Sindicatos, látigos sociales
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Editorial

Sindicatos, látigos sociales

 


No solamente el sindicato magisterial y los que medran del presupuesto de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), se han caracterizado por ser verdaderos látigos del pueblo oaxaqueño sino también segmentos del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salubridad y Asistencia (SNTSSA). En años anteriores la responsabilidad de movilizaciones y bloqueos recayó en el enfermero, Mario Félix Pacheco, Secretario General de la Sección 35, sin embargo, en los últimos días han sido leales al doctor Alberto Vásquez Sangermán quienes queriendo brincarse la ley vigente, están pidiendo 20 mil pesos, por lo que argumentan que no les han sido entregados uniformes y otros enseres que requieren para su trabajo. La Secretaría de Salud, a cargo de Celestino Alonso Álvarez les ha dicho “no” y las consecuencias de ello la ha pagado la sociedad, a la cual se ha mantenido contra la pared con paros locos en los servicios de salud y bloqueos a vialidades.

Sin duda, los sindicatos han sido letales para las instituciones y la economía del país. O cómo entender a un Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UABJO (STEUABJO), que están exigiendo un 20 por ciento de incremento salarial, cual sus dirigentes saben a ciencia cierta el magro presupuesto con el que opera nuestra Máxima Casa de Estudios. Sólo un torpe, ignorante o animal no asimila que dicha institución, desde hace tiempo, está al borde del colapso y que ello ha hecho que el rector, Eduardo Bautista Martínez, esté tocando puertas para acceder a mayores recursos. Y es que si a la UABJO le han negado un aumento en el presupuesto es, justamente, por la atomización de sindicatos que existen y que se chupan todos los recursos que, en otras circunstancias, estarían etiquetados para tareas docentes y de investigación. Siempre habremos de insistir en que la UABJO debe recrearse y volver nacer. Cualquier presupuesto será poco para mantener las exigencias constantes y la voracidad de seis sindicatos, además de verdaderos clanes familiares que ahí existen y los porros con los que se protegen algunos directores y funcionarios universitarios. Nuestra Alma Mater no puede más. Miles y miles de jóvenes han perdido clases de manera miserable, por la ambición de lidercillos que en su afán de generarle ruido al gobierno y allanar su camino para el proceso electoral de 2018, no miden pelos ni tamaños, mucho menos cuidar a la institución, que cada día que pasa, parecer hacer agua.

Pésimo espectáculo

Durante décadas en el Siglo XX, un paseo por el zócalo de la capital era motivo obligado de las familias en los diversos estratos sociales. No importaba el estatus. Los niños disfrutaban de los paseos entre los árboles, dándole de comer a las ardillas o simplemente, como en el caso de los adultos, disfrutan los domingos los conciertos “Bajo el laurel”. Ir al zócalo o la Alameda de León era algo que estaba profundamente arraigado en nuestra identidad oaxaqueña. Los tiempos, sin embargo, cambiaron de manera drástica cuando organizaciones sociales y magisterio, tomaron nuestro sitio más emblemático para plantarse ahí y darle una imagen deprimente y grotesca. Ahí están hoy los supuestos desplazados de la etnia triqui, que manipula Lorena Merino o Reyna Martínez, materialmente afincados en los pasillos del Palacio de Gobierno, esperando que el gobierno los siga manteniendo como parásitos improductivos o dedicados a la mendicidad. El turismo que transita por nuestro Centro Histórico, algo único y excepcional, que tantos escritores como Carlos Fuentes, Julio Cortázar y otros, consideraron en su momento, uno de los más bellos de Latinoamérica, lamentan el estado tan deplorable en que se encuentra.

Estamos ya en vísperas de los festejos decembrinos; del arribo de miles de visitantes del país o el extranjero que, pese a la mala publicidad que nos hacen a menudo los llamados medios nacionales, llegarán a pasar la Navidad, en tanto que quienes se apropiaron de nuestros espacios comunes, con el ardid de que tienen medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), sigue empecinados en mantener ahí su campamento. Al parecer, también le hacen segunda algunos miembros de la organización “Antorcha Campesina”, cuyo franquicitario, Gabriel Hernández sigue con estos manidos métodos para que le entreguen recursos que, supone, serán canalizados a obras de comunidades de la Mixteca oaxaqueña, cuando sus seguidores y todos el mundo sabe, es para llenar sus propias alforjas, a través de sus propias constructoras. Esta rapacidad lo que tanto criticamos en estos espacios editoriales, los cuales mantienen a Oaxaca al borde del abismo, de la ingobernabilidad y la amenaza a la paz social. El zócalo, corazón de nuestro Centro Histórico, debe ser de los citadinos, de los oaxaqueños, no de grupos de chantajistas que viven de la limosna oficial y medran de la llamada libre expresión.