Seguridad: Talón de Aquiles
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Editorial

Seguridad: Talón de Aquiles

 


Como hacía tiempo no ocurría, el primer aniversario del gobierno de la Cuarta Transformación, del cual está al frente el presidente Andrés Manuel López Obrador, no sólo fue de jolgorio y loas sino de protestas. En la Ciudad de México se llevó a cabo una marcha encabezada por la familia LeBaron y el poeta Javier Sicilia. Ambos representan hechos lamentables, cuyos responsables han sido los grupos criminales, de los que el actual gobierno no quiere saber y a quienes ha convocado con llamados irrisorios como “abrazos no balazos”, “pórtense bien”, etc., para ocultar una inexistente estrategia de seguridad que sigue lastimando al pueblo mexicano, sobre todo, a aquellos que han perdido a seres queridos en vendettas y ajustes de cuentas.
En el año que lleva el gobierno actual, el baño de sangre en el país se ha multiplicado, ante un ejecutivo federal que no acierta a definir los mecanismos de seguridad para acotar a los grupos criminales y sus operaciones fuera de la ley. Los casos recientes de Aguililla, Michoacán; Culiacán, Sinaloa y Bavispe, Sonora, éste último de gran impacto nacional, pues tres mujeres y seis menores de edad fueron acribillados de manera cobarde e incinerados, sin que el gobierno federal haya respondido con medidas enérgicas, han creado el caldo de cultivo de indignación entre los mexicanos. Se trata de la familia LeBaron, una comunidad mormona de México-americanos, que vive en la zona fronteriza, algunos de cuyos miembros se han resistido en caer en la extorsión de los cárteles de la droga.
La protesta que se llevó a cabo en la capital del país, aunque puede ser minimizada por AMLO y el Poder Legislativo al que trae de la soga, es una severa llamada de atención para quienes no han visto –o no quieren ver- la realidad triste y patética por la que atraviesa el país en estos momentos. No tenemos la menor duda que el presidente López Obrador está jugando con fuego y puede enfrentar presiones nunca vistas, como la posibilidad de que el gobierno de los Estados Unidos de América, reiterado enemigo del país, pueda intervenir una vez que el Congreso de dicha nación ubique a los cárteles de la droga mexicanos como terroristas. El primer mandatario ha minimizado la cuestión de seguridad, con el ardid de que no quiere más violencia, pero ello ha permitido la proliferación de células y bandas delictivas que siguen salpicando de sangre a México.

Proyecto diferido

Si bien es cierto que hay quienes ubican a Oaxaca como una de las grandes prioridades del gobierno de López Obrador, no hay duda que hasta el momento, para muchos oaxaqueños, sólo han sido promesas. No hay que olvidar que justamente en estos días se cumple un año de sus primeras giras a la entidad, ya como presidente de México, cuando anunció el inicio del programa de caminos rurales que, si ha avanzado, lo ha hecho muy lentamente. Al poco tiempo anunció el Proyecto Transístimico que, por lo que vemos, no ha caminado un ápice. Y es que primero se entrampó con la famosa consulta popular con los pueblos originarios, de donde no salió bien librado. Posteriormente, se ha sumergido en una serie de claroscuros de los que no ha salido.
Como lo publicamos el pasado domingo, hay aún muchos pendientes, por ejemplo, los apoyos para los adultos mayores y personas en situación de vulnerabilidad, que no llegan a tiempo. Incluso, las tareas de reconstrucción en la zona afectada por los sismos de septiembre de 2017, en donde miles de damnificados no han visto llegar el apoyo institucional, de tal suerte que, como lo habremos de comentar en estos días, la captación de recursos para dicha tarea se habrán de cargar a la ciudadanía, con nuevos impuestos. Algunos medios de comunicación hablan de uno y mil proyectos, sin que los mismos se hayan traducido en hechos concretos y recursos frescos. Por el contrario, fueron cancelados varios en los que estábamos inmersos, como fue el de Zonas Económicas Especiales (ZEE).
El presidente de México ha hecho al menos once giras de trabajo por la entidad, sin embargo, hay algunas que han sido decepcionantes. Un ejemplo es la gira en la que hizo anuncios sobre las súper carreteras al Istmo y la Costa. Para la primera puso de plazo al menos 40 meses; respecto a la segunda afirmó que estaría para 2022. ¿Será que ello implique que estamos en el ánimo presidencial? Como lo comentamos hace algunas semanas, en el pasado, con los gobiernos neoliberales, la ciudadanía esperaba con muchas esperanzas la visita presidencial. El mandatario traía casi siempre bajo el brazo una bolsa de recursos adicionales de los que podría disponer para apoyar tal o cual obra. Ahora no. Tal parece que seguimos en campaña, pues AMLO no ha dejado más que esperanzas y discursos. Por ello, insistimos, a la fecha, no hay mucho para echar las campanas al vuelo. Del dicho al hecho, hay un gran trecho.