Como ya es costumbre, en nuestras comunidades de los Valles Centrales, incluyendo la capital del estado, hoy es día de mucha tarea. Es el trajinar de mujeres y hombres para montar el altar a los muertos que, según la tradición de nuestra gente antigua, a la medianoche de hoy llegan los “angelitos”, así se les llama a quienes mueren siendo niños. Por tanto, el altar debe estar listo, con la ofrenda típica del pan de muerto, tamales, chocolate, dulce de calabaza, calaveritas de azúcar, etc. Hoy se prepara ese gran día que es el dedicado a los muertos e inicia, lo que algunos han llamado, el camino al Mictlán. Los mercados están hoy mismo llenos de gente que acude a realizar las compras de última hora, para preparar lo que habrá de degustarse mañana y pasado, en convivencia con la familia.
Porque estos días son asimismo de unión familiar. Miles y miles de paisanos que radican en los Estados Unidos de América, en el norte del país o en otros lugares, buscan estar en el terruño para acompañar a sus difuntos y visitar los panteones, rezar, hacer plegarias y reencontrarse con aquellos que ya partieron. No obstante la promoción y publicidad que se la da a ciertos lugares del país en esta temporada, definitivamente no hay ninguno como Oaxaca. Se mencionan algunos como Pátzacuaro, Michoacán o Mixquic en el Estado de México, pero siendo justos ninguno tiene el colorido, la riqueza y la autenticidad de nuestra celebración. Por ejemplo, las famosas “Muerteadas” que se hacen en las comunidades de la Villa de Etla, son únicas en su género e incomparables con similares en otros lugares.
Una cosa similar ocurre con los concursos de tapetes, la romería en los panteones, los altares de muertos en el zócalo y otros. Tampoco hay comparación con los eventos que se realizan posteriormente a esta temporada en otros de los panteones de la capital. Menos se puede comparar la cantidad impresionante de cosas que hay para degustar en estos días. Hoy pues, la gente que ha sorbido la tradición ancestral del homenaje a los muertos está ocupada en “la recepción” de sus “angelitos” o difuntos. Por fortuna, el ayuntamiento de la capital oaxaqueña se ha dado a la tarea de dignificar los espacios en los panteones, particularmente en el histórico de San Miguel, que durante al menos un par de años se había mantenido cerrado a la población. Ello le dará a estos festejos un aire más rico en vivencias y tradición.
La falacia de la seguridad
Cada día estamos más convencidos de que hay funcionarios que siguen sorprendiendo al gobernador Alejandro Murat, con el ardid de que las mediciones y estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (Sesnsp), ubican a la entidad como una de las diez más seguras en el país. El cuento no es nada nuevo. Lleva al menos doce años, cuando una tríada que monopolizó los espacios de seguridad pública en el gobierno de Ulises Ruiz, se sacó de la manga el trillado tema. Y éste volvía a los discursos oficiales una y otra vez. Se supone que eran otros tiempos, no los violentos que vivimos en estos días.
La ciudadanía oaxaqueña, bien informada, considera una afrenta al decoro y a la inteligencia que sigamos con este discurso, cuando la realidad muestra una cara distinta. ¿Puede llamarse entidad segura cuando en menos de 24 horas se cometieron el fin de semana pasado, al menos diez homicidios dolosos, particularmente ejecuciones? Es obvio que no. Menos convence el infantil argumento de que estamos mejor que otras entidades. Por supuesto que sí, pero ello no significa regodearse en la comodidad de que no somos ni Guerrero ni Michoacán; ni Tamaulipas ni Guanajuato. Ya lo dijimos, la percepción del oaxaqueño medio, es que estamos cada día peor en seguridad; que el gobierno no garantiza la paz social y la tranquilidad ciudadana.
Por ello insistimos de manera constante: el primer paso para resolver una determinada situación es reconocer que el problema existe. Aquí hemos abordado el asunto de manera constante, porque es necesario que a la ciudadanía, a los gobernados pues, se les dé una satisfacción sobre lo que está ocurriendo. El asunto es simple: no creemos que la ciudadanía de San Juan Bautista Tuxtepec lance loas y queme incienso al discurso del gobernador de que Oaxaca es una entidad segura. Por supuesto que no. Ahí van más de ochenta ejecutados en lo que va del año y ello no es para echar las campanas al vuelo, sino para instrumentar los mecanismos necesarios y dar certidumbre a la población.
El asunto de Oaxaca, una entidad segura es un mito, el cual subyace en que los responsables de la tarea, al no hacerla de manera correcta y pecar de omisos, se regodean en información que manipulan a placer para convencer a quien manda de que aquí todo camina sobre rueda y no pasa nada. Deberían fincárseles responsabilidades por falsos y pésimos funcionarios.