Los primeros mártires de la independencia
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Opinión

Los primeros mártires de la independencia

 


El próximo 16 de septiembre, se conmemorará un aniversario más del inicio de nuestra independencia. A pesar que desde el 2010 festejamos el Bicentenario, la emancipación de España se alcanzó el 27 de septiembre de 1821, por lo tanto, aun faltarían dos años para remembrar dicho acontecimiento.
Como lo he expresado en otras ocasiones, por la cotidianidad de la vida, solemos comentar palabras que tienen una tradición histórica, pero que pocas veces nos detenemos a analizar. Una de esas expresiones es la República, la cual es una forma de gobierno, que implica la participación del pueblo en los asuntos públicos.
Existe otra palabra que, hoy en día, escuchamos, comentamos y divulgamos, pero que pasa desapercibida, me refiero a la soberanía; la cual se puede definir como la facultad que tiene un pueblo para imponerse su propio régimen jurídico. El artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), determina lo siguiente: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Sin embargo, la soberanía no siempre recayó en el pueblo, sino en la figura del monarca, quien era el soberano por mandato divino.
En algunas ocasiones, la historia teje entramados que traen consecuencias positivas o negativas. Una de esas casualidades históricas aconteció en 1808, España fue invadida por la Francia de Napoleón, lo que provocó que el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII, abdicaran al trono. En su lugar fue impuesto el hermano del emperador francés, José Bonaparte.
Junto con la palabras que mencioné al inicio de esta columna, también agrego que existieron mujeres y hombres, que se olvidaron en los anales de la Historia, me refiero a Francisco Primo de Verdad, Francisco Azcárate y Melchor de Talamantes, quienes son considerados los primeros mártires de la Independencia de México.
Los tres personajes mencionados en el parágrafo anterior, junto con el Virrey de la Nueva España, José de Iturrigaray; discutieron y expusieron ante la Real Audiencia (Ayuntamiento de la Ciudad de México): la desaparición de la Corona y el ascenso de un rey “espurio”. En este sentido, se perfilaron dos posiciones: por un lado, parte del Ayuntamiento argumentó que la soberanía debía recaer en el pueblo; mientras que el Real Acuerdo, manifestaba que la Nueva España debía seguir manteniendo el gobierno que imperó antes de la invasión francesa, lógicamente protagonizado por los peninsulares.
Debido a sus ideas ilustradas y calificadas como herejes al pretender que la soberanía se revertiera al pueblo, los abogados Primero de Verdad, Azcárate y Fray de Talamantes; fueron aprendidos un 15 de septiembre de 1808. El primero y el tercero murieron en condiciones poco claras, mientras que Azcárate obtuvo un indulto en 1811; incluso participó en la Suprema Junta Provisional Gubernativa de 1821. Mientras que el virrey Iturrigaray fue depuesto y enviado a España.
Cabe destacar que la influencia de las ideas francesas, se vieron plasmadas en gran parte de los movimientos independentistas de Iberoamérica: Montesquieu, Rousseau, Voltaire, entre otros; fueron quienes fertilizaron el campo ideológico de los futuros Estados-Nación.
La mejor forma de honrar a las heroínas y héroes de la independencia, no se reduce a colocar la bandera mexicana en el techo de las casas o en los automóviles; en usar ropa tricolor o vestir con la playera de la selección mexicana de fútbol; sino continuar la actividad iniciada por Primo de Verdad, Azcárate, Talamantes, Hidalgo, Allende, Ortiz de Domínguez, Aldama… es decir, seguir construyendo la República.
Al final Usted tiene la mejor opinión…
Twitter: @EduardoBizuet