fundamentales que intervienen en la comprensión de la muerte —para el niño— y que van a ir cambiando con la edad. Es universal, ya que afecta a todos los seres vivos. Irreversible, porque no se tiene la alternativa de poder volver a vivir. Es total, ya que todo el cuerpo deja de funcionar. Es incontrolable, porque no depende de nuestros pensamientos o voluntad para ejercer su daño y en obvio, es el final de la vida y ante eso, se considera que ya no hay forma de percibirse sensorialmente y no sabemos qué pasa en forma posterior y así, existe un gran misterio sobre la continuidad o no de otra forma de vida.

Generalmente, los niños menores de seis años tienen limites importantes para identificar el concepto de la muerte porque en todos los elementos asociados, tienen otro tipo de conceptos. Creen que ellas y ellos y sus seres queridos vivirán siempre. No existe para ellos, el concepto de: para siempre, la consideran que puede ser interrumpida igual que el sueño. Creen que el cuerpo de la persona fallecida, de alguna manera, sigue funcionando, que puede sentir frío o calor, que puede oír, hablar y generalmente, predomina su pensamiento mágico que lo hace creer que una discusión o una conducta por la que se le recriminó, pudo ser la causante de la muerte del ser querido. Del mismo modo puede pensar que deseándolo, puede hacer que su familiar regrese de la muerte.

El pensamiento mágico es determinante de los sentimientos de culpa que pueden generarse, bien porque el niño piense que no ha hecho lo suficiente para que su ser querido vuelva a la vida, o bien por haber causado tanto daño al difunto con su conducta en vida, que haya podido causarle la muerte. A esta edad no consiguen imaginar que antes de nacer no estaban, no existían y que luego, cuando mueran, no estarán. Se activan y actualizan antiguos temores. Tienen miedo de acostarse, de la oscuridad o de quedarse en soledad. Sienten la angustia de separación, les cuesta mucho separarse de sus seres queridos.

A partir de los 7 años ya comienzan a tener claro el concepto de que, tras la muerte, el cuerpo ya no funciona y que la muerte es irreversible. Desaparece el pensamiento mágico. La comprensión de que sus pensamientos no son los causantes de la muerte o el regreso de alguien fallecido no se produce hasta la edad de 6 a 7 años, aproximadamente. Sigue manteniéndose a estas edades una enorme curiosidad, una necesidad de razonarlo todo, de buscar explicaciones a todo lo que sucede.

Durante la adolescencia la comprensión de la muerte y la elaboración del duelo es similar a la de una persona adulta y también lo son sus reacciones, si bien las emociones las viven más intensamente. Tienen un gran interés por lo que sucede tras la muerte, si hay o no vida tras ella. La adolescencia es una etapa de cambio y transición hacia la independencia del mundo adulto por lo que en la relación con sus padres y madres hay más conflictos. Esto puede ser el origen de sentimientos de culpabilidad si ocurre la muerte de uno de los progenitores o personas cercanas.

En el duelo infantil, una de las primeras dificultades que se presenta es saber reconocer que el niño pasa por un proceso de duelo, notando en la descripción siguiente que son más variadas que en el adulto y no siempre son directas. Con mucha frecuencia los niños alternan los periodos de absoluta normalidad con momentos de gran desesperanza, o tardan meses en expresarlo y cuando lo hacen es con alteración de su conducta o muy pronto aprenden a contener sus emociones cuando ven a los padres o familiares desbordados. Presentan, además, dificultades para identificar lo que les está pasando, el estado de ánimo y ponerles nombre a las condiciones que están sintiendo. Se expresan bajo estas condiciones con más frecuencia a través de alteraciones de la conducta o de alteraciones corporales. Todo esto hace que cueste identificar el proceso de duelo en los niños.

Como pautas muy generales, el niño en el duelo necesita: ser informado adecuadamente, por lo que debe ser clara, comprensible y adecuada a su nivel de comprensión. Ser escuchado con atención: ya que requiere alguien a quien expresar sus dudas, preocupaciones y fantasías. Sentirse incluido e implicado ofreciendo sin forzar su presencia y participación en los rituales asociados a la muerte. Abordar sus temores: saber que seguirá siendo cuidado y atendido, abordar la culpa y platicarla que no lo involucra. Ayudar a expresarse emocionalmente según sus propias necesidades. Continuar las rutinas, evitar cambios sobreañadidos (escuela, amigos) para recuperar seguridad y estabilidad y tener la oportunidad de recordar, cultivar el recuerdo hasta poder llegar a poder recolocar emocionalmente a la persona fallecida.

Notas Relacionadas

EDICIÓN IMPRESA


Recibe todos los días a primera hora en tu casa u oficina las noticias del momento.