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Editorial

No hay proyecto

 


A pesar de los esfuerzos que se han realizado en Oaxaca, la pobreza sigue campeando porque no se ha logrado alentar un desarrollo económico sostenido que ayude a generar inversiones y fuentes de empleo permanentes y bien remuneradas.
Cuando los especialistas sostienen que en México no tenemos un proyecto de largo plazo y en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) no hay metas cuantitativas y un país que quiere comprometerse en el mediano plazo saca metas cuantitativas para ir supervisando por cuál camino vamos, hay que preocuparse seriamente.
Ya no es sorpresa para nadie la incapacidad histórica del gobierno mexicano para resolver integralmente los problemas estructurales del país, sin embargo, esta incapacidad se ha traducido en la creación de desequilibrios fiscales y económicos en general que han desembocado en crisis que han atentado contra el bienestar de la sociedad en su conjunto.
Aunado a ello, las fallas en las políticas públicas y en la estrategia económica por parte de las autoridades son las principales causas de que el número de pobres en México haya pasado de 52.8 millones de personas a 53.3 millones en los últimos años.
No hay un proyecto macroeconómico de mediano y largo plazos que dé confianza a las empresas para invertir; además, los mercados son poco flexibles y la estrategia en materia laboral no contempla la incorporación de ese sector.
La historia de la deuda pública en México, al igual que en la mayor parte de los países de América Latina es una historia de dispendio e irresponsabilidad por parte de los gobernantes en turno de cada país.
En nuestro país se han vivido dos crisis económicas en la segunda mitad del siglo pasado, las iniciadas en 1982 y 1994 cuyos fatídicos resultados pusieron de relieve la importancia de la deuda pública como una variable fundamental que nos permitiría explicarnos las graves y duraderas consecuencias para el desarrollo económico de México.
Hoy se advierte que México está a la deriva a falta de un proyecto compartido de Nación. Hay que buscarlo, hay que insistir: movilizando a la sociedad, estableciendo alianzas y acuerdos efectivos sobre bases mínimas comunes y caminos democráticos. Se buscan ciudadanos y líderes creíbles, que prediquen con el ejemplo.

Elevar la educación

A medida que pasa el tiempo, aumenta el interés de los ciudadanos para que la calidad de la educación mejore, considerando la evaluación de las instituciones, la capacitación de los profesores, la mejora de los planes de estudio, así como la percepción en cuanto a las acciones que se deben realizar para la implementación de la reforma. Es innegable que los resultados pueden ser muy contrastantes cuando se mide al sistema educativo en general, pues mientras algunos ciudadanos aseguran que el sistema educativo nacional en general es “malo”, otros consideran que no es “ni bueno ni malo”, y pocos que es “bueno”.
Aunado a lo anterior, muchos consideran que la calidad de la educación básica que se imparte en las escuelas privadas es muy buena, lo que contrasta con personas que calificaron de muy buena la educación pública. La población preferiría una escuela privada de educación básica si tuviera la posibilidad de pagarla y para mejorar el nivel educativo se debe empezar por capacitar a los maestros, evaluar a cada uno de ellos y modificar planes de estudio, así como mejorar las instalaciones de las escuelas.
En medio de las protestas de los trabajadores de la educación que se oponen a la reforma educativa, se requiere de compromisos firmes y de una voluntad perseverante para cumplir con lo que la ley marca, para dejar atrás el dañino arreglo que permitió la indiferencia en lo educativo a cambio de prebendas económicas y el control político.
La reforma establece un servicio profesional docente con nuevas reglas del juego, que fija criterios de evaluación a los que se sujetarán los maestros; fortalece al Instituto Nacional de Evaluación Educativa, promueve la creación de un Sistema de Información y Gestión Educativa; otorga una participación activa a los padres de familia en la elaboración de los planes de estudio y establece el aumento de escuelas de tiempo completo, atendiendo el criterio de mayor calidad de la educación.
Enfrentamos serios retos, desde el promedio de escolaridad que es de 6.9 años; 8 de cada 10 jóvenes de 15 años no cuentan con los conocimientos y habilidades básicas al concluir la educación básica. Sólo 2 de cada mil alumnos tienen resultados destacados y seis de cada 10 jóvenes no alcanzan el mínimo aceptable al terminar el bachillerato. Además de que el sistema educativo de Oaxaca se encuentra en el lugar 32 de 32 estados del país, tanto en primaria como en secundaria.