Solidez de órganos electorales
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Editorial

Solidez de órganos electorales

 


Desde hace algunos meses y como una tendencia absurda de los personeros de la llamada Cuarta Transformación y su brazo ejecutor, senadores y diputados del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), se desató una campaña de desprestigio en contra del Instituto Nacional Electoral (INE), en particular de su consejero presidente, Lorenzo Córdova Vianello y del consejero Ciro Murayama. Con valentía, ambos defendieron la autonomía del órgano electoral, producto de una reforma política hace treinta años. Los ataques y descalificaciones se exacerbaron con la sanción al ex candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero, Félix Salgado Macedonio. Las amenazas de desaparición fueron constantes, desatándose en el país un movimiento para pedir respeto al INE.

Hay quienes han calificado la pasada jornada electoral como ejemplar, no exenta, por supuesto de actos violentos y otros. Sin embargo, en lo que se refiere a la organización, la campaña mediática ratificando su independencia y la calificación de la elección, ubican al citado árbitro electoral como el gran ganador. En efecto, se ha visto su papel de imparcial, apego a la legalidad y dando la validez que corresponde al sufragio emitido por los mexicanos. Nadie puede afirmar que se haya observado un sesgo de ilegalidad o tendencia de favorecer a determinado partido. Es más, hasta los más soterrados críticos y dados a descalificar, como el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, han guardado silencio. Nada tan grave como pretender asestar un golpe a dicha institución que, a los ojos de los mexicanos, hizo su mejor trabajo.

Por fortuna para nuestro órgano local, el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (IEEPCO), las descalificaciones han pasado de largo. En nuestro entorno ha habido confianza y credibilidad en su actuación. Consejeros y funcionarios han actuado con respeto a la ley electoral vigente sin estigmas de ninguna especie. Tampoco se han dado sesgos que pudieran implicar beneficios para determinado partido, sino que a la fecha se ha actuado con transparencia, profesionalismo e independencia. Hoy mismo sigue en el desahogo de los conteos de votos y verificación de actas de escrutinio, para poder otorgar las respectivas constancias de mayoría a quienes obtuvieron mayoría. Hay pues confianza ciudadana en los árbitros que, como todo mundo sabe, no juegan. Simplemente vigilan y califican la elección de acuerdo a los criterios establecidos en la ley. 

Ecos de la enésima gira

De nueva cuenta, el fin de semana pasado estuvo en Oaxaca el presidente Andrés Manuel López Obrador. Se estima que es su vigésima tercera gira de trabajo desde que inició su gestión, el primero de diciembre de 2018. El propósito fue evaluar algunos de los programas que ha emprendido el gobierno de la llamada Cuarta Transformación, como son los de Bienestar, caminos rurales y las añejas carreteras. Como en las anteriores, las visitas presidenciales han tenido poco impacto en el ánimo colectivo de los oaxaqueños. Simplemente se ven como si nada ocurriera. En el antiguo régimen, una visita presidencial era todo un acontecimiento. Fueron otros tiempos. Y es que había un ingrediente adicional: era clásico que el primer mandatario llegaba con un legado de esperanzas, de apoyos económicos, de respuesta a peticiones hechas por comunidades, organizaciones, etc.

En efecto, las giras presidenciales han dejado de tener impacto social, más aún cuando recién han pasado las elecciones, en las que su partido se llevó la mejor parte. Se percibe más que una gira de trabajo una visita a un territorio en el que su política y su partido han permeado, pese a tratarse de un gobierno que emanó del Partido Revolucionario Institucional (PRI), una visita de corte político. Y es que, a la ciudadanía oaxaqueña, no obstante, la simpatía que haya hacia el presidente y su partido o el arraigo que tenga su mensaje entre la población, ya no se le engaña. Hay claridad en que nuestra entidad presenta un notable rezago en diversos rubros y no se le ha visto avance alguno. El ejemplo más visible son las carreteras al Istmo y a la Costa que, al paso que van, con seguridad no verá concluidas el gobernador Alejandro Murat, cuyo período de gobierno avanza de manera inexorable.

No es un artificio, pues, decir que las citadas giras se ven hoy mismo bajo el prisma del escepticismo; de la superficialidad. Nada más. Aunque se quiera percibir como un cambio en la política de la Cuarta Transformación y demás demagogia, nada cambia la mentalidad de un pueblo al que ya no se le sorprende tan fácilmente. Hoy parece que las cosas se han invertido. Antes nos traían recursos y esperanzas concretas de desarrollo con recursos adicionales. Hoy nos traen sólo discursos, cuentas de vidrio y promesas. Nada en concreto. Ésta, la número 23, como las anteriores visitas, ha pasado de noche. Sólo tal vez valen la pena para aquellos que quieren tener un lugar en el gabinete presidencial, pero no para la ciudadanía que no ve la luz al final del túnel.