Taller Tamayo: 46 años de desarrollo en las artes
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Arte y Cultura

Taller Tamayo: 46 años de desarrollo en las artes

El taller fundado en 1974 ha pasado de ser uno que impulsó a un grupo de creadores a un centro de enseñanza y profesionalización diversificado


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La libertad con que se planteó el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo se mantiene. Pero su esquema, el que comenzó con un grupo de alumnos y docente, ha cambiado. De impulsar a un grupo y tener marcadas sus generaciones, se ha abierto a la diversidad de alumnos, tanto en edades como en experiencias y trayectoria.

“Este esquema en donde Roberto Donis (su director fundador) decidía quién entraba y quién salía ya no es tan viable”, señala Moisés García Nava, actual director del Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo, a propósito del desarrollo y aniversario de este centro de enseñanza. García ahonda en que “el taller está abierto a principiantes y avanzados”. Y ejemplo de ello es la presencia de Gerardo de la Barrera, uno de los fundadores del taller que actualmente acude como alumno del taller de escultura y se reconoce como estudiante.

El Taller Tamayo, como se conoce a este centro no escolarizado abierto el 14 de febrero de 1974, cumple hoy 46 años de existencia. Con cambios en su domicilio, el último del centro de la ciudad de Oaxaca a la agencia San Felipe, ha atravesado diversas etapas, dadas por el mismo cambio en su administración como por las visiones de sus directores y alumnos fundadores.

La de ahora, que García Nava mantiene desde 2013 es la de la apertura a todo tipo de estudiantes y un sistema libre. “Recibimos a artistas profesionales como a alguien que es su primer día agarrando el pincel. Es la idea que se tiene. Porque además el taller ha tenido que ubicarse en un nicho, ya hay una licenciatura en Bellas Artes o cursos en el CaSa (Centro de las Artes de San Agustín). Hay otras ofertas para la formación en artes plásticas”. De ahí que el Tamayo abarque desde la iniciación en las artes hasta el desarrollo o profesionalización en estas, al contar con “una formación más contundente en el área de talleres”.

Y con ello, como expone García Nava, tener nichos varios: el de los que se inician en las artes y luego ingresan a universidades de arte con mayor facilidad. Otro, el de quienes están en procesos formativos en licenciatura, pero que van en las mañanas a la universidad y en las tardes al Tamayo, o cuando la universidad está tomada. También el de quienes ya han egresado de la universidad, pero que siguen en constante aprendizaje o en la profundización de ciertas áreas y por ello acuden al Tamayo, donde pueden incluso enfocarse en la producción de obras en tanto tienen las posibilidades para contar con un taller propio o un espacio para tal actividad.

Adultos que se han dedicado esporádicamente al arte y quieren profundizar o que comienzan en ello son otros de sus nichos. Lo mismo que los infantes de los 21 talleres comunitarios, que tienen sus orígenes en un programa impulsado por el fallecido artista Juan Alcázar a finales de los años 90, con nueve talleres. En la actualidad, estos talleres que por momentos estuvieron directamente a cargo de la Seculta, son parte del taller y se han tratado de mantener de forma constante, expone García Nava. Aunque no están en todas las regiones del estado, se ubican en regiones como Valles Centrales, Istmo, Costa, Sierra Norte y Sierra Sur.

La diversificación de sus alumnos, tanto en edades como en orígenes se ha dado paulatinamente, en especial desde los años 80 y 90, además de estar acompañado por los cambios en su administración, al pasar oficialmente al gobierno estatal como parte de los organismos enfocados en la política cultural, entre ellas el Instituto Oaxaqueño de las Culturas que dio paso a la actual Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca.

LA ESCOLARIZACIÓN: DE LA POSIBILIDAD AL RECHAZO

Que el Taller Tamayo apueste por la escolarización y con ello la validez oficial de sus estudios ha quedado en la posibilidad. Se ha pensado en ella, señala Moisés, pero en las reflexiones varias se ha notado como una limitación a la esencia que le dio origen y al desarrollo como centro de enseñanza. “Lo hemos platicado, pero necesitarías tener una sede fija si aspiráramos a un programa validado por la Secretaría de Educación Pública y tener una currícula, y habría que contratar más maestros” de los 13 con que cuenta. Se necesitaría una infraestructura más amplia y propia. Pero aparte de ello, la escolarización propiciaría la exclusión, refiere el director.

“Además ya existe una licenciatura”, añade García sobre un estado en el que percibe que ello cubre la demanda. “En Oaxaca, lo ideal es que siga siendo una escuela de formación distinta. Lo que se ha pensado es tener una certificación por el prestigio del taller” y que ello la equipare con instituciones como La Ceiba, en Veracruz, u otra escuela de grabado en el mundo que sea reconocida por su prestigio en el ámbito del arte. Pero ese certificado también podría descartarse, dice Moisés, pues volvería a la exclusión de quienes ya han tomado clases y no podrían volver. Además de que percibe que el taller ya tiene su lugar en las artes en el país.

En lo que sí cree que se podría enfocar el taller es la ampliación de sus instalaciones o en el contar con un recinto propio para no seguir rentando. Además de que ello podría suplir los recursos federales que se tuvieron hace años, los que permitieron la compra de materiales o la implementación de otros programas.

 

De la modernización  de la EBA al Tamayo

 

Los antecedentes del taller se remontan a 1972 en la Escuela de Bellas Artes, EBA, de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, UABJO. El primer proyecto fue para modernizar tal escuela. Para ello, Francisco Toledo (1940-2019), que había vuelto de París, invitó a su amigo Roberto Donis (1934-2008) para que con las ideas que ambos traían de sus experiencias en el extranjero generaran una escuela con esquemas como los de las escuelas europeas de arte al aire libre. “Era romper con la currícula, que los estudiantes no tuvieran que empezar por dibujo uno, dibujo dos, paisaje, perspectiva, sino que fueran directo a las técnicas y medios que les interesaran”, expresa Moisés García Nava, director del taller. El proyecto, en medio del contexto de la época, de los movimientos estudiantiles, se separó de la UABJO, en donde gran parte del alumnado participaba o se identificaba con las demandas.

“Y el grupo encabezado por Roberto Donis, que venía de la escuela y apoyo de Tamayo”, siguió la pauta mostrada por este, de no “meterse en asuntos políticos”. El esquema que se manejaba incluía el habitar de algunos estudiantes en el taller y la venta, por parte de Donis, de la obra de estos, como una manera para sostener al taller y para que los propios estudiantes generaran ingresos. Pero en el que los integrantes trabajaban de manera libre algunos meses y el director, Donis, revisaba sus avances.