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Los resultados en materia de combate a la inseguridad en la Ciudad de México son pobres, tanto como la importancia que al tema ha otorgado la Jefa de Gobierno Claudia Sheimbaum. Lo cierto es que cada día nos enteramos de familias y amigos cercanos, que han sufrido atracos y las autoridades incluso del 911 brillan por su ausencia, quizá dirán que se trata de simples y comunes ciudadanos fifís, que sobreviven a esta Transformación de Cuarta.
Por sólo citar un ejemplo, el pasado domingo celebró su santo nuestro querido amigo Enrique, que año tras año hace una paella -que por cierto le queda como para chuparse los dedos- en su casa del Pedregal, al sur de la Ciudad, más de 50 invitados nos reunimos a celebrar la ocasión, con la salvedad de que este año por providencia divina no fuimos requeridos. Sin embargo mi mamá que comparte santo con nuestro amigo le llamó el lunes para felicitarlo, y entonces Enrique le contó que como anualmente realizó su fiesta, ya habían llegado los asistentes, cuando cuatro hampones, una mujer y tres hombres, ingresaron a su domicilio a asaltar a los ahí presentes. Se llevaron desde carteras, dólares, celulares, alhajas, bisurtería, obras de arte incluso automóviles. Desde luego se levantó el acta respectiva, y todo quedó en sendo susto.
Alguno de los asistentes se aventuró a marcar al 911, más la respuesta llegó demasiado tarde, cuando ya los rateros habían huido con el botín. En el transcurso de ésta semana alguien me comentaba que para dar con los asaltantes hay que proveer de datos a la autoridad, sobre si se percataron de alguna seña particular de los maleantes, si por el tono de voz éstos podrían ser de otro país, en fin la mayor información para dar con su paradero. Ésta es la realidad en que nos encontramos y que quizá usted señora Sheimbaum conoce, pero prefiere hacerse de la vista gorda.
Y ni qué decir del presidente López Obrador que se siente sumamente conmovido por aquellos sujetos que se encuentran tras las rejas purgando una condena, por las fechorías que han cometido, y que resultan un verdadero peligro para la sociedad, que no llegaron a una cárcel de manera inmerecida, porque muchos han cometido los más cruentos delitos. Una Guardia Nacional, a la que ningún policía quiere sumarse, formada al vapor, y sin capacitación debida, no es la solución a la grave situación que vivimos de manera cotidiana los mexicanos, que suplicamos por seguridad y tranquilidad en nuestro hogares, planteles escolares, negocios, bancos, calles y avenidas.
Incluso habitantes de calles de Coyoacán, viven verdaderamente aterrorizados porque han vaciado varias casas. En fin, de qué sirven las denuncias, las marchas, y las diversas manifestaciones de descontento, si finalmente nadie nos escucha, y van en incremento los secuestros, homicidios, asaltos a transeúntes y a casa habitación. De un tiempo a la fecha, vemos que las autoridades hacen caso omiso a nuestras demandas; Eso si el Gobierno de la Ciudad de México, se las pinta para cobrar impuestos, multas, parquímetros, tenencias, verificaciones y servicios, y a cambio recibimos desprecio, inseguridad y despotismo. Haber hasta cuándo debemos resistir en ésta ciudad que ya hasta literalmente tiembla de miedo.
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