Un vejestorio llamado PRI
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Hoja por hoja

Un vejestorio llamado PRI

 


Marzo de 1929, son ya 89 años, era presidente provisional de México el licenciado Emilio Portes Gil desde diciembre de 1928. Reemplazaba a Álvaro Obregón, quien hubiera tomado posesión por segunda vez, pero un certero balazo por José de León Toral fue el factor que salvaba el lema y motivo de la Revolución Mexicana: “Sufragio Efectivo-No Reelección”. Plutarco Elías Calles era en realidad el “Jefe Máximo” y hacía o deshacía a su antojo en la política nacional e inventó eso de que “terminaba la etapa de caudillos” (en alusión directa a Obregón) e iniciaba la “era de las instituciones”. En realidad Calles fue más que caudillo: era el verdadero dictador de México y su famoso “Maximato” le permitió crear el Partido Nacional Revolucionario (PNR), para competir en las elecciones de 1929.

Era tal la fuerza del callismo, que logró aglutinar a facciones revolucionarias siempre en pugna, así como consolidar el corporativismo con la CROM del gangsteril Luis N. Morones y consolidar en pocos meses una organización política capaz de arrasar a cualquier adversario mediante trampas, represión, fraude y violencia. Pero si bien internamente tenía fortaleza, Calles no hubiera llegado ni a la esquina de la historia política mexicana de no ser por el apoyo del sagaz embajador yanqui Dwight D. Morros, llamado el “Procónsul” por Vasconcelos, por ser representante diplomático y material del imperio americano. Como se sabe, los Estados Unidos de América proporcionaron armamento y logística a Calles para acabar con los cristeros de manera sangrienta y brutal. Morrow inspiró la creación de un partido “único” y “oficial”.

Para su primera campaña presidencial, el PNR (Calles), escogió como candidato a un oscuro ingeniero y funcionario llamado Pascual Ortiz Rubio, hombre bonachón y sin gracia alguna que se desempeñaba como embajador de México en Brasil. El gran contendiente por el Partido Nacional Antirreeleccionista fue nada menos que un gigante cultural de México y América Latina: José Vasconcelos, quien proponía en su programa de gobierno la creación del seguro social, el voto a las mujeres, la nacionalización del petróleo, una modernización educativa, una innovación en la industria y elementos para el despegue económico de México. El PNR se mofaba de esas propuestas, para que se vea la calidad ideológica del partido oficial.

La campaña tuvo lugar a lo largo de 1929. Las elecciones fueron en noviembre y se sabe y está documentado, que la violencia y el fraude imperaron a favor de Ortiz Rubio y el PNR, de manera que Vasconcelos fue derrotado y tuvo que salir del país mientras muchos de sus seguidores fueron ejecutados por Calles, como la famosa masacre de Topilejo.

El pobre Ortiz Rubio, conocido como “El Nopalito”, sólo duró dos años en el cargo. Nadie lo recuerda. Lo sucedieron por voluntad de Calles, Abelardo R. Rodríguez y Lázaro Cárdenas. Éste último rompe con Calles y cambia el nombre del PNR por “Partido de la Revolución Mexicana” (PRM) y en 1946 siendo presidente Ávila Camacho se convierte en “Partido Revolucionario Institucional” (PRI), que gobernó ininterrumpidamente de 1930 a 2000, regresando en 2012, cuando se inició su etapa de mayor desprestigio y decadencia al ser parte esencial de la corrupción gubernamental, de la mayor inseguridad que registra México, de la pero expresión demagógica y con el menor grado de simpatía popular.

Como en 1929, el PRI juega sucio. Partido en el poder, utiliza a éste y las instituciones para atacar y desacreditar sin rubor a un peligroso oponente: Ricardo Anaya, quien le ha hecho sombra a José Antonio Meade el “apartidista” abanderado del PRI, estancado en las encuestas y esperanzado a que la maquinaria del PRI le funcione para acabar con sus oponentes pero de manera sucia, como lo ha hecho siempre. Pero puede pagar caro el error: sin Anaya en liza, está claro que el incongruente adalid de una moral “bizarra”, puede vencer fácilmente al PRI. El PRI se está jugando “su resto”. En esta ruleta las probabilidades se achican.